Camino al Maestro interior

La sencillez, la modestia, la humildad. ¿Por qué siempre se han ensalzado esas cualidades? Por la sencilla razón de que producen un cortocircuito en el camino inferior. El ego es incapaz de hacernos experimentar nuestra esencia; para intentar colmar ese vacío, nos mantiene en la arrogancia y el orgullo. Un modo de abrirle el camino al Maestro interior es cultivar conscientemente la sencillez, no por respeto a una determinada ley moral, sino por haber comprendido que el ego, en su locura de pretender definir una identidad que no conseguirá jamás, no nos causa más que malestar. Si observamos atentamente nuestras reacciones, el testigo que todos llevamos dentro nos hará saber cuándo nos apartamos del camino.

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La buena voluntad es una cualidad discreta y, no obstante, la principal cualidad del Corazón… Practicar la buena voluntad es lo más eficaz para abrir el camino al Maestro del Corazón. Porque la buena voluntad es portadora de las cualidades fundamentales del alma: flexibilidad y apertura de la mente, desprendimiento, don de sí, humildad y amor verdadero; y supone, además, que el ser ha dejado por completo de identificarse con el ego. Si sólo hubiera que trabajar una cualidad en el camino espiritual, sería la buena voluntad.

Todas esas cualidades, y otras muchas que emergen naturalmente gracias a las prácticas indicadas, son como las flores que crecen en el jardín. Cuidémoslas, porque son ellas las que harán que se instauren en el planeta la paz, la belleza y la armonía, creando así un mundo enteramente nuevo.

El camino que lleva al Maestro que reside en el Corazón no es fácil. La historia de la evolución humana es la de una aventura que decidimos emprender hace millones de años lanzándonos por ese camino. Si tratamos de escucharnos a nosotros mismos y a los demás sin expectativas ni ideas preconcebidas, si escuchamos la Naturaleza y la vida en todas sus formas de manera fluida, sin juzgar, como el niño atento al canto del mirlo en primavera, oiremos la queda voz del Maestro que canta en nuestro Corazón, esa voz que nos llama, personal y colectivamente, hacia una realidad infinitamente más bella y alegre que la que nunca hasta ahora hayamos podido conocer.

Annie Marquier: El Maestro del corazón, cap. 18-II