El alma y la mente

Las personas se perciben a sí mismas y a las exteriorizaciones del mundo sólo en calidad de objetos materiales. Todos los objetos materiales tienen una esencia de la información energética común, imposible de comprender con la percepción convencional. Es algo que se encuentra en el espacio de las variantes y lo que determina la actitud de la realización material. El lenguaje de las descripciones abstractas, el que acostumbramos utilizar, sólo describe demostraciones exteriores de una entidad de la información energética. Resulta imposible describir esta entidad primordial inequívocamente utilizando el lenguaje de las definiciones mentales; de aquí se origina la multitud de corrientes filosóficas y religiosas.

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Nuestra percepción se ha formado tal como es, puesto que desde los pañales nos educaron a concentrar la atención en los elementos aislados. «¡Mira qué nene! ¡Eso son tus manitas, y éstas son tus piernas chiquititas! ¡Y eso es tu papilla! ¡Mira, allí vuela un pajarito!». La percepción se sintoniza a lo largo de toda la vida.

Cualquier dato exterior la mente lo reduce constantemente según la plantilla de la descripción establecida del mundo.

Por ejemplo, si nunca vimos el campo energético del hombre, la mente no permitirá que se descubra a nuestros ojos así sin más, porque este hecho no se ajusta a nuestra plantilla habitual. De pequeño, nadie prestaba atención al aura, por tanto ésta no entró en la plantilla de la descripción del mundo. Ahora podemos saber teóricamente que el aura existe, pero prácticamente no veremos nada.

El mecanismo de la percepción del mundo circundante sigue siendo hasta ahora un blanco. Podemos abordar sólo sus lados aislados. Por ejemplo, las hormigas nunca vieron las estrellas. No han visto ni el sol ni las montañas ni siquiera el bosque. Simplemente es que su vista está organizada de tal manera que desde el nacimiento tratan sólo con los objetos cercanos. Su percepción del mundo circundante se distingue radicalmente de la nuestra.

¿Y cuál es el verdadero aspecto del mundo? Es un intento de plantear una pregunta supuestamente objetiva para recibir una respuesta objetiva. Sin embargo, la pregunta en sí no es objetiva. El aspecto del mundo es exactamente el que estamos viendo, porque el concepto de que «algo tiene cierto aspecto» también es un elemento de la plantilla de nuestra percepción. Por ejemplo, en la plantilla de un topo ciego no existe concepto «tener cierto aspecto». El mundo se nos demuestra de acuerdo con nuestra plantilla de percepción y, al mismo tiempo, él no tiene ningún «aspecto». No tiene sentido afirmar que el mundo tiene el aspecto de siempre, o que parece una acumulación de energía radiante, o cualquier otra cosa. Sólo tiene sentido hablar de sus manifestaciones aisladas, las que somos capaces de percibir.

La conciencia del hombre es un producto social. Se basa en las ideas y definiciones de todo lo que nos rodea. El alma (el subconsciente) reside dentro de cada uno de nosotros desde que nacemos. Sin embargo, la conciencia aparece cuando todo lo que nos rodea está determinado y etiquetado por las ideas y determinaciones del lenguaje humano. Pero el mundo existe no porque la gente lo haya descrito con ayuda de sus ideas y determinaciones. El alma humana, en este sentido, siempre permanece analfabeta. Ella no comprende el lenguaje humano. Sólo comprende aquello que acostumbramos a considerar como sensaciones. Primero surge un pensamiento, y sólo después se estructura en palabras. Es posible pensar sin palabras. Precisamente ése es el lenguaje que comprende el subconsciente. Lo primario no son palabras, sino los pensamientos. Es inútil hablar con el subconsciente en el lenguaje de la mente.

Lo que se podría expresar mediante la variedad de determinaciones existentes está muy lejos de ser el todo. Como puedes notar, no he conseguido explicar claramente qué es en realidad la intención exterior. Por suerte, todavía a la gente le queda un modo de expresión universal: las obras de arte. Es algo que se comprende sin palabras. El lenguaje del alma lo comprenden todos: es el idioma de las cosas hechas con amor y ganas. Cuando la persona va a por su anhelado objetivo a través de la puerta correcta, mejor dicho, cuando se dedica a hacer algo verdaderamente suyo, crea obras maestras. De esa manera, precisamente, nace lo que se llama arte.

Después de la aparición de la lengua humana propiamente dicha, el lenguaje del alma se fue atrofiando poco a poco. La gente se entusiasmó demasiado con el lenguaje de la mente; por tanto, con el tiempo, éste ocupó el primer lugar. Incluso la versión de este proceso está relatada y alterada por los conceptos de la mente en forma de leyenda: la de la torre de Babel. Según esa leyenda los dioses se enfadaron con la gente por decidir levantar una construcción que llegara hasta el cielo; por tanto mezclaron sus idiomas y la gente dejó de comprenderse entre sí.

Como ya habíamos dicho, el alma puede sentir el viento de la intención exterior, pero es incapaz de izar la vela para aprovechar ese viento. La vela se iza por la voluntad de la mente. La voluntad es atributo de la conciencia.

Cuando los lenguajes del alma y la mente no estaban tan separados, la unidad del alma y la mente se alcanzaba fácilmente. Más tarde, la mente se entusiasmó con construir la concepción del mundo dentro de los límites de sus determinaciones, lo que la alejaba cada vez más de la comprensión de aquella esencia principal que forma la base de la intención exterior.

Como resultado de colosales esfuerzos intelectuales, la mente logró impresionantes éxitos en el mundo tecnológico de la realización material, pero perdió todo lo que atañe al espacio no realizado de las variantes. Se alejó demasiado de la comprensión de todo lo relacionado con la intención exterior.

Por eso muchas posiciones del Transurfing nos parecen tan increíbles. Sin embargo, la mente es capaz de recuperar lo perdido. Para ello tenemos que arreglar la relación entre el alma y la mente

La dificultad está en que el alma, a diferencia de la mente, no piensa: ella sabe. Mientras que la mente premedita la información obtenida y la pasa por el filtro analítico de la plantilla de su mundividencia, el alma obtiene los conocimientos directamente desde el campo de la información, sin ningún análisis. Así es como puede dirigirse directamente a la intención exterior. Para orientar esta dirección hacia un objetivo, es necesario que concordemos la voluntad de la mente y las aspiraciones del alma; las conduciremos a la unidad. Al lograr tal unidad, la vela de tu alma se llenará con el viento de la intención exterior y te dirigirá directamente hacia el objetivo.

Vadim Zeland: El susurro de las estrellas de madrugada, cap. III