El servicio

El servicio es la vía regia que conduce hasta el Maestro, siempre y cuando se viva de forma correcta. No hay que olvidar que el ego puede apropiarse del servicio para sus propios fines, para guardar las apariencias y atraerse la admiración de personas buenas, por ejemplo, o para granjearse el afecto de los demás, o para desempeñar el papel de salvador, o de gran Maestro, o de mártir. Si no es por interés, el ego detesta el servicio. Al ego sólo le interesa lo que pueda llenar su propio vacío, su minúscula persona. El don de sí y el servicio a los demás no forman parte de sus circuitos. Sin embargo, el auténtico servicio es la vía regia.

Dormía y soñaba que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría. Rabindranath Tagore

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Más que una acción concreta, el servicio es ante todo una actitud de la conciencia, un estado de espíritu. No hace falta ser Madre Teresa para servir. Cualesquiera que sean las actividades cotidianas –enseñar literatura, cultivar el huerto, vender máquinas de lavar, ocuparse de los hijos, hacer reportajes para la radio, coser, dirigir una compañía, etc.–, todas pueden llevarse a cabo con espíritu de servicio.

Podemos realizar nuestro quehacer cotidiano de dos maneras distintas: o viviendo en el camino inferior de la inconsciencia, del egoísmo y del orgullo, o en la vía del Maestro interior, que es esencialmente la vía del servicio y de colaboración al bienestar del mundo.

El servicio es el instinto del alma (…) De modo que no se puede enseñar ni imponer a nadie. Es, sencillamente, el verdadero efecto, exteriorizado en el plano físico de que el alma empieza a manifestarse en su expresión externa (Alice Bailey, psicología esotérica, tomo II, ed. Sirio, Málaga, 1998)

Cuando uno se cansa al “servir”, su cansancio no procede del servicio en sí, sino de no haberlo realizado a nivel del alma. Todavía somos seres humanos y llevamos grabadas muchas memorias emocionales (sobre todo judeocristianas) relativas al servicio-sacrificio que crean un gran caos interior y son, en efecto, fuente de agotamiento. Son ellas las que bloquean el potente flujo de la energía del alma; de ahí el cansancio. El servicio realizado a la verdadera luz del Corazón proporciona un deleite inmenso, un gran sosiego y mucha energía, porque en ese nivel se encuentra uno en estado de coherencia. De modo que su aportación al mundo no sólo alegra a los demás sino que le alimenta a sí mismo, le energetiza y le aporta inmenso gozo y felicidad.

El servicio realizado a la luz del Corazón crea coherencia, con todos los beneficios que eso conlleva.

Annie Marquier: El maestro del corazón, cap. 18-II