Freile

Si uno no se quiere a sí mismo, si está descontento consigo mismo, se dedica a algo que no le gusta, si su mente está perturbada y en desacuerdo con el alma, tal persona no puede tener una belleza encantadora. Cualquier conflicto entre el alma y la mente se refleja en la apariencia y el carácter de uno. En cambio si el individuo está contento consigo mismo, vive a gusto, se dedica a algo que le complace, en tal caso parece que emanara una luz interior. Eso significa que su mente se ha sintonizado con el freile de su alma.

La unidad entre el alma y la mente equivale a la energía mental de una persona con la naturaleza de la intención exterior. La satisfacción consigo mismo o la armonía en la relación entre el alma y la mente también originan algo parecido. El confort emocional del alma enciende esa luz interior que recuerda al alma su verdadera naturaleza; por ende, la gente percibe esa belleza de la armonía como encanto o belleza interior. El alma se siente cómoda cuando la mente no la asfixia en su funda mental, sino que la mima como a una rosa en el invernadero, la contempla, la cuida y permite a cada pétalo abrirse libremente. Es aquel caso extraordinario al que solemos llamar felicidad.

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El freile se revela como un hobby, una pasión, como todo lo que se hace con amor y de buena gana. Las cuerdas de freile muy a menudo guardan completo silencio durante largo tiempo. De cuando en cuando sucede que alguna señal hace sonar la cuerda. Lo cual puede ser una observación de alguien, como dicha casualmente, que por una razón inexplicable se graba en el alma. O algo visto que enseguida atrae al alma con su magnetismo especial. La vagamente reconocida atracción pronto se revela una y otra vez. Así funciona la intención exterior de tu alma. Pero ya que se trata de una atracción confusa del alma, la intención exterior tampoco funciona orientada hacia un objetivo. Es imprescindible que prestes oídos a las exigencias del alma, para apoyarlas con la mente. Entonces podrás atrapar la intención exterior y obtener rápidamente lo deseado.

¿Qué es, entonces, lo que impide a la mente arreglar la relación con el alma? Pues la misma importancia y los mismos viejos conocidos: los péndulos. Ellos imponen a la gente objetivos y valores falsos. Los péndulos los que establecen los estándares de belleza, éxito y bienestar. La importancia interior y exterior obliga a la persona a compararse con esos estándares. Por supuesto, la mente encuentra un montón de imperfecciones y empieza a odiarse activamente, lo que significa también odiar al alma. Se prueba todos los disfraces posibles, intentando ajustar el freile a los estándares establecidos. Como regla general, de todo eso no resulta nada bueno. Y como consecuencia, la discordia entre el alma y la mente se agrava más aún. ¡En el estado en que se encuentra el asunto, de qué confort del alma podemos hablar! La mente riega su rosa sólo con reproches e insatisfacciones, y la rosa se marchita cada vez más.

La mente se dirige a buscar el tesoro en cualquier parte menos en su alma. Los péndulos pregonan en voz alta y de una manera tentadora, mientras que el alma sólo tímidamente y en voz baja intenta informar sobre sus habilidades y gustos. La mente no escucha al alma, sino que trata de rehacer el freile. Desde luego, no le sale nada bueno. En resumidas cuentas, el alma y la mente se ponen de acuerdo en rechazar su falsa imperfección. La intención exterior traslada al hombre de inmediato a las líneas de la vida donde el rechazo se agrava aun más, pues la imperfección se materializa en su significado estricto.

La mente supone que al ponerse un disfraz corrector, es posible ajustarse al estándar establecido. Como comprendes, es un intento inútil de alcanzar un espejismo. En vez de utilizar la preciosa excepcionalidad de su freile, el hombre se golpea ciegamente contra el cristal persiguiendo el éxito ajeno. Pero el éxito de una estrella nace precisamente de la sintonización de su mente con el freile de su alma. El cazador de espejismos fracasa en sus intentos y termina por estar aun más insatisfecho consigo mismo. Al expresar el desagrado consigo mismo, uno nunca estará en las líneas de la vida donde se sienta a gusto consigo mismo. Los parámetros de su emisión satisfacen exactamente a aquellas líneas de la vida donde habrá más razones para disgustos.

¿Cómo, entonces, sintonizar la mente con el freile del alma? El único modo es convencer a tu mente de que es su alma la que merece ser amada en primer lugar. Para empezar, cada uno ha de quererse a sí mismo y luego prestar atención a las cualidades de los demás. No confundas el amor por uno mismo con el egoísmo, narcisismo, petulancia. La petulancia se origina cuando nos elevamos sobre los demás y crea un potencial excesivo peligrosísimo. Quererse uno mismo significa comprender la propia excepcionalidad y aceptarse tal como se es, con todas las imperfecciones. Tu amor por ti mismo ha de ser incondicional; en caso contrario se convierte en un potencial excesivo. ¿Acaso no eres digno de quererte, simplemente? Pues tú eres lo único que tú tienes.

Para quererte, derriba del pedestal la importancia exterior y deja de adorar los estándares ajenos. ¿Quién te impide crear tus propios estándares? Es mejor que los demás persigan tus estándares. Tira tu importancia interior y suéltate. No estás obligado a corresponder y seguir los estándares ajenos. Es necesario que te des cuenta siempre de que no eres tú quien necesita la importancia, sino los péndulos. Cuando ames a tu alma con toda la mente, la intención exterior, por sí sola, te trasladará a las líneas de la vida donde estarás íntegramente satisfecho contigo mismo. Si, a pesar de todo, te gustas a ti mismo, lograrás engañar a la intención exterior y descubrirás en ti mismo virtudes que ni imaginas. Cuando tu energía mental emita satisfacción contigo mismo, la intención exterior te agarrará y te trasladará a las líneas donde tengas motivos reales para estar orgulloso de ti mismo.

Uno de los mandamientos bíblicos dice: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Todo el mundo, nadie sabe por qué, presta atención a la necesidad de amar al prójimo. Pero en el mandamiento se supone que uno se ama a priori. Abandona el juego inculcado por los péndulos y empieza desde hoy a amarte. Cómprate tus dulces preferidos y organízate una fiesta. Cuídate con cariño. Alguien con alegría maliciosa, podría continuar: «Sé indulgente con tus debilidades, tus vicios…». Eso es la demagogia de los péndulos y creo que no tengo necesidad de entrar en polémica con ellos. Además, tú mismo comprendes qué significa el amor por uno mismo. Y las debilidades y vicios en una persona son inducidas precisamente por los péndulos.

No hay que buscar el Santo Grial en algún sitio de la jungla. El Santo Grial está dentro de ti: es el freile de tu alma.

Vadim zeland: El susurro de las estrellas de madrugada, cap. III