Intención de las relaciones

En la intención de las relaciones estamos acostumbrados a medir el éxito de nuestra vida, por un lado, por el nivel de nuestros logros, por el otro, por el volumen de los problemas acumulados. El Transurfing ayuda a no luchar contra los problemas, e incluso no tanto a resolverlos como a no topar con ellos, simplemente. De nuevo, los objetivos se logran con un método poco trivial: con ayuda de la intención exterior. Cualquier problema o logro, de un modo u otro, nace de las relaciones con la gente, sean personales o de negocios.

Intención de las relaciones

¿Qué es lo que motiva a la gente? La intención interior. Pues bien, utiliza la intención de ellos en vez de utilizar la tuya. Renuncia a la tuya y permite a la intención exterior poner en marcha el mecanismo de la intención interior ajena. Para conseguir lo deseado del mundo exterior, a la intención exterior le basta con mover el dedo meñique, puesto que ella, por sí sola, no desea ni hace nada, lo que permite a la intención interior trabajar sintonizada con el mundo.

Todos los problemas, de un modo u otro, nacen como resultado de un conflicto entre las intenciones interiores de diferentes personas. Uno, guiado por sus propios intereses, quie­re conseguir algo de otro. El otro, a su vez, piensa lo contrario y quiere salirse con la suya. ¿Cómo equilibrar la diferencia de inte­reses y satisfacer las necesidades de ambos? Tarea difícil, ¿verdad? En realidad la tarea es muy simple. Para resolverla sólo necesitas definir aquel objetivo común que forma la base de la intención interior de personas.

Y bien, la base de la intención interior de una persona es el sentimiento de la dignidad propia. Lo único que motiva al individuo y, al mismo tiempo, limita su libertad en el mundo de los péndulos es su importancia interior y exterior. El sentimiento de la signifi­cación propia pertenece a la importancia interior. Los péndulos, como entidades de energo-información, están creados por grupos de personas y empiezan a existir independientemente, sometiendo a esas personas a sus leyes. El sometimiento se realiza por medio del sentido de la importancia. Por ende la mayor parte de las mo­tivaciones del individuo está en el área de la realización del sentido de la significación propia. La parte restante pertenece al freile, es decir, a los deseos del alma.

Esa pequeña parte, como regla general, está insuficientemente desarrollada, puesto que está ahogada por la constante necesidad de mantener la significación propia en el mun­do de los péndulos.

Para poner en marcha el mecanismo de la intención exterior a la hora de relacionarnos con la gente, hemos de forzar un falso estereotipo más. A menudo puedes oír un llamamiento, al parecer, correcto: «No intentes cambiar a los demás, empieza por ti mismo». Inmediatamente eso te provoca la incomodidad del alma: significa que no soy perfecto, significa que debo cambiarme, pero, realmente ¡no tengo ninguna gana! Y haces bien en no querer cam­biarte. No hay que intentar  cambiar a los demás, pero tampoco debes cambiarte a ti mismo. Hagas lo que hagas contigo mismo o con los demás, todo eso será un trabajo poco eficaz y perjudicial de tu intención interior. El problema se resuelve de otra manera. Es necesario permitir que los otros realicen su propia intención interior. Entonces la intención exterior se pondrá en marcha y tu intención interior se realizará por sí sola.

Una persona, por regla general, está completamente absorbida por los pensamientos de lo que quiere conseguir de los demás, pero no intenta definir qué es lo que los otros quieren. Al dirigir tu aten­ción a los deseos y motivaciones ajenos, obtendrás muy fácilmente lo que tú mismo necesites. Para eso sólo tienes que plantearte una pregunta: ¿a qué está dirigida la intención interior de mi pareja (compañero, socio)? Eso significa alejarse volando del cristal y, por fin, ver el postigo abierto. En cuanto lo has hecho, sólo te queda redirigir tu intención interior a la realización de la intención interior de tu pareja (compañero, socio). De esta manera, tu intención interior se trasformará en la exterior.

Cuando  alguien se relaciona contigo se interesa, antes de nada por la atención que muestres a su persona. Puedes estar seguro de que todos se ocupan exclusivamente de sí mismos.

Ocúpate de ellos tú también. Redirige tu atención de ti mismo a otra gente. Activa tu Celador y deja de jugar al juego de aumentar tu importancia. Ahora juega al juego de aumentar la importancia de los demás.Interésate por ellos, escúchalos, obsérvalos. No tienes que adularlos, limítate a moverte a favor de la corriente. En cuanto redirijas tu atención de ti mismo a otras personas, el potencial exce­sivo de la significación propia desaparecerá por sí solo. Es entonces cuando lograrás actuar con desenvoltura.

Para atraer la atención hacia tu persona basta con expresar interés por los que te rodean. Habla con la gente no de lo que te interesa a ti, sino de lo que les interesa a ellos, inclusive sobre ellos mismos. En este caso tu intención interior se trasformará en la exterior. La gente de tu entorno se interesará enseguida por un interlocutor así; sim­plemente no sabrán escapar de tu intención exterior, puesto que ésta trabaja de un modo completamente inconcebible. Es inútil intentar hacer que los otros se interesen por tu persona: eso es la intención interior. Interesarse por los demás: eso es la intención exterior. Al renunciar a la intención interior y redirigir tu atención a los otros, sin esfuerzo alguno obtendrás de ellos el resultado deseado. La intención exterior hará eso por ti.

Cuando se demuestra interés por una persona, esa persona obtiene la realización de su intención interior. ¿De dónde procede esa realización? De ti, por supuesto. Después de haber realizado su intención interior con tu ayuda. ¿Por quién podrá interesarse esa persona? Sólo por ti.

Permite que se realice la inten­ción interior de otros. Como resultado obtendrás aquello a lo que has renunciado. Has renunciado a lucir tu personalidad y has permitido que se revele la personalidad de otro. En cuanto lo has hecho, este otro se convierte en tu admirador, puesto que le has permitido rea­lizar su intención interior. Nunca podrá recibir nada parecido de ningún famoso.

Puedes preguntar: ¿por qué debo escuchar a los demás, intere­sarme por ellos, prestarles atención, quererles, respetarles, mientras que ellos se preocupan cada uno sólo por sí mismo, y a mí no me quieren ni escuchar? Bien, pero ¿por qué ellos deben interesarse por ti, admirarte, quererte y respetarte? Todo lo que has imaginado —di­ciendo que «soy así o asá en comparación con ellos— no es más que un invento de la intención interior, vestido en el potencial excesivo de relación de dependencia e importancia. Tu intención interior es ser alguien significativo. Serás realmente significativo a los ojos de los demás sólo si renuncias a tu intención interior y permites que se realice la intención interior de otros. Tu ventaja es que utilizas tu intención exterior, mientras que ellos hacen lo contrario. Emplea tu ventaja.

En general, cuando quieres obtener algo de una persona, puedes utilizar un método universal. Básicamente la esencia de ese método se reduce a renunciar a la intención interior de obtener y reemplazar­la por la intención de dar. Se hace muy fácilmente.

¿Quieres conseguir que una persona en particular te aprecie y te respete? No exijas respeto. Respétala tú mismo, hazla sentir signi­ficativa a tus ojos. ¿Necesitas compasión y reconocimiento? No los busques. Preocúpate sinceramente por la persona y sus problemas. ¿Procuras caer simpático? No lo lograrás por tus ojos bonitos. Re­vélale tú mismo la simpatía hacia ese individuo, entonces le caerás simpático por definición. ¿Necesitas ayuda y apoyo? Ayuda tú mismo. De este modo aumentarás tu significación y como esa persona no querrá ser menos significativa, no quedará en deuda contigo. Por fin, ¿quieres tener un amor recíproco? Renuncia al derecho de pose­sión y a la relación de dependencia. Te resultará si te limitas a amar, sin esperar nada a cambio. Un amor así se encuentra muy rara vez y nadie será capaz de resistirse a él. En todo caso, recibirás sin falta aquello a lo que has renunciado.

Determina de qué manera la tarea hecha aumentará el sentido de la importancia propia de esa persona. Y luego preséntase­la a la luz del aumento de su significación. Permítele a esa persona alimentar su significación, y ella, por iniciativa propia, querrá hacer lo que tú le pides. Una vez hecho el trabajo, sé generoso al apreciar sus virtudes.

Al guiarte por este principio, podrás lograr fácilmente que los demás actúen según tu interés. Con la intención interior pretendes que la gente, por obligación o por tus súplicas, haga lo que necesitas. Con la exterior te limitas a expresar tu deseo: que todo salga bien para ti. Para realizar la intención exterior es necesario arreglarlo todo de tal modo que la gente, pensando cada uno en lo suyo y haciendo cada uno sus cosas, actúe en tu beneficio. Para eso sólo necesitas despertar, apartarte de tus intereses y pensar en los intereses de otros.

Vadim Zeland: Adelanta al pasado, cap. 2