La importancia

La importancia representa el potencial excesivo en su aspecto puro. Surge donde se atribuye demasiada importancia a algo.

Al eliminar el potencial, las fuerzas equilibrantes provocan problemas a la persona que creó ese potencial.

Existen dos tipos de importancia: interior y exterior. La interior, o propia, se manifiesta como sobrevaloración de las propias cualidades o defectos. Su fórmula suena así: «Yo soy una persona importante» o «Yo hago un trabajo importante». Cuando la aguja de su importancia rebasa los límites, las fuerzas equilibrantes ponen manos a la obra y el «pez gordo» recibe un papirote. Al que «realiza el trabajo importante» también le espera una desilusión: nadie necesitará su trabajo o estará muy mal hecho. Pero chulear y lustrarse uñas en la solapa es sólo una cara de la moneda. También existe otra cara que consiste en rebajar las propias cualidades y auto-humillarse.

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A qué lleva todo eso, ya lo sabes. Como comprenderás, el valor del potencial excesivo en ambos casos es el mismo; la diferencia sólo está en la orientación: positiva o negativa.

La importancia exterior también puede crearla artificialmente una persona, si atribuye demasiada significación a un objeto o a un suceso del mundo circundante. Su fórmula es: «Esto tiene mucha importancia para mí» o «Para mí es muy importante hacer esto». El potencial excesivo que surge en este caso echa a perder todo el asunto. Aunque puedas frenar de alguna manera la sensación de importancia interior, lo tendrás más difícil con la exterior. Imagínate que tienes que pasar sobre un tronco tumbado en el suelo. No hay nada más fácil. Y ahora tienes que pasar por encima del mismo tronco arrojado entre los techos de dos casas muy altas. Para ti es muy importante pasar sin caer y no podrás convencerte de lo contrario.

Todos los sentimientos y reacciones que no son equilibrantes —indignación, descontento, irritación, inquietud, alteración, agobio, angustia, desesperación, miedo, lástima, afecto, admiración, enternecimiento, idealización, arrebatamiento, desilusión, orgullo, arrogancia, desprecio, aversión, ofensa, etcétera— no son nada más que manifestaciones de la importancia en una u otra forma. El potencial excesivo surge sólo si atribuyes demasiada relevancia a la cualidad, al objeto o al asunto en tu interior o en el mundo exterior.

La importancia causa el potencial excesivo que produce el viento de las fuerzas equilibrantes.

Éstas, a su vez, provocan la aparición de muchos problemas y la vida se convierte en una constante lucha por la existencia. Ahora puedes juzgar tú mismo hasta qué grado te complica la vida la importancia interior y exterior.

Pero eso no es todo. Los péndulos se enganchan a tus sentimientos y tus reacciones: miedo, inquietud, odio, amor, admiración, la conciencia del deber, culpa y otros. Como comprenderás, todo eso es consecuencia de la importancia. Y pasa literalmente lo siguiente. Supongamos que frente a ti tienes un objeto cualquiera. A nivel energético es neutral: ni es bueno ni malo. Te acercas a él, lo envuelves en un envase de importancia, te haces a un lado, lo miras y quedas pasmado. Ahora estás listo para dar energía al péndulo, que ya tiene por dónde engancharte. El borriquito se arrastrará obedientemente detrás de la zanahoria. En este caso la importancia representa esa misma zanahoria, con ayuda de la cual el péndulo puede apoderarse de la frecuencia de tu emisión, sacarte la energía y llevarte adonde le plazca.

De esta manera, para entrar en equilibrio con el mundo circundante y liberarse de los péndulos es imprescindible reducir la importancia. Tienes que vigilar siempre en qué grado de relevancia te percibes a ti mismo y al mundo que te rodea. Tu Celador interior nunca debe dormir. Al reducir la importancia, enseguida entras en estado de equilibrio, y los péndulos no podrán establecer su control sobre ti, pues no hay por dónde enganchar el vacío.

La importancia es un invento de los seres humanos para gozo de los péndulos. Una desviación fuerte hacia la importancia exterior crea fanáticos. Y la desviación hacia la importancia interior, ¿qué crees que puede crear? Tiranuelos.

Puede parecer que tal correlación le llenará a uno de miedo. Por suerte, no está todo tan mal. Las fuerzas equilibrantes empiezan a actuar sobre ti sólo si te atas demasiado a tus ideas y te concentras en ellas hasta pasarte de rosca. Con los péndulos también está todo claro. Todos estamos bajo su influencia. Lo importante es que comprendas de qué manera te meten en el puño y hasta qué punto les permites que lo hagan.

Al reducir la importancia -tanto la exterior como la interior- no sólo disminuirás la cantidad de problemas en tu vida, sino que también obtendrás un tesoro tal como el de la libertad de elegir. «¿Pero cómo?», preguntarás, «si ya poseemos el derecho de elegir según el primer principio del Transurfing». Por poseer, ya lo posees pero eres incapaz de usarlo. Te lo impiden las fuerzas equilibrantes y los péndulos. A causa de la importancia pasas toda la vida luchando contra ellos. Así no te queda energía no sólo para la elección, sino tampoco para pensar qué es lo que quieres exactamente de la vida. Entre tanto, los péndulos intentan constantemente establecer control sobre ti e imponerte objetivos ajenos. ¿De qué libertad podamos hablar?

Cualquier importancia —tanto interior como exterior— es inventada. Todos nosotros no significamos absolutamente nada en este universo. Y al mismo tiempo tenemos acceso a toda la riqueza del mundo. Imagínate a unos niños chapoteando alegremente en el agua cerca de la playa. Supongamos que ninguno de ellos se pregunta si eso está bien o mal, si el agua es buena o mala, si los demás niños son buenos o malos. Mientras se mantenga ese estado de las cosas, los niños son felices, puesto que están en equilibrio con la naturaleza. Cada persona vino al mundo como hijo de la Naturaleza. Mientras está en equilibrio tiene acceso a lo mejor que exista en el mundo. Pero en cuanto empieza a inventar la importancia, enseguida surgen problemas. La persona no ve la relación de causa-efecto entre la importancia creada y los problemas, por lo que le parece que el mundo, desde el principio, es un ambiente hostil, donde es muy difícil obtener lo deseado.

En realidad el único obstáculo que hay en el camino hacia lo deseado es la importancia creada artificialmente.

Vadim Zeland: El espacio de las variantes, cap. IV