Liberación de la culpabilidad
La culpabilidad es un sentimiento muy negativo que envenena a la mayor parte de nuestros corazones y nuestras vidas. El punto de vista de responsabilidad-atracción-creación es una herramienta muy eficaz para desembarazarse para siempre de este sentimiento tan inútil y destructor. Mucha gente pasa años en una terapia para liberarse de este sentimiento sin conseguirlo verdaderamente. Cuando integramos el concepto de responsabilidad facilitamos mucho el proceso terapéutico de liberación; y una vez el trabajo hecho, con la ayuda de una técnica apropiada, la liberación es permanente.
La culpabilidad ha sido ciertamente de alguna utilidad en la evolución humana. En realidad es una manera poco evolucionada de hacer frente al presentimiento de que existen leyes universales que deben ser respetadas para estar en paz con uno mismo. Presentimos vagamente que hay dos voluntades que se enfrentan en nosotros: la voluntad de la personalidad y la voluntad del Ello. Pero nunca nos han enseñado a hacer frente a esta dinámica de una forma inteligente; sólo sintiendo culpabilidad o anquilosándonos emocionalmente para no sentir nada. Para seres poco avanzados en conciencia, esto podía quizá servir para limitar los daños. Ahora ha llegado el momento para muchas personas de funcionar de una manera más refinada, más armónica y más eficaz.
¿Cómo se instala el sentimiento de culpabilidad a nivel psicológico? En general, arraiga durante la infancia (a menos que no venga de vidas anteriores), en el transcurso de la cual nuestros padres, no necesariamente con malas intenciones, nos han hecho creer que existía el bien y el mal. La dinámica psicológica subyacente a toda interacción con nosotros era la siguiente: si obramos «bien» (es decir como ellos quieren, como la sociedad o la educación lo exigen), éramos juzgados «correctos» y nos querían. Si obrábamos «mal» éramos juzgados «incorrectos», y nos quitaban su amor. Ahora bien, de todos es conocido que un niño tiene una necesidad fundamental de amor y aprobación de sus padres y que hará cualquier cosa para obtenerlos. Es un mecanismo extremadamente potente en el niño y es bueno recordarlo para comprender mejor el proceso de culpabilidad.
A partir de ese tipo de interacción con nuestros padres, hemos sacado la conclusión que si obrábamos «mal» no éramos como debíamos ser, no éramos «correctos» tal como éramos; esto estaba acompañado de un sufrimiento que, a nivel del inconsciente, estaba ligado a la pérdida de amor. Es un mecanismo que implica entonces una fuerte carga emotiva y que, cuando ha sido grabado a nivel del inconsciente, es difícil de desalojar. Se trata de un mecanismo que nos hace muy vulnerables y extremadamente fáciles de manipular, porque su origen está en los estratos más profundos del inconsciente. Somos nosotros quienes debemos hacer lo que nos toca para desembarazarnos de ese mecanismo si no queremos sufrir su influjo. Habrá que hacer un trabajo de liberación de los bloqueos emocionales formados en la infancia, acompañándolo con la formación de un nuevo contexto, y precisamente el contexto de responsabilidad es el que permite con más eficacia no caer en la culpabilidad y mantener una actitud justa ante la vida.
Ahora vamos a precisar cómo la utilización de este contexto facilita la desaparición de la culpabilidad. Este sentimiento proviene, como decíamos, de creer que hemos hecho algo «malo», que hemos dañado a alguien, o, de una forma general, que hemos transgredido una ley natural del universo. Para hacer frente a esas acciones que consideramos como «malas», el único medio que nuestra educación nos ha dado, ya sea religiosa o no, es el sentimiento de culpabilidad. Al sentirnos culpables, teníamos la impresión de volver a entrar en contacto de cierta manera, con la aprobación parental. Al ser el proceso siempre doloroso, muchas veces lo hemos enfrentado camuflando esta culpabilidad bajo un falso cinismo, un falso desapego o un endurecimiento del corazón.
La mayor parte de las veces, nos sentimos culpables en relación a un juicio totalmente subjetivo que llevamos en nosotros mismos, sin haber hecho algo que esté verdaderamente en contradicción con las leyes del universo. Pero que sea real o imaginado en nuestra mente, el proceso para liberarse de la culpabilidad es el mismo. Supongamos que efectivamente hemos transgredido una ley universal, por ejemplo que hemos traicionado a un amigo (transgresión de la ley de la integridad), y que ahora nos demos cuenta de nuestra «mala acción», ¿existe una actitud más sana que la de sentirnos culpable o de endurecer nuestro corazón?
Annie Marquier: El poder de elegir, cap. 10