Mágica fuerza de la intención

La gente está acostumbrada ante todo prestar atención a las consecuencias de sus actos, pues éstos se hallan en la superficie. Las consecuencias de los pensamientos no son tan evidentes. Lo cual está relacionado con el funcionamiento de las fuerzas equilibrantes. Hemos analizado ya casos en los que el resultado de la acción de las fuerzas equilibrantes resulta diametralmente opuesto a los propósitos de uno. El hombre se esfuerza para obtener algo, todo le resulta lo contrario. Cuanto más fuerte es el potencial excesivo, más se aleja lo real de lo deseado. Sin encontrar una explicación razonable para el comportamiento tan extraño del mundo, el hombre, sin embargo, intenta convencerse de que él mismo no actuaba bien, o de que el mundo está organizado de tal manera que lo deseado se nos da con mucha dificultad.

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Puede parecer que en el modelo de Transurfing realmente exista alguna contradicción. Por un lado se afirma: nuestros pensamientos modelan la energía que nos atraviesa y la que nos traslada hacia líneas de la vida que corresponden a esos pensamientos. O, como ya sabes, los pensamientos nos trasladan a los sectores del espacio con el guión y decorado correspondientes.

Por otro lado, resulta que en la vida real nuestros pensamientos significan poco, puesto que no obtenemos lo deseado con sólo pensar en ello. Por mucho que pienses tumbado en el sofá, la transición a la otra línea no sucede por una razón desconocida, incluso si tenemos en cuenta la inercia de la realización material. «¡Ese es el cuento! —se animará el lector pragmático—. ¡Hay que actuar! Y los pensamientos y no sé que transiciones no tienen nada que ver con eso.» Y, formalmente, tendrá razón.

En realidad la susodicha contradicción es sólo una apariencia. Cada vez más nos acercamos a la explicación de por qué los intentos de la visualización de lo deseado fracasan con frecuencia.

Como ya sabes, la primera y evidente causa se oculta en los potenciales excesivos, los que creamos esforzándonos para lograr lo deseado.

La segunda causa consiste en la inercia de la realización material de las variantes. Muy a menudo no alcanzamos el objetivo, sólo porque no somos lo suficientemente perseverantes en nuestros intentos de lograrlo. A la mayoría de los objetivos simplemente no les da tiempo para realizarse si el individuo pronto pierde interés desistiendo del asunto «desesperado». Es posible que incluso puedas recordar algunas situaciones de tu vida en las que lo deseado te llegaba con retraso, cuando se apagaron todas tus esperanzas y habías olvidado ya tu pedido.

Otro error muy común de la mayoría de la gente es intentar lograrlo todo y de un golpe. Si te propones muchos objetivos que no estén relacionados entre sí, toda la energía mental se dispersará inútilmente en el vacío. La corriente de las variantes no te permite ir al mismo tiempo en diferentes direcciones. La sintonización con el sector del objetivo funciona con más eficacia cuando todos los esfuerzos están dirigidos hacia un objetivo en concreto.

El secreto está en que a la realización nos conduce la orientación hacia lo deseado y no el deseo en sí. Funcionan, no los pensamientos de por sí sobre lo deseado, sino algo que resulta difícil describir con palabras. Esa fuerza está entre bastidores de un escenario en el que se desarrolla el juego de los pensamientos. Sin embargo, esa fuerza tiene la última palabra. Creo que te has percatado ya que se trata de la intención. La mente no ha podido encontrar entre todas sus etiquetas indicativas una descripción conveniente para la intención. Por lo que definimos la intención como, más o menos, la determinación de tener y actuar.

Ahora comprendes que los pensamientos de por sí realmente no significan nada a la hora de sintonizarse con el sector del espacio de las variantes. Los pensamientos sólo son espuma en la cresta de la ola de la intención. Se realiza la intención, no el deseo.

Así que, el deseo de por sí nada nos ofrece. Al contrario, cuánto más fuerte es el deseo, más activamente se oponen las fuerzas equilibrantes. Presta atención: el deseo está orientado hacia el objetivo mismo, mientras que La intención: al proceso de obtención de ese objetivo. El deseo se realiza a sí mismo creando potencial excesivo del propio deseo de alcanzar el objetivo. La intención se realiza en acción. La intención no razona si objetivo es alcanzable o no. La decisión está tomada, por tanto, sólo queda actuar. Si en un sueño, al desear volar, te detienes a pensar si es posible o no, nada te resultará. Para volar sólo necesitas elevarte al aire con la intención. La elección de cualquier guión en el sueño se realiza no con el deseo, sino con un firme propósito de obtener lo deseado. Tú no razonas y no deseas, sino que, simplemente, tienes y actúas.

Ya hemos analizado la inutilidad de deseo. ¿Y qué pasa si pides algo? No hay nada que decir sobre el asunto. No tiene ningún sentido pedir a un ángel, Dios, las fuerzas superiores u otras fuerzas. Las leyes del universo son absolutamente impasibles. Nadie necesita tus quejas, ofensas o gemidos. Agradecimientos: sí, porque por su calidad el agradecimiento está próximo al amor impasible. Un agradecimiento sincero es una emisión de la energía creativa. El potencial excesivo de una petición es, al contrario, una demora, una concentración de energía en un sitio. Las quejas, peticiones y demandas son inventos de los péndulos para recolectar energía de las personas. Pensamientos, revestidos en palabras «dame» o «quiero» automáticamente crean potenciales excesivos. No tienes lo que estás pidiendo, pero intentas atraerlo con tus pensamientos sobre ello.

Eres tú mismo quien realmente elige tu destino. Si los parámetros de tu emisión se corresponden con tu elección y con eso no se alteran las leyes, entonces obtienes lo deseado. La elección no es una petición, sino es tu decisión de tener y actuar.

La intención no crea potencial excesivo, puesto que la energía del potencial de deseo se emplea en acción. El deseo y la acción se unen en intención. La intención en acción disipa el potencial excesivo, creado por el deseo, de una manera natural y sin participación de las fuerzas equilibrantes. Al solucionar problemas, actúa. Cavilando sobre dificultad del problema creas potencial excesivo y, al mismo tiempo, le das energía al péndulo. Actuando, realizas energía de la intención. Existe un proverbio ruso: «El ojo teme, pero las manos hacen». Al realizar la intención confía en la corriente de las variantes y el problema se resuelve por sí solo.

La espera, la preocupación, la indecisión y los deseos sólo te quitan energía. Mientras que la intención en acción no sólo consume energía del potencial, sino que también llena con esa energía la capa energética de una persona. Puedes convencerte de eso con un ejemplo de las maneras de aprender. Aprender de memoria quita mucha fuerza y da poco. Pero un aprendizaje en acción, cuando se realiza un trabajo práctico o se busca la solución de un problema, no sólo no agota, sino que además trae inspiración y satisfacción.

Vadim Zeland: El susurro de las estrellas de madrugada, cap. 1