Miedo de perder el trabajo

Es posible participar de diferentes modos en el juego del péndulo destructivo: tanto apoyándolo como rechazándolo. Quizá, lo más peligroso sea rechazarlo, puesto que el deseo de evitar la colisión con el péndulo crea el potencial excesivo que te atrae hacia un embudo de la transición inducida. Hoy en día todos o casi todos tienen miedo de perder el trabajo. La transición inducida a la situación en la cual acabas en la calle es muy pérfida. Todo empieza con algo insignificante y totalmente inofensivo. Puede ser una señal muy débil: ha llegado a tus oídos que las cosas en tu empresa no marchan tan bien como antes. O alguno de tus conocidos ha perdido el trabajo recientemente, o corren rumores de que se planea reducir el personal, o algo por el estilo.

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A nivel subconsciente, sin que te percates, se ha encendido una bombilla roja. Pronto llega otra señal; por ejemplo, ha aumentado la tasa de inflación. Eso ya te pone en alerta; de hecho, a los demás también. Empiezan surgir chismorreos y el péndulo del desempleo obtiene su suministro energético. He aquí que aparecen las noticias de las fluctuaciones bursátiles; la tensión general crece. El desasosiego es rápidamente reemplazado por un estado de alarma; luego se convierte en miedo. Ya estás generando un máximo de energía en la frecuencia de la línea de la vida donde te ves a ti mismo sin empleo.

Si llevas dentro el miedo de estar entre los despedidos, ten la certeza de que eso se ve con la misma claridad que si te hubiesen colgado un cartel en el cuello: «Se me puede despedir». Si te crees capaz de ocultar ese miedo, estás muy equivocado. Los gestos apenas perceptibles, los matices en la entonación de tu voz, a veces dicen más que las palabras. Al perder la seguridad en ti mismo, ya no eres un empleado tan eficaz como antes. Lo asuntos que anteriormente te eran fáciles, ahora no salen bien.

En las relaciones con otros empleados aparece una tensión, ya que éstos se encuentran en la misma situación que tú. Trasfieres este nerviosismo a tu familia y, en vez de apoyarte, ellos te culpan y critican. Ya está, se desarrolla el estrés y ya no eres un trabajador: en tu pecho tienes colgado un cartel: «Listo para el despido».

La causa del miedo a ser despedido se oculta en el sentimiento de la culpabilidad, el que arde débilmente en tu subconsciente o lo abrasa a fuego vivo. ¿A quiénes se despide en primer lugar? A los peores. Si te permitiste pensar que podrías ser peor que los demás, significa que tú mismo te has apuntado en la lista negra. Renuncia al sentimiento de culpabilidad. Concédete el lujo de ser tú mismo. Y si te resulta imposible, pues, entonces ya puedes empezar a buscar otro trabajo. El potencial excesivo de las emociones se disipa con la actitud. Algunas personas empiezan de inmediato, en cuanto obtienen un puesto, a buscar un trabajo nuevo. Y no lo hacen por tener intención de cambiar de trabajo enseguida. Es una medida de seguridad que inspira certeza: por si acaso, tengo salida de emergencia. Al estar tranquilo en cuanto a tu futuro, la actividad de las fuerzas equilibrantes no te afectará.

Vadim Zeland: El espacio de las variantes cap. V