Objetivos ajenos

Hasta ahora hemos examinado el mundo exterior al humano como el espacio de las variantes con sectores entrelazados en líneas de la vida. Si los parámetros de energía de la emisión mental de un individuo coinciden con los parámetros de un sector, entonces este sector dado se plasma en la realización material. Sin embargo, en el plano energético la persona representa, ya de por sí, una entidad individual con su espectro de emisión único. En el espacio de las variantes cada individuo tiene «sus propias» líneas de la vida, las que más se ajustan con el freile de su alma.

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En sus líneas de la vida, el individuo encuentra un mínimo de obstáculos y todas las circunstancias le favorecen. Su freile encaja satisfactoriamente dentro de su línea de la vida y el hombre logra su objetivo con facilidad. Del mismo modo, una llave original gira con facilidad en la cerradura y abre la puerta cerrada. No tenemos necesidad de saber con exactitud por qué y cómo sucede todo eso. Lo importante es sólo que cada persona tiene su propio camino de vida. Si un individuo va hacia su objetivo a través de su puerta, todo le sale a pedir de boca.

En caso contrario, si la persona se ha desviado de su camino, le caen encima infortunios de todo género y la vida se convierte para él en una lucha continua por la supervivencia. Para el alma es una auténtica tragedia. ¿Verdad que te amargas si hace mal tiempo en fin de semana? Ahora imagínate qué es lo que siente tu alma cuando la única posibilidad que le brinda la vida se va en vano.

El alma ve cómo la mente, arrastrada por los péndulos, arruina su propia vida, pero ella no puede cambiar nada. Al entrar en este mundo, la mente no sabe con exactitud qué es lo que hay que hacer, qué querer, a qué aspirar. En cambio el alma, si no lo sabe exactamente, al menos lo intuye, pero la mente no la escucha. Los péndulos meten de inmediato a la mente en un puño, imponiéndole sus objetivos y reglas de juego. Ellos obligan a la gente a elegir objetivos ajenos y a amontonarse frente a puertas ajenas. Los débiles intentos del alma por influir en la mente no conducen a nada, tan fuerte resulta la influencia de los péndulos.

A muchos de nosotros, desde niños, nos inculcaron la idea de que sólo trabajando duro es posible conseguir el éxito. Y también de que debemos ir obstinadamente a por nuestro objetivo, superando obstáculos. Una de las equivocaciones más grandes consiste en que hay que luchar para ser feliz, hay que ser tenaz, obstinado, saltar multitud de obstáculos, en otras palabras, ganar el lugar bajo el sol. Es un estereotipo falso muy perjudicial.

El error del hombre reside en el convencimiento falso: «Si supero obstáculos, entonces allí, en el porvenir, me espera la felicidad». Eso no es más que una ilusión. En el porvenir ¡no hay ninguna felicidad! Por mucho que uno se esfuerce, siempre estará en situación de perseguir el sol poniente. Ninguna felicidad espera al hombre en la línea ajena de la vida, ni en un futuro próximo, ni lejano.

Te lo repito de nuevo: en el porvenir no hay ninguna felicidad. La felicidad, si no la tienes aquí y ahora, en la línea presente de la vida, no la tienes nunca.

¿En qué consiste, pues, la felicidad en el modelo del Transurfing? ¿Puede que venga si logras precisamente tu propio objetivo? Otra vez no has acertado. La felicidad viene mientras avanzas hacia tu objetivo a través de tu propia puerta. Si una persona se encuentra en su propia línea de la vida, en su propio camino, ya es feliz ahora, incluso si su objetivo todavía está por alcanzar. Es entonces cuando la vida se convierte en una fiesta. Al lograr el objetivo, su alegría se duplicará. No obstante, ya de por sí el avance hacia el propio objetivo convierte cada día en una fiesta. El avance hacia un objetivo ajeno siempre deja la fiesta en un futuro ilusorio. La obtención de un objetivo ajeno trae consigo decepción y desolación, pero de ningún modo felicidad.

Tu objetivo es lo que te causa un placer auténtico. No lo que te satisface temporalmente, sino lo que te da la sensación de alegría de vivir. Tu propia puerta es el camino que te lleva hacia tu objetivo. El camino donde te sientes apasionado e inspirado. No puedo decir que allí todo siempre se te dará con facilidad. Lo importante es que el avance a través de tu propia puerta no te desuela, sino que, al contrario, provoca una afluencia de fuerzas.

Si vas a por tu objetivo a través de tu propia puerta, los obstáculos se salvan muy fácilmente, y trabajar tampoco te cuesta mucho.

Un objetivo ajeno siempre significa forzarte para hacer algo; es cons­treñimiento, obligación. Si en tu objetivo encuentras aunque sea una mínima obligación forzada, puedes renunciar sin miedo a tal objetivo. Si el objetivo es tuyo no tendrás que estar convenciéndote. Ir hacia él resulta un paseo agradable. El proceso de obtención de tu propio objetivo provoca placer y alegría. Mientras que para obtener un objetivo ajeno debes superar una multitud de obstáculos. El camino hacia el objetivo ajeno siempre es una lucha.

Un objetivo ajeno actúa bajo la máscara de la moda y el prestigio. Los péndulos necesitan atraerte a las líneas ajenas de la vida, por lo que se esforzarán al máximo. La zanahoria debe parecer muy apetitosa para que la mente eche a correr tras ella con los ojos cerrados.

Un objetivo ajeno atrae por su inaccesibilidad. El hombre está organizado de tal manera que le atrae todo lo que está bajo llave. La inaccesibilidad provoca deseo de poseer. Tal propiedad de la mentalidad humana se engendra desde la infancia, cuando el niño quiere mucho, pero es muy poco a lo que tiene acceso. Si quieres conseguir el objetivo para demostrarte algo a ti mismo o a los demás, significa que es un objetivo falso. Tu objetivo no debe ser una carga pesada, sino simplemente causarte un auténtico placer.

El objetivo ajeno te es impuesto por otros. Nadie, salvo tú, puede definir tu propio objetivo.

Nadie puede indicarte cuál es tu objetivo. Sin embargo, en verdad hay una excepción: una frase arrojada casualmente. Como recordarás, las frases pronunciadas accidentalmente pueden valer como señales. Las señales se perciben de inmediato. Una frase no premeditada de alguien es capaz de encender de repente una luz en el alma. Si la frase ha rozado tu objetivo, tu alma se animará y te ayudará a percibir qué es aquello, «lo necesario». Pero debe ser una situación en la que nadie intente convencerte de algo o ponerte en el camino de la verdad, sino que, entre otras cosas, simplemente te hagan una observación o te recomienden algo.

Un objetivo ajeno sirve para mejorar el bienestar ajeno. Si el objetivo no produce ninguna mejora en tu vida, significa que no es tuyo. Los auténticos objetivos siempre trabajan para ti, para tu propio bienestar y éxito. Tu objetivo lo necesitas sólo tú. Si sirve directamente para satisfacer las necesidades de los demás, mejorar el bienestar ajeno, significa que el objetivo es ajeno.

Un objetivo ajeno causa la incomodidad del alma. Los objetivos falsos, como regla general, son muy atractivos. La mente, sin escatimar detalles, te pintará todas las posibles virtudes de este objetivo. Pero si con todo ese atractivo hay algo que te oprime, tienes que ser sincero contigo mismo. Al reflexionar sobre el objetivo, no pienses en lo prestigioso que es, en su inaccesibilidad ni en las maneras de conseguirlo, sino que presta atención sólo al estado de confort de tu alma. Imagínate que has conseguido el objetivo y todo ha quedado atrás. ¿Te sientes bien o te sientes mal? Si la satisfacción se mezcla con recelo o una penosa sensación de carga, significa incomodidad del alma. ¿Merece la pena cargarte con un objetivo ajeno? Tu objetivo será más atractivo y te complacerá más todavía con ausencia completa de cualquier incomodidad del alma. Sólo necesitas dar la espalda a los péndulos y encontrar tu objetivo.

Si no te satisface el lugar en el mundo que ocupas en estos momentos, o si te persigue una cadena de desgracias, eso quiere decir que en su momento caíste bajo la influencia de los péndulos y te has ido hacia un objetivo ajeno a través de una puerta ajena. Los objetivos ajenos requieren mucho trabajo y energía. En cambio tu propio objetivo se alcanza como por sí solo, todo va sobre ruedas. Los objetivos y puertas ajenos siempre te condenan a sufrimientos. Encuentra tu propio objetivo y tu puerta; entonces todos problemas desaparecerán.

No necesitas ocuparte del autoanálisis; basta con que te tranquilices por un tiempo, te aísles y escuches, por fin, el susurro de las estrellas de madrugada.

Vadim Zeland: El susurro de las estrellas de madrugada, cap. IV