Potenciales excesivos

Por fin me he librado de la inútil carga de los potenciales excesivos. Para mí ya no existe la importancia interior ni la exterior. No tengo necesidad de demostrar mi superioridad u ocultar mi insuficiencia. No hay temor al presente ni al futuro. No tengo nada que defender ni nada que conquistar. Por fin estoy libre de la influencia de los péndulos y puedo ocuparme de mí mismo. Si eso hubiera sido así…

El poder de los péndulos es muy grande, sobre todo porque la gente no tiene ni idea de eso. No podemos hablar de los péndu­los como si se tratara de una sociedad clandestina que tramara un complot contra los humanos. Los péndulos son parte integrante de nuestro mundo. Influyen sobre la gente y ejercen su control con ayuda de la influencia energo-informativa. Esa influencia se reali­za en tres niveles: mental, emocional y energético. Utilizando los hilos de la importancia, los péndulos extraen la energía libre de las personas. Siempre ha sido así. Pero en los últimos tiempos, a ritmo acelerado, empieza a crecer la influencia puramente informativa.

Potenciales excesivos

La historia de la civilización cuenta con muchos milenios. Sin embargo, literalmente en las últimas décadas, la situación ha cam­biado bruscamente gracias a los avances contemporáneos en el área de la información. La cantidad de datos acumulados en los porta­dores de información de cualquier tipo crece en progresión geomé­trica. Pero el peligro no está en el volumen de la información, sino en el sistema y los medios de su difusión. Por todos lados el hombre está enredado en una telaraña de telecomunicaciones que se vuel­ve cada día más peligrosa.

El peligro no se percibe, puesto que el desarrollo de la industria informativa se realiza bajo la entretenida anestesia de diversiones nuevas y agradables comodidades.

Es absolutamente evidente que el objetivo de los péndulos no es entretener a sus partidarios, sino someterlos a su poder. El aumento y el sutil perfeccionamiento de la telaraña informativa conducen a que el péndulo se apodere al mismo tiempo de una increíble canti­dad de partidarios. Por ejemplo, cuanta más gente ve el mismo pro­grama de televisión, más energía cosecha el péndulo. Y cuanto más fuerte es el péndulo, más grande es su influencia y con más facilidad sus partidarios obedecen la regla «haz como yo».

La regla del péndulo funciona con éxito y desvía a la gente fuera del verdadero objetivo de cada uno. Pero ahora este proceso pasa a su fase final, cuando el individuo está siendo privado definitiva­mente de la libertad de elección. Un día el humano se encontrará en una situación donde él es un elemento de una monstruosa matriz energo-informativa. El hombre estará encarcelado en la funda del condicionamiento y se convertirá en la pieza de un mecanismo. La célula de la matriz va a determinar cómo deberá actuar su elemento y qué es lo que deberá desear. Como sabes, la ciencia-ficción tiene tendencia a materializarse al cabo de cierto tiempo en realidad.

Este proceso ya está en marcha, imperceptible y consecuente en su progreso. Y ya no hay nada que hacer al respecto. El sometimiento no requiere obligatoriamente el empleo de la fuerza física. Basta con formar la concepción del mundo de uno de manera tal que el hombre no tenga conciencia alguna sobre su libertad. Pues bien, es precisamente lo que se hace ahora. Conservar la libertad en tales condiciones es muy difícil. Por ende, veamos de nuevo algunos as­pectos de la defensa contra los péndulos.

Como ya sabes, lo único por donde un péndulo te puede engan­char es la importancia. Al fin y al cabo, él puede aprovechar hasta el hecho de que estés dando demasiada significación a la necesidad misma de mantener la importancia a cero. Todo lo dicho sobre los péndulos va muy en serio. Pero he aquí una paradoja: si ahora, con toda seriedad, les declaras la guerra, estarás de antemano condenado a la derrota. La regla principal en la lucha contra el péndulo consiste en renunciar a la lucha contra él.

Debes comprender que no es un combate con un contrincante palpable, sino que la lucha con el maniquí de arcilla es un juego. O mejor dicho, tú decides qué será ese enfrentamiento. Si lo in­terpretas como una lucha, en cualquier caso te espera la derrota. Es imposible ganar al péndulo luchando contra él. Supongamos que hayas desafiado a ese idiota: «Ahora sé que sólo se trata de un espantajo de arcilla, y ¡me lo va a pagar!». Ya está, considérate derrotado. En cambio, si lo tomas todo como si fuera un juego, en el peor de los casos corres peligro de perder una partida, pero no la batalla entera.

El péndulo será un espantajo de arcilla mientras seas consciente de la esencia del juego y no obedezcas sus reglas. Los péndulos acecharán a su víctima cada vez que estés seguro de ti mismo.

Estate preparado para que ellos intenten sacarte del equilibrio de cualquier manera: en eso consiste la esencia del juego. Te tragas el anzuelo, pierdes el equilibrio, te enfureces y le das energía al péndulo.

Eres capaz de romper las reglas del juego sólo si no duermes despier­to. En un sueño inconsciente el hombre siempre es víctima de las circunstancias. El sueño ocurre y no eres capaz de hacer nada con eso. En la vida real todos, desde hace mucho tiempo, también se han acostumbrado a reaccionar a las influencias negativas de mane­ra igualmente automática. No hace falta que te explique cuáles son las consecuencias. Pero ¡no eres una ostra! Y eres completamente ca­paz de reaccionar de una forma inadecuada. Hazlo a propósito y los planes del péndulo fracasarán. Sólo necesitas darte cuenta a tiempo y romper las reglas del juego.

No luches contra tu reacción a la provocación. Mírala de mane­ra diferente. Las emociones son la consecuencia, cuya causa es la actitud. Te conviene cambiar conscientemente tu reacción a los factores negativos. Mostrar una actitud inadecuada no es difícil, puesto que tú mismo te das cuenta de que es sólo un juego. Que brinca el payaso. Como si hubieras peleado con un enemigo en una habitación donde sólo hay espejos. Parece que el péndulo esté aquí, al lado. Pero en realidad lo que ves no es él, ni siquiera su reflejo. En el espejo se refleja tu importancia. Mientras para ti algo tenga una significación excesivamente importante, tienes un enemigo, y éste va y viene constantemente en los espejos. Pero si tu importancia está en cero, no tienes nada que temer, nada que defender ni a nadie a quien atacar.

Los espejos de significación se rompen en mil pedazos; entonces verás que este espantajo de arcilla se ha desmoronado.

Vadim zeland: Adelante al pasado, cap. 3