Sincronicidades

Al desarrollar la intuición, la percepción también se afina y nos permite captar los signos que la vida nos presenta sobre todo en forma de sincronicidades. El principio de sincronicidad es bien conocido en la actualidad (las nueve revelaciones, un best-seller de James Redfield, ha puesto esa realidad al alcance del gran público, que le ha reservado una excelente acogida. Buena señal) y ha sido confirmado por la física quántica, como hemos visto en el capítulo 14. La casualidad no existe. Existen sincronicidades. Lo que ocurre es que casi siempre las creamos de forma inconsciente y no las reconocemos.

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La vida nos habla en cada instante. El Maestro está ahí, vela por nosotros, y nos informa. Pero debemos estar atentos… Preparar las condiciones para percibir los signos y sincronicidades que la vida nos presenta nos hace vivir de modo más consciente y aparentemente, “milagroso”. Pero no es que ocurran milagros. Es sólo que vivimos en un mundo más consciente y real, más cercano a la propia esencia de la estructura del universo.

El hecho de utilizar cada vez más la intuición y responder a las sincronicidades hará que tomemos decisiones o realicemos acciones que el común de los mortales calificaría de irracionales. Es preciso tenerlo en cuenta. Por eso conviene, por un lado aprender a no depender del juicio de los demás y, por otro, distanciarse de la propia mente automática que tratará de hacernos caer de nuevo en el temor y la duda basándose en una serie de justificaciones racionales. Cuando uno se pone a la escucha de su voz interior tal vez parece un poco loco. Pero el mundo necesita esa “locura divina” que aporta verdad y fascinación a esta vida horizontal que a veces no tiene gracia ninguna.

Confiar en la vida es una forma positiva de desapego. No se trata de una confianza plácida y bobalicona basada en una filosofía confusa y cómoda para no ver la realidad de frente. No. La confianza en la vida se debe, por un lado, a la sensación profunda de contar con la presencia del Maestro del Corazón en todo momento; y, por otro, a la convicción de que todo lo que la vida nos presenta es una oportunidad de aprendizaje y de evolución. Ese estado de ánimo es una bendición. Nos hace dirigir la mirada hacia el interior de nosotros mismos, sobre todo cuando las cosas no funcionan como desearíamos, y confiar en el hecho de que estamos siendo guiados a lo largo de nuestro camino. En lugar de caer en las redes del temor, de la ansiedad, de la inseguridad, del miedo al porvenir, etc., y querer forzar las cosas siguiendo los deseos del ego, tratamos de permanecer centrados, atentos a lo que está ahí, a acoger la vida para captar mejor sus mensajes. Porque ahora que conocemos las leyes del campo quántico sabemos que nada ocurre al azar y que todo está vinculado. El azar es una explicación simplista que nos damos a nosotros mismos cuando no somos conscientes de las leyes que subyacen en la estructura del universo. Para comprenderlas, debemos desarrollar una percepción más amplia y completa de las cosas. Desde el momento en que adquirimos mayor sensibilidad, las presentimos y dejamos que actúen en nuestra vida, aun cuando no podamos definirlas con la mente racional. Al decidir conscientemente tener esa actitud de confianza en la gran sabiduría de la vida, dejamos de inquietarnos, la acogemos plenamente; y la vida nos responde a través de sincronicidades sorprendentes, por no decir “mágicas”…

Annie Marquier: El maestro del corazón, cap. 18-II