Transacción

En el Transurfing hay muchas cosas increíbles, como la transacción, pero te invito, no a creer, sino a comprobar. Por supuesto, para comprobarlo son necesarios tu intención, cierto esfuerzo y paciencia, puesto que los resultados no se revelan enseguida. En la mayoría de los casos, la intención exterior trabaja lentamente y de modo imperceptible. Te resulta difícil creer en la existencia de esa fuerza misteriosa e invisible, que actúa sin que el ojo lo perciba, sobre todo si de momento solamente lees, sin intentar aplicar el Transurfing a la práctica.

 

Transacción

Pero he aquí que ha llegado el momento en que, con tus propios ojos, podrás ver cómo te mueves en el espacio de las variantes. Te persuadirás de que eres capaz de desplazarte en el tiempo, tanto ha­cia adelante, como hacia atrás. Eso no parecerá un viaje tal y como lo describen los escritores de novelas de ficción científica. Nosotros sólo nos dedicamos a las cosas reales. Esta vez no tendrás que esperar el resultado de la acción de la intención exterior: lo verás todo de inmediato y con tus propios ojos. Y no será un truco, ni experimen­tos con los viajes astrales o salidas al espacio de los sueños. Por unos instantes sentirás realmente tu movimiento en el tiempo y espacio. En la práctica el proceso se reduce a una acción bastante sencilla: la transacción, compuesta por tres elementos.

Para realizar el primer elemento es necesario que te acuerdes de tus flujos energéticos centrales. Si ya has hecho los ejercicios ener­géticos, ya deberías conocer la sensación que dejan esos flujos. Para empezar, recorres rápidamente todo tu cuerpo con la mirada in­terior y quitas la tensión de los músculos, hasta llegar al estado de relajación. Luego, en la mente, imaginas la energía moviéndose a lo largo de la espina dorsal en modo de dos flujos: uno ascendente y el otro descendente.

El segundo elemento de la transacción es la visualización de la dia­positiva del objetivo. Una vez girada la llave, comienza a proyectar en la mente la diapositiva del objetivo. No olvides que debes ima­ginarte dentro de la diapositiva, en vez de mirarla como si fuera una película. Imagínale en la situación en la que el objetivo está conseguido. Para atarte a la diapositiva, figúrate las sensaciones que experimentas dentro de ella. Toca los muebles, imagina sonidos, olores u otras sensaciones que te resulten más fáciles de imaginar. Proyecta la diapositiva en la mente durante uno o dos minutos.

Una vez que logres imaginarte más o menos claramente den­tro de la diapositiva, mira adelante con una mirada consciente. No pienses en nada y no analices, simplemente dirige la mirada clara adelante, a lo que se ve a lo lejos. La mirada clara es el tercer y último elemento de la transacción.

Durante los próximos segundos se producirá delante de tus ojos el cambio de matices en los decorados de tu alrededor. Al mirar el paisaje conocido con la mirada clara, habrás notado que la imagen parece ser la misma, pero también hay en ella algo diferente. Se le ha añadido cierto matiz apenas perceptible e inexplicable, como si hubieras visto eso antes en alguna parte. O podría ser algo nuevo, un tanto insólito. No los detalles en concreto, sino algún saborcillo, una sensación, un estado de ánimo, el matiz.

La transacción te permite percibir cómo el mundo se cambia delante de tus ojos. Tienes la vaga sensación de algo conocido o, al contrario, sientes la aparición de un matiz nuevo e insólito.

¿Qué es lo que pasa aquí? La realización material de la capa de tu mundo se mueve en el espacio de las variantes. ¿Qué ves? Ves el cambio de matices de los decorados.

Como sabes, los diferentes sectores en el espacio de las variantes tienen diferentes guiones y decorados. Dependiendo de lo relati­vamente lejos que estén los sectores uno del otro, las diferencias se revelarán con más o menos fuerza. El movimiento de la realización material sucede de una manera uniforme y por tanto imperceptible. No lograrás captar ese movimiento, igual que el desplazamiento del minutero de un reloj pequeño. Los cambios sorprendentes en los matices son percibidos sólo con la trasferencia brusca de una línea de la vida a la otra. En tal caso te encuentras con señales, que llaman tu atención de modo evidente.

En el proceso de transacción, la visualización de la diapositiva del objetivo intensifica la ráfaga de viento de la intención exterior. Los parámetros de tu emisión mental se distinguen mucho de la línea corriente de la vida. El flujo de energía de la emisión, modulada por tus pensamientos da como resultado que se acelere el movimiento de la realización a través de los sectores.

La mirada clara te impulsa a despertar y captar los cambios. Es por eso llegas a notar durante algunos instantes, mientras dura la ráfaga del viento, el cambio en los matices de los decorados.

Los potenciales del deseo y la necesidad quitan energía a la inten­ción, de modo que no surgirá ninguna ráfaga de viento; lo que sig­nifica que la transacción no funcionará. El deseo de ver el resultado es grande, sobre todo al principio. Te recomendaría prestar siempre atención al estado de tu deseo. En cuanto te cojas deseando obtener el resultado, descansa y haz de nuevo la transacción más tarde. Si te has pillado intentando con todas tus fuerzas realizar la transacción correctamente y, como consecuencia, te has puesto tenso, de nuevo: deja a un lado tus intentos.

Realiza la transacción sólo de vez en cuando, para tu satisfacción y curiosidad. No debes obsesionarte con la transacción. Sirve sólo para que veas con tus propios ojos tu movimiento en el espacio de las variantes. En cuanto a la atención principal, al practicar Transurfing, debe dirigirse a proyectar la diapositiva del objetivo y visualizar el proceso de realización del eslabón corriente en la cadena de trasferencia. La intención exterior trabajará de todos modos, independientemente de si lo ves o no. Pero ahora tienes acceso a una especia de «ojo de buey» hacia el espacio de las variantes. Se te concede la posibilidad de observar realmente tu movimiento. Eso impresiona mucho. No quedarás desilusionado.

Vadim Zeland: Adelante al pasado, cap. IV