ALEGRÍA

Vivimos en tiempos dispersos, y aunque desde siempre la humanidad ha pasado por estos periodos tan inseguros e inestables en donde impera más la incertidumbre y el miedo, hablar de la alegría puede ser un tema complicado, especialmente para mí, para quien la alegría ha sido más bien motivo de observación antes que vivencia personal. No quiero decir con ello que haya tenido una infancia dolorosa o traumática, no. Como la mayoría he tenido de todo, pero para mí, sentir verdadera alegría ha sido un bien profundo, un estado de ser más que de estar y por ello difícil de adquirir. Una joya que se deja lucir solo en ciertas ocasiones.

El valor de la verdadera alegría acompasa al corazón que la siente, se esparce como el sembrador  esparce sus semillas en un día de verano. Por eso, la alegría, es un estado de gran valor por cuanto ha de fluir del interior, es una consecuencia natural de la fluidez del Ser que se despliega de forma natural, de la misma manera que el sol irradia su luz. Pero tendemos a confundirla con  simples risas sin fundamento.

Alegría

Pero ahora, en estos días de reconversión interior que estamos viviendo, me parece una necesidad, casi una obligación sacarla a la luz y exhibirla sin ningún decoro. Y es que ahora más que nunca, se juega a quebrar el alma humana, a dejarla hecha trozos de tal manera que solo queda la tristeza y el dolor que produce el deterioro interior cuando nos percatamos que andamos sobre arenas movedizas. Esto no es más que una ilusión, un sueño que se desvanece cuando empezamos a despertar.

Ignoramos que cuando un imperio se destruye, algo nuevo está naciendo de entre sus ruinas.

¿Por qué se destruye un imperio?

Una respuesta sería que cuando los cimientos interiores se resquebrajan, cuando el sistema que lo sostiene se quiebra, entonces no existe la fuerza suficiente para mantener lo conseguido. Esto que a primera vista puede parecer negativo y escandaloso, no lo es.

Estamos en momentos de cambio y reestructuración y para ello muchas cosas se han quedado inservibles, obsoletas e impiden que lo nuevo pueda manifestarse, de forma que han de desaparecer del escenario diario. Si esto lo comprendemos con la luz de una nueva consciencia iluminada por el alma, el concepto negativo, aunque a nivel material lo sea, se transforma por una nueva posibilidad adaptada a lo nuevo que ha de llegar.

No estoy argumentando que hay que luchar contra la tristeza o el sufrimiento a base de una alegría ficticia, no. La alegría y la felicidad surgen de forma espontánea por la nueva comprensión de los acontecimientos que nos aporta el Ser. La alegría es el gozo interior de la paz sentida. De la fe surgida en que el Creador no nos abandona nunca pero también porque la humanidad ha de  llegar al convencimiento de que todos somos uno y no podemos obviar otras partes del mundo abandonadas y explotadas. Ya es hora de no mirar hacia otro lado y pensar solo en nosotros mismos.

Cada flor que se abre por la luz y calor del sol sabe que lo hace gracias a la tierra y el agua que nutre sus raíces pero ella no ha pedido nada, solo se manifiesta entregándose y esta eclosión de color es su gozo por la Vida.

Así que ahora, más que nunca, busquemos en nuestra Alma ser alegría para ayudar a otros, para sostener, para impulsar, para ser nuevos sarmientos de esperanza. No nos dejemos arrastrar por el miedo. Demos un salto de fe hacia delante, demostrando que el miedo ha desaparecido; entonces, la fuerza inquebrantable de la Vida nos sostiene y nos impele a seguir de frente en forma nueva y renovada.

Así que, coloquémonos y luzcamos sobre nuestras cabezas y corazones la corona de la Alegría.

Encarna Penalba