La capacidad de escuchar

S usted escucha a alguien durante años y ve por sí mismo la belleza de lo que se dice, entonces no quiere escuchar más, entonces ello abre puertas para usted y le permite ver lo que jamás había visto antes. Pero si no ocurre así, ¿qué es, entonces, lo que está mal? ¿Qué está mal con la persona que dice estas cosas, o qué está mal con quien las escucha? ¿Por qué el hombre o la mujer que han estado escuchando por muchos años a quien les habla, no han cambiado? En ello hay una gran pena, ¿no es así?

Sobre la Meditación

La meditación es en realidad una forma de vaciar la mente de todo lo conocido. Sin esto, usted no puede dar con lo desconocido. Para ver algo nuevo, totalmente nuevo, la mente tiene que vaciarse de todo el pasado. La Verdad, o Dios, o cualquier nombre que uno quiera darle, debe ser algo nuevo, no el resultado de la propaganda, del condicionamiento. El cristiano está condicionado por dos mil años de propaganda; el hindú, el budista, están igualmente condicionados. De modo que para ellos Dios o la Verdad es el resultado de la propaganda. Pero eso no es la Verdad. La Verdad es algo que vive día a día. Por lo tanto, la mente debe vaciarse para poder mirar la Verdad.

El amor, el sexo y la vida religiosa

Todas las religiones nos han dicho que debemos negar el sexo, reprimirlo, porque según ellas es un desperdicio de energía y uno debe tener energía para encontrar a Dios. Pero esta clase de austeridad, de dura represión y ajuste a una norma, ejerce una violencia brutal sobre todos nuestros más finos instintos. Este tipo de cruel austeridad es un desperdicio de energía mayor que el de la indulgencia en el sexo.

El estado de no saber

Uno sigue tratando de encontrar un modo. Entonces está de vuelta en la trampa. Señores, hemos dicho: “No sé”. Nuestras mentes están confusas y, desde esa confusión, buscamos a los sacerdotes, a los psicólogos, a los políticos. La confusión crea más confusión. ¿Por qué no decimos: “Muy bien, estoy confuso, no actuaré”? Por supuesto, iré a la oficina, continuaré con las actividades de todos los días pero no actuaré para nada sobre mi confusión psicológica, porque veo que cualquier cosa que haga creará más confusión. Por lo tanto, psicológicamente no me moveré en absoluto. Cualquier movimiento conduce a una trampa. ¿Pueden, pues, no hacer nada psicológicamente respecto de la trampa?
Si uno no hace nada en relación con la trampa, está libre de ella. Es sólo la incesante actividad de hacer algo respecto de la trampa la que los mantiene en ella. Cuando vean que es así, se detendrán, ¿no es cierto? Cesará toda actividad al respecto. ¿Y qué es lo que eso significa? Significa que están dispuestos a morir psicológicamente. De modo que cuando no saben, y es realmente eso lo que quieren decir, están fuera de la trampa, porque el pasado ha llegado a su fin. Es cuando dicen continuamente: “Miro, pregunto, debo saber”, que el pasado sigue y sigue repitiéndose a sí mismo.

Miedo y confusión

Cómo darse cuenta de la total confusión del hombre, no cómo salir de ella. Entonces comienza uno a descubrir las causas de esta confusión –porque uno se ha detenido, no porque está buscando. No sé si ve la diferencia. Antes, yo buscaba las causas de la confusión a fin de esclarecerlas; por lo tanto, mi manera de mirar la confusión, mi examen, era por completo diferente de ahora, cuando, al darme cuenta de que estoy confuso, puedo ver que ninguna actividad es posible. Este mirar es una observación enteramente distinta. Una observación sin motivo.
Ahora me he dado cuenta de que, en tanto mire con un motivo, todo el mirar estará distorsionado. ¿Es posible, pues, mirar sin un motivo? Obviamente, es el motivo el que va a engendrar temor. Por lo tanto, en esto se halla incluida una pregunta mucho más fundamental: ¿Es posible que toda acción psicológica tenga lugar sin un motivo?