¿Qué es realmente la indagación? Ésta es una buena pregunta. Y como la mayoría de las buenas preguntas, es muy básica. La auténtica indagación es permitirte a ti mismo interesarte, aceptar esa carga ingrávida del interés. Todos sabemos lo que es indagar motivados por un interés intelectual —preguntar por preguntar o porque piensas que deberías preguntar. Esto no es interesarse. Cuando algo te interesa, se mete dentro de ti. Se mete dentro del caparazón que impide que seas afectado o molestado, el caparazón que impide que sucedan cosas nuevas.
Cuando miramos nuestras células, como ser humano vemos que el ser humano está hecho sólo de elementos no humanos. Tenemos el elemento mineral en nosotros, tenemos el elemento vegetal en nosotros y tenemos el elemento «animal» en nosotros. No sólo tenemos antepasados humanos, sino que también tenemos antepasados animales y antepasados vegetales y también ancestros minerales; y nuestros antepasados no pertenecen solamente al pasado ― pertenecen al presente. Están plenamente presentes en nosotros. Sin ellos no podemos ver de la forma en que vemos, no podemos pensar de la forma en que pensamos, no podemos vivir de la forma en que vivimos. Y el electrón está también en nosotros. Así que cuando yo tengo un pensamiento todos los antepasados en mí, incluyendo los antepasados minerales, vegetales y animales, colaboran conmigo para producir ese pensamiento.
No digas que partiré mañana
porque todavía estoy llegando.
Mira profundamente: llego a cada instante
para ser el brote de una rama de primavera,
para ser un pequeño pájaro de alas aún frágiles
que aprende a cantar en su nuevo nido,
para ser oruga en el corazón de una flor,
para ser una piedra preciosa escondida en una roca.
¿Quién soy yo? El cuerpo burdo que está compuesto de los siete humores (dhatus), no soy; los cinco órganos cognoscitivos de los sentidos, es decir, los sentidos del oído, el tacto, la vista, el gusto, y el olfato, que aprehenden sus respectivos objetos, es decir, el sonido, el tacto, el color, el gusto, y el olor, no soy; los cinco órganos de los sentidos cognoscitivos, es decir, los órganos del habla, la locomoción, el entendimiento, la excreción, y la procreación, que tienen como funciones respectivas, el hablar, el moverse, el entender, el excretar, y el disfrutar, no soy; los cinco aires vitales, prana, etc., que desempeñan respectivamente las cinco funciones de inhalar, etc., no soy; ni siquiera soy la mente pensante; tampoco soy la ignorancia, que sólo contiene las impresiones residuales de los objetos, y en la que no existe objeto ni función alguna.
El Gran Camino no es difícil para aquellos que no tienen preferencias.
Cuando ambos, amor y odio, están ausentes todo se vuelve claro y diáfano.
Sin embargo, haz la más mínima distinción, y el cielo y la tierra se distancian infinitamente.
Si quieres ver la verdad, no mantengas ninguna opinión a favor o en contra.
La lucha entre lo que a uno le gusta y lo que le disgusta es la enfermedad de la mente.
Creo que todos hemos escuchado que para amar realmente a otra persona y tener una relación satisfactoria, primero debemos amarnos a nosotros mismos. Y es verdad. ¿Pero de qué «nosotros mismos» estamos hablando? Por más que lo intentemos, este yo personal e individual puede ser una cosa muy difícil de amar. Podemos pasar muchos años en terapia, leyendo libros de auto-ayuda, yendo a maestros, curanderos, talleres y retiros, todo para aprender a «amarnos a nosotros mismos». Y después de todo este tiempo y esfuerzo, la pregunta sigue siendo: «¿Realmente me amo a mi mismo?» Y si somos honestos, la respuesta solo puede ser: «No estoy seguro».
El amor no es otra cosa que la comprensión sentida de que nuestra experiencia no está hecha de dos entidades -un yo interior separado por una parte y lo que este percibe por otra, es decir, los objetos, los demás y el mundo.
La esencia de la comprensión definitiva es el hecho ineluctable de que el ser humano individual, como tal, no tiene ―no puede tener― ninguna volición. Carece completamente de libertad de elección y de acción independientes, por la simple razón de que el ser humano no es una entidad autónoma. Es meramente una parte infinitesimal de la totalidad de la manifestación.
La eternidad, hemos dicho, no es sinónimo de un tiempo ilimitado, es la consciencia pura sin límites, es decir, sin sucesividad, sin tiempo. Y la puerta de esa consciencia pura sin tiempo, la puerta de la realidad, es lo más a mano pero lo menos advertido: el ahora, el momento presente.