El mundo real

Tú has diseñado este mundo de espacio y tiempo de tal manera que no puedes, desde den­tro de la percepción, experienciar el conocimiento. Porque si pudieras, en un momento de conocimiento, verías la verdad completamente y se iría. Y eso no fue lo que tú deseaste cuando hiciste este mundo de ilusión. Por eso es que él último paso debe ser tomado por Dios. Pero recuerda no hay separación entre tú y Dios. Así el último paso debe ser tomado por ti.

¿Cómo das el último paso desde la percepción al conocimiento? ¿Cómo vas completa­mente más allá de cualquier percepción, dentro del discernimiento total y perfecto, a la pre­sencia de Dios? Lo haces cuando renuncias total y completamente a cualquier deseo de con­servar el ego. Vas de la percepción al conocimiento al dejar ir completamente cualquier nece­sidad de tener respuestas a la pregunta «Quien soy yo». Vas de la percepción al conocimiento al dejar ir completamente cualquier deseo de existir como un «yo» que parezca estar separado del resto de tu mundo.

La base del sueño

Los sueños son desahogos emocionales en el nivel de la percep­ción en los que literalmente profieres a gritos: «¡Quiero que las cosas sean así!» Y aparentemente lo consigues. Mas los sueños son inseparables de su fuente. La ira y el miedo los envuelven, y en cualquier instante la ilusión de satisfacción puede ser invadida por la ilusión de terror. Pues el sueño de que tienes la capacidad de controlar la realidad y de sustituirla por un mundo que pre­fieres es aterrante. Tus intentos de eliminar la realidad son aterra­dores, pero no estás dispuesto a aceptar esto. Por lo tanto, lo sustituyes con la fantasía de que la realidad es lo que es aterra­dor, y no lo que tú quieres hacer de ella. Y de este modo la culpa­bilidad se vuelve real.

El sustituto de la realidad

Sustituir es aceptar una cosa por otra. Sólo con que examina­ses exactamente lo que esto implica, percibirías de inmediato cuánto difiere del objetivo que el Espíritu Santo te ha dado y quiere alcanzar por ti. Sustituir es elegir entre dos opciones, renunciando a un aspecto de la Filiación en favor de otro. Para este propósito especial, uno de ellos se juzga como más valioso y reemplaza al otro. La relación en la que la sustitución tuvo lugar queda de este modo fragmentada, y, consecuentemente, su propósito queda dividido. Fragmentar es excluir, y la sustitu­ción es la defensa más potente que el ego tiene para mantener vigente la separación.

Sombras del pasado

Si se ha olvidado todo, excepto los pensamientos amorosos, lo que queda es eterno. Y el pasado transformado se vuelve como el presente. El pasado deja de estar en conflicto con el ahora. Esta continuidad extiende el presente al aumentar su realidad y su valor en la percepción que tienes de él. En estos pensamientos amorosos, y oculta tras la fealdad de la relación no santa en la que se recuerda el odio, se encuentra la chispa de belleza dispuesta a cobrar vida tan pronto como se le entregue la relación a Aquel que le infunde vida y belleza. Por eso es por lo que la Expiación se centra en el pasado, que es la fuente de la separación y donde ésta debe ser des-hecha. Pues la separación debe ser corregida allí donde fue concebida.

El mundo perdonado

Esta belleza no es una fantasía. Es el mundo real, resplande­ciente, puro y nuevo, en el que todo refulge bajo la luz del sol. No hay nada oculto aquí, pues todo ha sido perdonado y ya no que­dan fantasías que oculten la verdad. El puente entre ese mundo y éste es tan corto y tan fácil de cruzar, que nunca te hubieses podido imaginar que fuese el punto de encuentro de mundos tan dispares. Mas este corto puente es la cosa más poderosa conec­tada a este mundo. Este ínfimo paso, tan pequeño que ni siquiera has reparado en él, es un salto que te lleva a través del tiempo hasta la eternidad, y te conduce más allá de toda fealdad hacia una belleza que te subyugará y que nunca cesará de maravillarte con su perfección.