Los orígenes de la separación

La capacidad de extenderse es un aspecto fundamental de Dios que Él le dio a Su Hijo. En la creación, Dios Se extendió a Sí Mismo a Sus creaciones y les infundió la misma amorosa Volun­tad de crear que Él posee. No sólo fuiste plenamente creado, sino que fuiste creado perfecto. No existe vacuidad en ti. Debido a la semejanza que guardas con tu Creador eres creativo. Ningún Hijo de Dios puede perder esa facultad, ya que es inherente a lo que él es, pero puede usarla de forma inadecuada al proyectar. El uso inadecuado de la extensión -la proyección- tiene lugar cuando crees que existe en ti alguna carencia o vacuidad, y que puedes suplirla con tus propias ideas, en lugar de con la verdad.

El miedo inventado

El verdadero propósito de este mundo es usarlo para corregir tu incredulidad. Nunca podrás controlar por ti mismo los efectos del miedo porque el miedo es tu propia invención, y no puedes sino creer en lo que has inventado. En actitud, pues, aunque no en contenido, eres como tu Creador, Quien tiene perfecta fe en Sus creaciones porque Él las creó.

La ilusión de las necesidades

Tú que quieres la paz sólo la puedes encontrar perdonando completamente. Nadie aprende a menos que quiera aprender y crea que de alguna manera lo necesita. Si bien en la creación de Dios no hay carencia, en lo que tú has fabricado es muy evidente. De hecho, ésa es la diferencia fundamental entre lo uno y lo otro. La idea de carencia implica que crees que estarías mejor en un estado que de alguna manera fuese diferente de aquel en el que ahora te encuentras. Antes de la «separación», que es lo que sig­nifica la «caída», no se carecía de nada.

LA VERDADERA ORACIÓN

La oración es un camino que ofrece el Espíritu Santo para llegar a Dios. No es simplemente una petición o una súplica. No tendrá éxito hasta que te des cuenta de que no pide nada. ¿De qué otra manera, si no, podría cumplir su propósito? Es imposible  rezar por ídolos y esperar llegar a Dios. La verdadera oración debe evitar la trampa de convertirse en una súplica. Pide, más bien, recibir lo que ya ha sido dado;  aceptar lo que ya está ahí.

Impecabilidad

¿No te das cuenta de que lo opuesto a la flaqueza y a la debili­dad es la impecabilidad? La inocencia es fuerza, y nada más lo es. Los que están libres de pecado no pueden temer, pues el pecado, de la clase que sea, implica debilidad. La demostración de fuerza de la que el ataque se quiere valer para encubrir la fla­queza no logra ocultarla, pues, ¿cómo se iba a poder ocultar lo que no es real? Nadie que tenga un enemigo es fuerte, y nadie puede atacar a menos que crea tener un enemigo. Creer en enemigos es, por lo tanto, creer en la debilidad, y lo que es débil no es la Volun­tad de Dios. Y al oponerse a ésta, es el «enemigo» de Dios. Y así, se teme a Dios, al considerársele una voluntad contraria.

Ilusiones

¿Cómo se superan las ilusiones? Ciertamente no mediante el uso de la fuerza o de la ira, ni oponiéndose a ellas en modo alguno. Se superan dejando simplemente que la razón te diga que las ilusiones contradicen la realidad. Las ilusiones se opo­nen a lo que no puede sino ser verdad. La oposición procede de ellas, no de la realidad. La realidad no se opone a nada. Lo que simplemente «es» no necesita defensa ni ofrece ninguna. Sólo las ilusiones necesitan defensa debido a su debilidad. Mas ¿cómo podría ser difícil recorrer el camino de la verdad cuando la debi­lidad es el único obstáculo? Tú eres el fuerte en este aparente conflicto y no necesitas ninguna defensa. Tampoco deseas nada que necesite defensa, pues cualquier cosa que necesite defensa te debilitará.