COMO LA CORRIENTE DE UN RIO

 

La vida humana se asemeja a la corriente de un rio.

El rio nace irrumpiendo desde las profundidades de la tierra. Orada la dura piedra y poco a poco hilillos de agua empiezan a emergen hacia el exterior hasta que, juntos, estallan en la superficie y nacen como un pequeño pero puro manantial.

Aguas puras, genuinas, inmaculadas que  borbotean y cuyo sonido emula la serenidad del cosmos. Llantos o risas de un pequeño.

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En el sombreado paraje de la montaña las aguas buscan su camino a través de las pendientes más asequibles. Todavía no forman un rio, simplemente buscan, tantean, están abiertas a todo.

Cada vez un pequeño caudal encuentra en su camino a otro, y a otro hasta que juntos serpentean por los grandes cañones que forman entre las grandes rocas. Apretadas las aguas braman con un sonido que busca la libertad. Ya en las pendientes más bajas de las montañas, conforman un gran caudal. El tiempo y la repetición han creado un lecho más profundo por donde fluyen rápida y alegremente sus aguas formando ya una gran corriente. No hay prisa.

Tiempo de espacio y plenitud. Tiempo de crear vida y dar vida. Tiempo de remansos y encuentros con grandes rocas. Serenamente se sortean y con la misma apacible calma siguen las aguas su camino. A sus orillas crece la vida y como un gran abrazo se unen las aguas con la tierra.  Todo fluye. Fluye. Todo es perfecto tal cual es.

Cada vez las aguas del rio se van extinguiendo cuando de unen a la tierra para dar vida y hacerla fértil. El agua se transforma en árbol, hierba y flor. Entrega su vida plácidamente.

Y de esta manera se va convirtiendo en un remanso de agua que dulcemente se entrega al mar. Ha dado todo lo que ha podido y ahora se ofrece al infinito mar de la Vida para convertirse, gota a gota, en la Consciencia Eterna del Océano Cósmico.

Cuando vuelva a llover, las millones de  gotas empaparan la tierra y en sus profundidades se unirán y buscarán la luz de un nuevo amanecer.

Encarna Penalba- Desde mi ventana