Deseos

«Cuanto más quieres, menos consigues». Cuando tus deseos de obtener algo son excesivamente fuertes, al punto de jugarlo todo a una sola carta, creas un potencial excesivo enorme que rompe el equilibrio. Las fuerzas equilibrantes te arrojarán a líneas de la vida donde no habrá ninguna señal de tu objeto deseado.

Si describimos a nivel energético el comportamiento de un hombre obsesionado con su deseo, puede tener el siguiente aspecto. Un jabalí intenta atrapar un pájaro. El animal tiene muchas ganas de agarrarlo y se relame los labios, gruñe ruidosamente y revuelve la tierra de impaciencia. Por supuesto, el pájaro se aleja volando. Pero si el cazador pasea al lado del pájaro azul con una actitud indiferente, tiene muchas posibilidades de agarrarlo por la cola.

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Podemos destacar tres formas de deseo. La primera forma es aquélla en que un deseo fuerte se convierte en una intención firme de tener y actuar. Entonces el deseo se cumple. Con eso el potencial excesivo se dispersa; pues la energía del deseo se emplea en la acción. La segunda forma es un deseo inactivo fatigoso, que representa un mero potencial excesivo. Está suspendido en el campo energético y, en el mejor de los casos gasta en vano la energía; en el peor, atrae cualquier desgracia.

La más pérfida es la tercera forma, que se presenta cuando un deseo fuerte se convierte en dependencia del objeto de deseo. La importancia elevada crea automáticamente una relación de dependencia que da lugar a un fuerte potencial excesivo, que a su vez provoca la reacción de las fuerzas equilibrantes suficiente para extinguir este potencial. En estos casos suelen formarse objetivos de este tipo: «Si puedo lograr esto, mi situación mejorará mucho», «Si no lo logro, mi vida perderá todo sentido», «Si hago esto, me demostraré cuánto valgo, a mí mismo y a los demás», «Si no lo hago, no valgo un comino», «Si obtuviera esto, sería genial», «Si no lo obtuviera, estaría muy mal». Y así en distintas variantes.

Una vez que dependes del objeto deseado, te incorporas a un torbellino tan torrencial que luchar por lo deseado será simplemente superior a tus fuerzas. Al fin no lograrás nada y renunciarás a tu deseo. El equilibrio queda establecido y a las fuerzas equilibrantes no les importa en absoluto que hayas sido la víctima. Y todo ha sucedido por tu fuerte necesidad de cumplir tu deseo. «Colocaste» el deseo en un platillo de la balanza, lo demás en el otro.

Sólo la primera forma está destinada a cumplirse: cuando el deseo se convierte en una intención pura, libre de potenciales excesivos. Estamos acostumbrados a que haya que pagar por todo en este mundo; nada se nos da gratis. En realidad, sólo estamos expiando por los potenciales excesivos que nosotros mismos creamos. En el espacio de las variantes todo es gratis. Ya que nos expresamos en estos términos, deshacernos de la importancia y las relaciones de dependencia se puede considerar una forma de pago por el cumplimiento de nuestros deseos. Para pasar a la línea de la vida donde lo deseado se convierte en realidad, bastará con la energía de la intención pura. De la intención hablaremos más tarde. Ahora sólo mencionemos que la intención pura es la unión entre el deseo y la actitud, donde no hay lugar para la importancia. Por ejemplo, es pura la libre intención de ir al kiosco para comprar un periódico.

Cuanto más alto valoremos un evento, más probable es que fracase. Si concedes demasiada importancia a lo que tienes y lo aprecias mucho, lo más probable es que las fuerzas equilibrantes te lo quiten. Si lo que quieres conseguir es también demasiado importante para ti, no te hagas ilusiones de conseguirlo.

Es imprescindible que bajes el listón del significado, de la importancia.

Por ejemplo, estás loco por tu coche nuevo: lo mantienes siempre limpio, lo cuidas mucho, temes hacerle el más ínfimo raspón, en otras palabras, lo cuidas con mucha ternura y lo adoras. Como resultado surge el potencial excesivo. Pues fuiste tú quien le atribuyó tanta importancia. Pero en el campo energético, en realidad, su importancia equivale a cero. Desgraciadamente, pronto las fuerzas equilibrantes encontrarán algún imbécil que «abollará» tu coche. O tú mismo, por ser demasiado cuidadoso, te sales de la curva. Basta con dejar de adorar el coche y empezar a tratarlo de modo habitual para que se disminuya cualquier peligro. Tratar con normalidad no significa descuidar. Puedes cuidar impecablemente tu coche, sin hacer de él un ídolo.

El fuerte deseo de tener presenta otro aspecto. Existe una opinión: si tienes muchas ganas de tener algo, lo puedes conseguir. Te puede parecer que un deseo fuerte te arrastrará supuestamente a aquella línea de la vida donde éste se cumple. Pero no es así. Si el deseo se ha convertido para ti en una dependencia, en una especie de psicosis, en un anhelo histérico de conseguir lo tuyo como sea, significa que en tu interior no confías en que éste se cumpla, por lo que tu emisión se trasmite con «fuertes interferencias». Al no tener fe en la realización de tu deseo, intentas con todas tus fuerzas convencerte de lo contrario, aumentando de ese modo aún más el potencial. Hay peligro de que así malgastes toda tu existencia en «la tarea de tu vida».

Lo único que puedes hacer, en este caso, es bajar la importancia que tenga para ti el objetivo. Tienes que ir a por él como al kiosco a por un periódico.

El fuerte deseo de evitar algo es una lógica continuación de tu descontento con el mundo y contigo mismo. Cuanto más fuerte es la necesidad, más potente es el potencial excesivo. Cuanto más rechazas algo, más probable será el enfrentamiento. A las fuerzas equilibrantes les trae sin cuidado cómo se consiga el equilibrio. Y se puede lograr el equilibrio de dos modos: ya desviando te del enfrentamiento, ya encarándote con lo que quieres evitar. Es mejor que renuncies conscientemente al rechazo para no crear el potencial. Pero eso aún no lo es todo. Cuando piensas en lo que no quieres tener, emites energía en la frecuencia de aquella línea en la que sucederá eso. Siempre obtienes lo que menos quieres.

Ahora, puedes analizar por tu cuenta dónde te has excedido en la importancia y qué problemas has obtenido como resultado. Si tus asuntos andan del todo mal, manda la importancia a freír espárragos, quítate de encima las relaciones de dependencia y emite obstinadamente la energía positiva. Cuanto peor estés ahora, mejor. De esta manera puedes valorar la situación si consideras que has sufrido una gran derrota. ¡Alégrate! En este caso las fuerzas equilibrantes están de tu lado, pues su objetivo es compensar lo malo con lo bueno. Las cosas no pueden ir siempre mal, al igual que tampoco pueden siempre ir bien. Nadie es capaz de volar toda la vida sobre la ola de la suerte. En el plano energético, tus intentos conscientes por cambiar la situación deshaciéndote de la importancia tendrán aproximadamente siguiente aspecto. Te atacaron e injuriaron, te quitaron todo, te pegaron, y luego te obligaron a aceptar un saco de dinero. Cuanto más daño has sufrido, más dinero encontrarás en el saco.

Vadim Zeland: El espacio de las variantes, cap. IV