Querida amiga,

¡Cuánto me alegra oír tu voz! Además me he dado cuenta que tu llamada es como una respuesta a mi aparente soledad. Tienes un sexto sentido que percibe la necesidad y siempre ocurre cuando más añoro la voz de mi alma, cuando el sonido de la voz interior está opaca por acontecimientos externos que, en momentos, me hacen olvidar quien  soy realmente.

Por ello ¡tengo tanto que agradecerte!

Hemos hablado de la desesperanza que observamos en el mundo, la desesperanza que cae como un manto de estrellas sin luz sobre gran parte de la juventud, aquellos que son la esperanza del mundo.

Nos hemos preguntado ¡cómo  no han de desfallecer ante este hecho tan tangible en el que viven! Y ahí se han quedado nuestros pensamientos y sentimientos, sumergidos en una gran vasija que quisiéramos llenar de la mejor esperanza para ellos.

El ser humano necesita un soporte, un instrumento como lo son sus pies para caminar, una espera llena de presente y futuro, sin esto es difícil la vida cuando aún no se ha llenado de la fuerza del Espíritu. Así que, a priori,  la esperanza ha de transformarse en un largo y luminoso camino que acoja  nuestros pies al andar. Entonces esperamos, nos llenamos de fe, de vida, de armonía, de manera que los trozos perdidos del alma se unan para generar este nuevo camino por donde transitar.

Claro, esto es fácil de decir pero ¿cómo trasladarlo a los demás, qué podemos hacer? O más bien, ¿hay que hacer algo?

Me viene el símil de la golondrina. Ella recorre miles de km buscando el lugar idóneo para que nazcan sus hijos y no duda en lanzarse ahora  a recorrer ese camino, al igual que  antes lo hicieron  sus padres. Sabe y espera que va a llegar a donde les indica su instinto ancestral. A pesar de las posibles dificultades del camino no hay miedo que le haga desistir pues su esperanza es más potente que cualquier accidente. Posiblemente algunas quedaran en el camino pero  otras llegaran.

Aunque la palabra esperanza denote futuro es ahora cuando hemos de dar el primer paso hacia la creación de un mundo nuevo, como nueva ha de ser la mirada que se pose sobre él, pues únicamente cambiando nosotros, transformando la consciencia, el  mundo se transformará.  La desesperanza es un aljibe lleno temor, inseguridad, separación… ¡cuántas cosas se pierden cuando nos paramos a beber de su agua! Por eso no ha de tener cabida en el corazón del ser humano. La desesperanza paraliza, mientras que la esperanza nos incita a andar creando un nuevo devenir.

Yo veo la esperanza no solo como un acto de esperar, sino también y sobre todo, como la puerta que nos abre a un nuevo futuro pues ya hemos purificado el pasado lleno de ignorancia y materialismo. De esta manera se gesta un presente con posibilidades inmaculadas, todo nuestro, lleno de energía nueva para ponernos a vivir y trabajar con una orientación hacia los valores superiores donde no haya cabida al egoísmo, la maldad, al miedo y la desesperanza. Solo hace falta despertar y querer.

Querida y cercana amiga, nosotras apoyamos con nuestros pensamientos y sentimientos, esta posibilidad, haciéndola nuestra proyectamos un mundo nuevo tan necesario, pues el viejo ya cumplió su papel. Nada se pierde, simplemente se transforma.

 

Con indecible cariño

Encarna