El descenso al  infierno

Repentinamente, surgió de la nada un aparente pensamiento en la mente de uno de los Hijos de Dios: ¿”Puede haber un opuesto a aquello que es”? Un componente-Hijo, una parte del Todo, quería tener la experiencia de ser el Todo, la Fuente de todo Ser, y quería negar y reemplazar a nuestra Fuente. Inherente a este pensamiento era el limitar lo ilimitado, darle forma a lo informe, concretizar la abstracción y fabricar lo específico; en resumen, un rechazo a nuestro Creador-Fuente y a la creación establecida por Él; un pensamiento inconcebible en la Realidad, más concebido de algún modo.

Esta locura, esta diminuta idea loca- ¿”Puede haber un opuesto a aquello que es”?- se difundió como un rayo láser a través de toda la Filiación como un virus infeccioso. Se experimentó como un impacto de un rayo que hizo añicos la quietud del Cielo y pareció arrojar a los Hijos de Dios fuera del Reino hacia una dimensión de tinieblas y vacío. Fue como si una región parcial de la mente de la Filiación, cual fina capa de celofán, se desprendiese hacia la nada. Una disonante cacofonía de sonido pareció emerger:

“He roto el Todo porque he establecido mi auto-creación. Me he convertido en mi propio creador, mi propia fuente. Quiero ser concreto, específico, especial. Limitaré lo vastamente ilimitado, estructuraré lo informe. Erradicaré la totalidad del amor y lo encapsularé dentro de lo individual, específico y concreto.”

El descenso al infierno

Incluso en este vacío, permaneció en la Filiación la consciencia de que no podíamos hacer esto en Realidad, aunque podíamos creer que estábamos en una dimensión alterna. Utilizando el poder de nuestra Fuente, creíamos que podíamos negar a nuestra Fuente. Era como un gran experimento en una realidad alterna. Más sabíamos que no podía hacerse en ese perfecto estado de Amor y Santidad, y por consiguiente, para entronizarnos a nosotros mismos como creador tuvimos que abandonar el Reino. Únicamente al separarnos de nuestra Fuente y al negarla, oponiéndonos a la esencia del Amor, podíamos creer que esto podía lograrse. El resultado de este experimento lo hacía aparecer como si hubiese un fallo inherente en la creación y en la Divinidad que hacía a Dios impotente e imperfecto, y por lo tanto desvirtuaba la creación.

Yo, como uno de los componentes de la Filiación, experimenté estos pensamientos, que parecían ser como una espiral descendente, la cual iba crescendo hacia un tono de violenta intensidad. Fue una experiencia de absoluto terror e intenso miedo; emociones de pérdida y de pesar, que no tenían paralelo puesto que no los había experimentado antes. La certeza había desaparecido, el conocimiento se había desvanecido, y yo no lo entendía. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Dónde estaba yo? ¿Qué era yo? Pensaba para mis adentros que esta experiencia de vacío-no-ser, no-espíritu- era lo otro, lo opuesto de nuestro Hogar y del Amor. La unidad había desaparecido para mí; allí donde todo había sido uno, comenzaron a aparecer formas opacas, y ahora percibía separados muchos Hijos-componentes de Dios.

Gloria y Kenneth Wapnick: Despierta del sueño, cap. II