El encanto de la belleza

Para estar siempre acompañados por el encanto de la belleza, podemos prestar una atención especial a nuestro entorno físico y decidir rodearnos de belleza. De belleza, no de lujo, que no es lo mismo, ni muchísimo menos. Algunos elementos de la Naturaleza, como flores, plantas, piedras, etc. o fotografías inspiradoras u otros elementos sencillos son suficientes para dar una nota personal y, sobre todo, muy viva a lo que nos rodea. El alma es muy sensible a lo que registran los sentidos. Podemos decorar la casa y el lugar de trabajo de manera personal, original y creativa, para que el entorno nos ponga en todo momento en sintonía con nuestro Corazón, con nuestros valores más elevados. Así, en lugar de “funcionar” desde la cabeza, todos los días estamos inspirados y nos resulta más fácil actuar a partir de los valores superiores, de la intuición y de una percepción más sutil de las cosas. Al poner la belleza en la materia, le aportamos a ésta una radiación que alimenta al alma.

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A medida que se eleva nuestra frecuencia vibratoria, sea a consecuencia de un trabajo consciente, sea por el efecto natural de la Tierra, lo cierto es que nos hacemos más sensibles a las vibraciones que nos rodean. Puesto que ahora sabemos que vivimos inmersos en un océano de energías, comprendemos que sea necesario conocer la calidad de las vibraciones de todo lo que nos rodea, y en particular las de las personas y los grupos con los que nos relacionamos con más frecuencia. Estamos todos en interacción energética en ese gran campo y nos influenciamos continuamente unos a otros. Así como cuidamos los alimentos que ingerimos –de lo contrario nos pondríamos enfermos–, así también debemos cuidar las vibraciones que recibe nuestro cuerpo energético. Mientras el ser humano esté poco desarrollado, con unos cuerpos sutiles más bien toscos, el impacto vibratorio del entorno no le afecta mucho. Pero cuando afina su percepción, cuando se hace más sensible, el impacto es mayor. Es una ventaja en el sentido de que puede aprovecharlo para rodearse de vibraciones elevadas y nutrirse de ellas; pero tiene la contrapartida de que también es más sensible a las vibraciones bajas, por lo que hay que estar muy alerta. Si nos relacionamos a menudo con según quién y frecuentamos lugares donde las vibraciones son caóticas, podemos caer “enfermos” energéticamente: cansancio, depresión, malhumor, pérdida de la alegría de vivir, sufrimiento… sin saber por qué. Para permanecer sano de espíritu y de corazón en el mundo acelerado en que vivimos y poder saciarnos de la presencia silenciosa y bienhechora del Maestro que reside en el Corazón, es indispensable vigilar la calidad vibratoria de cuanto nos rodea.

Annie Marquier: El maestro del corazón, cap. 18-II