El estado de nuestro ser

A cada momento el conocimiento del hombre depende de su ser. Esto es lo que no entendemos. El hombre puede obtener sólo tanto conocimiento como su ser lo permite; de lo contrario su conocimiento será tan sólo palabras. Si el conocimiento se da a varias personas, una de ellas lo obtiene, otras no. ¿Por qué? Evidentemente, porque el ser de éstas últimas es diferente.

El estado de nuestro ser

Entendemos la diferencia de los objetos, pero en el pensar corriente no entendemos la diferencia del  ser.  ¿Qué aprendemos en este sistema? Primero, que no  somos uno,  que tenemos muchos «yoes», que no hay un «yo» central que controle. Este es el estado de nuestro ser. El resultado es la mecanicidad: somos máquinas. Si nos manejamos como para ser menos mecánicos, menos divididos en nosotros mismos, si nos manejamos para tener más control de nosotros mismos, eso significará que nuestro ser ha cambiado.

Cuando me encontré con este sistema, me demostró que el cambio del ser era necesario, porque no somos lo que juzgamos ser. Si fuéramos lo que juzgamos ser, si tuviéramos consciencia, voluntad, si pudiéramos «hacer», entonces sólo el conocimiento sería necesario. Pero todos pensamos sobre nosotros mismos de manera diferente de lo que somos en realidad. Y es exactamente esta diferencia, entre lo que somos y lo que pensamos que somos, la que muestra lo que falta en nuestro ser. De modo que son necesarias dos cosas: el cambio del conocimiento y el cambio del ser.

Estamos en una habitación, corriendo de un rincón al otro. En un rincón pensamos que somos una, cosa, en otro pensamos que somos diferentes. No podemos cambiar precisamente porque hemos ido de un rincón a otro. Lo que parece cambio es cambio a través de imitación, cambio de condiciones, gustos y rechazos.

De modo que usted ve que la evolución del hombre es absolutamente posible, pero es posible sólo cambiando el conocimiento y cambiando el ser; y cambiar el ser significa adquirir la consciencia. Eso no puede sobrevenir por sí mismo, no puede «ocurrir».

La observación de sí está conectada con ciertas prácticas definidas. Si usted se limita a observar cómo suceden las cosas, perderá muchas cosas; pero si trata de luchar contra alguna de las cosas que ve, por ejemplo contra los malos hábitos, de inmediato empezará a ver muchas  cosas  que  ordinariamente  no  advierte.

Si queremos desarrollar la consciencia y mejorar nuestras funciones, casi desde  el  comienzo  mismo  de  la  observación  de  sí  se  nos  advierte  que  ensayemos  y detengamos  algunas  de  nuestras  funciones  que  son  no  sólo  inútiles  sino  definidamente dañinas. Por ejemplo, al observarse, particularmente al observar la función emocional, trate de detener lo más que pueda toda expresión de las emociones negativas. Las vidas de muchas personas consisten prácticamente en eso; expresan las emociones negativas en todo momento posible, en alguna ocasión, sea apropiada o  inapropiada; siempre pueden encontrar algo errado en todo. La principal tendencia del hombre nº 1, n° 2 y n° 3 es expresar inmediatamente todas sus emociones negativas. Si efectúa un esfuerzo para detener su expresión, esto le da material para la observación, y se ve desde un ángulo absolutamente diferente. Si realiza serios esfuerzos en esta dirección, muy pronto se convencerá que no tiene voluntad, porque es algo dificilísimo detener esta expresión de las emociones negativas. Al mismo tiempo, es necesario.

Otra función inútil es la charla; charlamos demasiado. Charlamos y charlamos y charlamos, y en realidad nunca lo advertimos. Por lo general, pensamos que charlamos muy poco, demasiado poco, pero particularmente aquellas personas que charlan más, piensan que nunca hablan. Esta es una materia muy útil para observar. Verá cómo pasa su día, cuántas cosas mecánicas dice en ciertas condiciones, cuántas otras cosas mecánicas en otras condiciones. O advertirá que usted precisamente charla y charla porque le da placer, o llena su tiempo. Es necesario observar esto y detener por lo menos algo de esta charla innecesaria. La charla, la imaginación, la mentira y la expresión de las emociones negativas son, de hecho, nuestras principales funciones.

P.D. Ouspensky: El Cuarto Camino, cap. II