El hombre dormido

Poquísimas personas son capaces de comprender que están dormidas, y de hacer los esfuerzos necesarios para despertar. Primero, el hombre debe estar preparado, debe entender su situación; segundo, debe tener bastante energía y un deseo suficientemente fuerte para poder salir.

En toda esta extraña combinación que es el hombre, lo único que puede cambiarse es la consciencia.

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Al mismo tiempo, comprendemos que suceden vislumbres de consciencia de sí, y que lo que nos impide tener más vislumbres de éstas es el hecho de que no nos recordamos: estamos dormidos.

La primera cosa necesaria en un estudio serio de uno mismo es entender que la consciencia tiene grados. Deben recordar que no pasan de un estado de la consciencia a otro, sino que éstos están añadidos uno al otro.

La segunda cosa necesaria en un estudio serio de uno mismo es el estudio de las funciones mediante la observación de éstas, aprendiendo a dividirlas en el sentido correcto, aprendiendo a reconocer cada una separadamente.

No comprendemos que hay cuatro seres independientes en nosotros, cuatro mentes independientes. Siempre tratamos de reducir todo a una sola mente.

La que llamamos instintiva es el hombre físico. El hombre motor es también un hombre físico, pero con diferentes inclinaciones. Luego está el hombre sentimental o emocional, y el hombre teórico o intelectual.

Moverse, pensar, sentir, tener sensaciones, éstas son funciones; pueden trabajar con absoluta independencia de si estamos conscientes o no; en otras palabras, pueden trabajar mecánicamente. Estar consciente es algo absolutamente diferente. Pero si estamos más conscientes, inmediatamente aumenta la intensidad de nuestras funciones.

Las funciones pueden compararse con máquinas que trabajan en variables grados de luz. Estas máquinas son tales que pueden trabajar mejor con luz que en la oscuridad; en cada momento que hay más luz, las máquinas trabajan mejor. La consciencia es la luz y las máquinas son las funciones.

P. D. Ouspensky: El Cuarto Camino, cap. III