El hombre sobre la Tierra

El hombre vive sobre la Tierra, pero la Tierra es uno de los planetas del sistema solar, de modo que el hombre también pertenece al mundo planetario. La Tierra ocupa cierto lugar en el sistema solar, de modo que podemos decir que nosotros también pertenecemos al Sol. El Sol es una de las estrellas de la Vía Láctea, de modo que, en un sentido, pertenecemos tam- bién a la Vía Láctea. Luego, la ciencia corriente entiende y admite la existencia de otras galaxias, similares o diferentes a nosotros, de modo que también pertenecemos al mundo de todas las galaxias consideradas juntas. Astronómicamente, no podemos ir más allá, pero filosóficamente, podemos concebir un estado de cosas en el que todo es uno, como una manzana es una sola. A este estado lo llamamos el Absoluto. De modo que todas las galaxias, nuestro sistema solar, los planetas, la Tierra y la Luna, que está en la esfera de influencia de la Tierra, están todos en el Absoluto.

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El Absoluto crea realmente sólo el mundo del orden siguiente a sí mismo y la Voluntad del Absoluto no se manifiesta más allá del Mundo nº 3. A medida que la cantidad de leyes aumenta, éstas se tornan cada vez más mecánicas y complicadas, y la Voluntad del Absoluto no puede atravesar la mecanicidad intermedia y manifestarse en los mundos inferiores. Pero la pelota empieza a rodar, por así decirlo. Trate de pensar en eso: es muy importante.

El Absoluto crea solamente el primer orden de leyes. Si quiere manifestar su voluntad en nuestro nivel, tendrá que destruir todas estas leyes. Estamos rodeados y controlados por cantidades de leyes mecánicas; cuando empezamos a ver eso, comprendemos que, para la voluntad del Absoluto, es imposible entrar en nuestro nivel. A fin de hacer eso, el Absoluto tendría que destruir todos los mundos intermedios, puesto que todo depende de las leyes que los gobiernan. Un pequeño cambio significaría la destrucción de todo el Rayo de la Creación.

Esto lo podemos entender hasta cierto punto por analogía. Si tomamos al hombre como el Absoluto y tratamos de hallar los límites últimos que él puede alcanzar por su voluntad, hasta el conocimiento más superficial de la fisiología humana nos dará una respuesta a esta cuestión. La voluntad del hombre (tomándola como un concepto condicional) puede gobernar los movimientos de todo el cuerpo; de los miembros separados, de algunos órganos y de la respiración. Si un hombre concentra su atención en la punta de su nariz, empieza a sentirla. Mediante esta concentración, él puede provocar incluso una leve sensación en algunos tejidos. Pero de ningún modo puede manifestar su voluntad en relación con alguna separada célula de su cuerpo; las células son demasiado pequeñas para esto. La voluntad del hombre puede manifestarse sólo en relación con los tejidos, en relación con las células no puede manifestarse más.

Si tomamos al hombre como análogo al Absoluto, los tejidos corresponderán al Mundo n° 3, y las células al Mundo nº 6.

O, para tomar otra analogía, si un arquitecto dibuja el plano de una casa y se lo da a los constructores y contratistas, aquél no puede interferir después con los albañiles, ni con la gente que vive en la casa una vez construida, si no te gusta el modo como aquélla se comporta.

Trate de entender que cada nivel aporta más leyes, independientemente de los otros niveles. El arquitecto ha confeccionado su plano y terminado con la casa. En este plano- no entraron muchas cosas: el trabajo de los decoradores, la gente que vivirá en la casa, los gatos, perros, ratones, etc. Es cuestión de entender el principio. Muchas cosas entran en cada plano, independientemente del plan original.

 continuará …..

P. D. Ouspensky: El cuarto camino, cap. VIII