El propósito de enseñar

El origen de las capacidades representó el principio de la incer­tidumbre porque las capacidades son logros en potencia, pero todavía no son logros. Tus capacidades son inútiles en presencia de los logros de Dios y de los tuyos propios. Los logros son resultados que ya se han alcanzado. Cuando son perfectos, las capacidades dejan de tener sentido. Es curioso que lo que es perfecto tenga ahora que ser perfeccionado. De hecho, eso es imposible. Más recuerda que cuando te pones a ti mismo en una situación imposible crees que lo imposible es posible.

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Debes desarrollar tus capacidades antes de poder usarlas. Esto no es cierto con respecto a nada que Dios creó, pero es la solución más benévola para lo que tú has fabricado. En una situación imposible puedes desarrollar tus capacidades hasta el punto en que ellas mismas te pueden liberar de tal situación. Dispones de un Guía que te muestra cómo desarrollarlas, pero no tienes otro jefe que tú mismo. Esto te pone a cargo del Reino, con un Guía para encontrarlo y los medios para conservarlo. Tienes un mo­delo a seguir que reforzará tu mando y nunca lo menoscabará en modo alguno. Por consiguiente, ocupas todavía el lugar central en tu imaginada esclavitud, lo cual de por sí demuestra que no eres un esclavo.

Te encuentras en una situación imposible únicamente porque crees que es posible estar en una situación así. Te encontrarás en una situación imposible si Dios te mostrase tu perfección, y a la vez te probase que estabas equivocado. Esto demostraría que los que son perfectos son incapaces de cobrar conciencia de su pro­pia perfección, y reforzaría la creencia de que aquellos que lo tienen todo necesitan ayuda y son, por lo tanto, desvalidos. Éste es el tipo de «razonamiento» en que el ego se embarca. Dios, que sabe que Sus creaciones son perfectas; no las humilla.  Eso sería tan imposible como la noción del ego según la cual él ha humi­llado a Dios.

Por eso es por lo que el Espíritu Santo jamás da órdenes. Dar órdenes implica desigualdad, y el Espíritu Santo demuestra que la desigualdad no existe. Ser fiel a una premisa que se ha aceptado es una ley de la mente, y todo lo que Dios creó es fiel a Sus leyes. Es posible también ser fiel a otras leyes, pero no porque las leyes sean ciertas, sino porque tú las promulgaste. ¿De qué te serviría que Dios te probase que has pensado de forma demente? ¿Podría Dios perder Su propia certeza? He dicho frecuentemente que eres lo que enseñas. ¿Querrías que Dios te enseñase que has pecado?  Si Él confrontase al ser que fabricaste con la verdad que Él creó para ti, ¿cómo no ibas a tener miedo? En ese caso dudarías de tu mente recta, que es el único lugar donde puedes encontrar la cor­dura que Él te dio.

Dios no enseña, pues enseñar implica una insuficiencia que Dios sabe que no existe. Dios no está en conflicto. El propósito de enseñar es producir cambios, pero Dios sólo creó lo inmuta­ble. La separación no fue una pérdida de la perfección, sino una interrupción de la comunicación. La voz del ego surgió entonces como una forma de comunicación estridente y áspera. Esto no podía alterar la paz de Dios, pero sí podía alterar la tuya. Dios no la acalló porque erradicarla habría sido atacarla. Habiendo sido cuestionado, Él no cuestionó. Él simplemente dio la Respuesta. Su Respuesta es tu Maestro.

Un Curso De Milagros 1: Cap. 6-IV