EL   TESORO  ESCONDIDO

Posiblemente, percibimos la vida actual llena de carencias. Acontecimientos externos nos invaden, desnudan y nos vacían de muchas cosas que creíamos  necesarias e incuestionables para sentir la felicidad o al menos, cierta seguridad en el día a día.  Pero en los momentos actuales, la humanidad, en una gran mayoría,  está hallando su verdadera esencia al  verse desnuda de todo lo superfluo y perecedero. Nuestra manera de pensar se está transformando pues,  de la misma manera que caen las hojas de los árboles en el otoño, caen  los ropajes que nos cubren y ocultan el verdadero Tesoro que se encuentra en nosotros.

 

El ser humano es el ser más rico y abundante de la tierra a pesar de las apariencias, a pesar de nuestras dudas y desesperanza. ¿Por qué digo esto? Porque nuestro corazón es el poseedor del mayor tesoro, del único bien y se nos olvida. Lo ignoramos. El corazón es como el sol que ilumina y da la vida. Es la Vida y la Plenitud.

Ha hecho falta que algo externo hiciera temblar la sociedad y nuestra personalidad para que del derrumbe surgiera algo nuevo, pero a la vez siempre eterno e imperecedero. Ha surgido para todos  nosotros sin excepción. Y así, entre los escombros, encontramos un tesoro y con su brillo alcanzamos una nueva visión, una manera inmanente de ver que influencia toda nuestra vida haciéndola trascendente.

El tesoro encontrado es la radiación de la Presencia Divina que brota del corazón cuando este se desapega y ve, de entre los cimientos caídos, la realidad del mundo y su constante inestabilidad.  Entonces surge la luz que como un ropaje nos abraza, recubre, penetra y a la vez irradia a todos y a todo. Esto es la mayor ofrenda que podemos dar a los que nos rodean. El tesoro escondido en el corazón ya no se oculta  más.

El Maestro Jesús dijo “Allí donde esté tu tesoro estará tu corazón”. Efectivamente, ambos no pueden estar separados, son la consecuencia única de una misma causa.

Encarna Penalba