Energías que trabajan a través de nosotros

Cada centro está adaptado para trabajar con cierto género de energía, y recibe exactamente la que necesita; pero todos los centros se roban uno al otro, y, de ese modo, un centro que necesita un género superior de energía es reducido a trabajar con un género inferior, o un centro adaptado para trabajar con una energía menos potente usa una energía más potente, más explosiva. He aquí cómo trabaja la máquina en la actualidad. Imagínese varios hornos: uno  tiene que trabajar con petróleo crudo, otro con madera, y  un  tercero con gasolina. Suponga  que  al  diseñado  para  madera,  se  le  da  gasolina:  no  pueden  esperarse  sino explosiones. Y luego imagínese un horno diseñado para gasolina, y verá que no puede trabajar apropiadamente con madera o carbón.

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Debemos distinguir cuatro energías que trabajan a través de nosotros: la energía física o mecánica: por ejemplo, moviendo esta mesa; la energía vital que hace que el cuerpo absorba los alimentos, reconstruya los tejidos, etc., la energía psíquica o mental, con la que trabajan los centros, y la más importante de todas, la energía de la consciencia.

La energía de la consciencia no es reconocida por la psicología ni por las escuelas científicas. La consciencia es considerada como parte de las funciones psíquicas. Otras escuelas niegan completamente la consciencia y todo lo consideran mecánico. Algunas escuelas niegan la existencia de la energía vital. Pero la energía vital es diferente de la energía mecánica, y la materia viva sólo puede crearse partiendo de la materia viva. Todo crecimiento procede de la energía vital. La energía psíquica es la energía con la que los centros trabajan. Pueden trabajar con la consciencia o sin la consciencia, pero los resultados son diferentes, aunque no tanto como para que la diferencia pueda ser distinguida con facilidad en los otros. Uno sólo puede conocer la consciencia en uno mismo.

Para cada pensamiento, sentimiento o acción, o para estar conscientes, debemos tener la energía correspondiente. Si no la obtuvimos, descendemos y trabajamos con energía inferior: llevamos meramente una vida animal o vegetal. Luego, acumulamos de nuevo energía, tenemos nuevamente pensamientos, podemos nuevamente estar conscientes por breve tiempo.

Ni siquiera una enorme cantidad de energía física puede producir un pensamiento. Para el pensamiento se necesita una solución diferente, más fuerte. Y la consciencia requiere una energía aún más rápida, más explosiva.

Usted tiene que usar la energía para mantener la atención. Eso es trabajo, y el trabajo necesita energía, aunque, por el otro lado, ahorre energía: ahorra el desperdicio de energía en otra dirección. Si usted hace las cosas sin atención, eso significará una pérdida mucho mayor.

 Controlar la atención es tan difícil por falta de hábito. Estamos demasiado acostumbrados a dejar que las cosas ocurran. Cuando queremos controlar la atención o algo más, lo hallamos difícil, tal como el trabajo físico es difícil si no estamos acostumbrados a él.

La energía puede almacenarse cuando usted es capaz de almacenarla. Pero, al principio, la cuestión no estriba en almacenar sino en no desperdiciar. Tendríamos bastante energía para todo lo que queremos hacer si no la desperdiciáramos en cosas innecesarias. Por ejemplo, la razón de que seamos tan formativos es que somos demasiado torpes, no sentimos lo bastante. Pensamos que sentimos, pero esto es una ilusión. Y la razón de por qué sentimos tan poco es porque no tenemos energía disponible para el centro emocional.

Ya hablamos de las pérdidas de energía, pero lo peor de todo es la expresión de las emociones negativas. Si usted puede detener la expresión de las emociones negativas, ahorrará energía y nunca sentirá la falta de ésta.

Sólo podemos esperar tornarnos seres conscientes si usamos, del modo correcto, la energía que ahora es usada del modo incorrecto. La máquina puede producir bastante energía, pero usted puede desperdiciarla al enojarse, o irritarse, o algo por el estilo, y entonces queda muy poca. El organismo normal produce la suficiente energía no sólo para todos los centros sino también para el almacenaje. La producción está correctísima, pero el gasto está equivocado. Estas pérdidas tienen que estudiarse, porque con algunas clases de pérdidas no vale la pena seguir hasta que se las interrumpa, pues cuanta más energía uno acumula, más perderá. Esto sería como derramar agua en un tamiz. Ciertas emociones negativas producen precisamente tales pérdidas. En ciertas ocasiones, algunas personas atraviesan una variación total de emociones negativas tan habituales que ni siquiera las advierten. Eso puede ocupar sólo cinco minutos o cinco segundos, pero puede ser suficiente como para gastar toda la energía que su organismo produjo durante veinticuatro horas.

Quiero llamar particularmente su atención sobre esta idea de la emoción negativa y sobre el estado de la emoción, negativa. Este es realmente el segundo punto importante; el primero se refería a la consciencia: que no estamos conscientes y que podemos volvernos conscientes. Es necesario comprender que no hay una sola emoción negativa útil, útil en cualquier sentido. Las emociones negativas son todas un signo de debilidad. Luego, debemos comprender que podemos luchar con ellas; pueden ser vencidas y destruidas, porque para ellas no hay un centro real. Si tuviesen un centro real, como las emociones instintivas, no habría posibilidad; permaneceríamos eternamente en poder de las emociones negativas. De modo que es una suerte para nosotros que no tengan un centro real; es un centro artificial que trabaja, y este centro artificial puede ser abolido. Cuando se hace esto, nos sentimos mucho mejor por ello. Incluso,  darse  cuenta  de  que  esto  es  posible  es  muchísimo,  pero  tenemos  muchas convicciones, prejuicios y hasta «principios» sobre las emociones negativas, de modo que es muy difícil librarse de la idea de que son necesarias.

P. D. Ouspensky: El Cuarto Camino, cap. 3