Espejismos II

Bajo la influencia de los péndulos suelen caer sobre todo los adolescentes, puesto que acaban de entrar en este mundo y no saben qué hacer y cómo actuar. Es más fácil, confiable y seguro mezclarse con la multitud, no destacarse mucho y vivir como todos. El instinto gregario les da sensación de seguridad, pero destruye por completo cualquier germen de individualidad en cada uno. Podemos notar que, en su mayoría, los jóvenes se visten igual, utilizan el mismo lenguaje («genial, guay, mola mazo…»), se portan de manera totalmente uniforme. A pesar del brillo superficial de la autonomía e independencia, los jóvenes se someten obedientemente a la regla de los péndulos: «¡Haz como yo!». Ellos consideran que llevan el modernismo de la generación nueva. Pero, ¿quién de ellos crea esa novedad?

3 (16)

Entre los adolescentes, siempre se convertían en líderes, como también en marginados, los únicos, los que permitían revelarse a sus incomparables cualidades del alma. Al desarrollar su individualidad, tales personas, más tarde, se tornaban árbitros de la moda, marcaban pautas, creaban nuevas tendencias, descubrían nuevas perspectivas y posibilidades. Ellos no copiaban la experiencia ajena, no obedecían las reglas, sino que se permitían realizar las cualidades singulares de su alma. Los péndulos no soportan la individualidad, pero no les queda otro remedio que reconocer a la estrella naciente como su favorito. Los péndulos elevan al pedestal a los favoritos siguientes y los presentan a los partidarios corrientes como nuevos objetos para imitar.

No hay nada malo en que un niño quiera ser tan fuerte como su héroe. Ni en que la niña quiera ser tan guapa como su heroína. Sólo que no hay que copiar lo que te haya gustado en otros. Por ejemplo, proponerte tener una musculatura exactamente igual, moverte exactamente de la misma manera, hablar, cantar, jugar exactamente así como lo hace el otro. Ese otro te ha gustado precisamente porque él ha realizado sus cualidades únicas en su propio sector.

Por supuesto, habrá que tener algún ejemplo inicial. Un ejemplo como prototipo, pero no como patrón ni como objeto al que quieres parecerte. Tu patrón es tu alma. Simplemente permítele revelar todas sus cualidades en su propio sector.

Es mejor colgar en la pared la foto propia y admirarla, en vez de admirar la imagen de una estrella. Amarse uno mismo es muy útil y beneficioso. El amor por uno mismo se convierte en arrogancia y es castigado por las fuerzas equilibrantes sólo cuando está acompañado por el desdén hacia los demás.

Tú eres realmente una persona única; en eso nadie puede competir contigo. Sólo permítete ser tú mismo. En tu condición de único para ti no existe competencia. Recuerda tu derecho a ser único y obtendrás una ventaja muy grande ante aquellos que intentan copiar la experiencia ajena. Al tratar de ser igual que él (ella), nada te resultará. Sé tú mismo. Permítete este lujo. Si te haces pasar por una estrella ya existente, será o bien una copia, o bien una parodia de esa estrella. Copiar a otros no te convierte en estrella.

Cuando abandones tus inútiles intentos de parecerte a alguien, todo te saldrá bien. Cuando dejes tus inútiles intentos de repetir el guión ajeno, todo te saldrá bien de nuevo. Cuando tú mismo reconozcas la magnificencia de tu individualidad, a los demás no les quedará otro remedio que concordar contigo. Permítete la impertinencia de tener.

Todos los grandes actores se interpretan a sí mismos. Parece algo extraño, puesto que todos los papeles son diferentes, pero la personalidad, el carácter, el encanto de la misma persona se reconocen enseguida. El papel más complicado es interpretarse uno mismo, permitirse ser uno mismo, quitarse la máscara. Interpretar una personalidad ajena es fácil, puesto que es mucho más fácil ponerse una máscara. Pero sólo será una interpretación de actor, una técnica profesional. Sin embargo, quitarse la máscara es mucho más complicado. Y si alguien logra hacerlo no será una interpretación, sino algo que llamamos la vida en el escenario.

Pero esa dificultad sólo es aparente. En realidad es bastante fácil decidirse a tener. Para eso sólo necesitas quitarte de encima los estereotipos inculcados por los péndulos y, por fin, creer en las infinitas posibilidades de tu alma. Los péndulos no podrán impedirlo si decides volver la espalda a la experiencia ajena y permitirte tú mismo ser estrella. Ellos sólo podrán inculcarte pensamientos deprimentes tales como: «Una estrella debe ser guapa, y yo soy fea/o. Una estrella debe cantar, interpretar, bailar bien, y yo no soy capaz de nada de eso. Una estrella debe tener talento, y yo no lo tengo. No podré hacerlo. Tengo que mirar cómo lo hacen los otros».

Realmente, mira a las estrellas de música, ciencia, deporte, negocios, etcétera. La mayoría de ellos, si no todos, no responden en absoluto a los estándares generales y a las ideas comunes de cómo debería ser una estrella. Cada famoso tiene un montón de imperfecciones que pueden eclipsar cualquier cualidad. Por ejemplo, ésa tiene una nariz muy larga, pero todos la consideran una mujer bella. La voz de ésta no es nada buena, pero su canto arrebata a todos. Aquélla no posee en absoluto dotes de actriz; a lo sumo valdría para directora de cine, pero se coló de alguna manera y ahora es una estrella. Este pequeño gordinflón, ¿por qué méritos las mujeres le quieren tanto? Aquél, poca cosa vale: ¿y qué es lo que la gente encuentra en él?

Parecería que la individualidad no cabe dentro de la regla «haz como yo». Pero reconócelo, es precisamente este hecho la condición indispensable para el nacimiento de una estrella. Una personalidad brillante infringe la regla y a los péndulos sólo les queda reconocer que es un caso excepcional, aunque los estereotipos todavía siguen en vigor. Todas las estrellas ofrecen casos excepcionales. Y tu caso también será una excepción de los estereotipos aceptados por todos.

Puedes cantar con una voz estupenda y permanecer a la sombra. O cantar abominablemente, pero de una manera peculiar con la que todos estarán encantados. Puedes poseer capacidades intelectuales brillantes y nunca lograr nada. Y un triste mediocre que anda obsesionado con sus ideas locas, al fin hará un gran descubrimiento. Puedes estar bien dotado físicamente, pero nunca llegar a ser una estrella del deporte. Pero aquel que se atreva infringir los estereotipos comunes, el que en el campo juegue como nadie lo espera, saldrá ganador. El truco te quedó claro. Ten la impertinencia de volver la mente hacia tu alma única e irrepetible. No temas quebrantar los estereotipos de los péndulos.

Pero no vayas a tragarte el otro anzuelo de los péndulos. Ellos pueden provocarte para que salgas pitando en búsqueda de un objetivo ajeno, con el que, salvo decepciones, no ganarás nada. ¿Para qué necesitas un objetivo ajeno? Escucha a tu alma, no a la mente. El alma sabrá mejor dónde puedes realizarte como estrella.

En el mundo de los péndulos existe una ley: en favoritos se convierten sólo unos pocos; los demás deben cumplir las funciones de los partidarios corrientes y obedecer las reglas establecidas del sistema. El Transurfing no es capaz de infringir esta ley, pero te ayudará a quebrantarla concretamente a ti, si lo quieres. Los péndulos se verán obligados a incluirte entre sus favoritos si aprovechas las cualidades únicas de tu alma.

Vadim Zeland: El susurro de las estrellas de madrugada, cap. 3