Estados superiores de consciencia

El objetivo es llegar a los estados superiores de consciencia y poder trabajar con los centros superiores. Todo el resto es para eso, a fin de alcanzar eso. Es necesario hacer mil cosas que parecen no tener relación con esto, pero todas son necesarias, porque vivimos debajo del nivel normal. Primero debemos llegar al nivel normal, y segundo, debemos tratar de desarrollar cosas y posibilidades nuevas. En esto nadie podrá ayudarle, sólo podrán hacerlo su propio trabajo y su propio entendimiento. Deberá empezar con el entendimiento. Estas pláticas y este sistema han de dar entendimiento. El paso siguiente depende de sus propios esfuerzos. El cambio del ser sólo puede lograrse si usted recuerda todo lo que se dijo y si no se consiente excepciones ni desecha cosas que le disgustan. Si hace esto, no tendrá una relación correcta con lo que se dijo, y aunque trate de recordarlo, eso no cambiará nada.

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La normalidad es la capacidad para el desarrollo. Habitualmente, las personas están debajo de lo normal. Sólo desde el nivel del hombre corriente empieza la posibilidad de desarrollo. Pero hay muchos estados debajo del estado del hombre corriente. Las personas que están demasiado identificadas, o hipnotizadas por las ideas formativas, o que mienten demasiado, son más máquinas que un hombre corriente. Ser un hombre corriente es ya un estado relativamente alto, porque desde este estado es posible moverse.

Lo extraño es que, por regla general, las personas no conocen su objetivo. El objetivo sólo puede formularse si uno ya conoce algo sobre su propia posición. Si un hombre no comprende su posición, todos sus objetivos serán imaginarios. De modo que le aconsejo pensar sobre su objetivo: qué pensó sobre él antes y cómo describiría lo que uno puede obtener, y qué debe tratar de obtener. Es inútil describir un objetivo que usted sabe que no puede alcanzar. Pero si tiene un objetivo que puede esperar alcanzar, su trabajo será consciente, serio.

El poder motor en todas nuestras acciones es de dos clases: algo nos atrae o algo nos rechaza. No podemos saber qué podemos alcanzar en el futuro remoto, pero conocemos muy bien la situación en que estamos. Si entendemos esto, nos dará un objetivo claro. El objetivo será salir de esta situación. Podemos conocer en nosotros ciertas cosas de las que debemos tratar de librarnos.

El objetivo deberá ser formulado, entendido y recordado claramente. Sólo entonces es posible llegar a resultados. Si el objetivo se olvida a cada momento, ningún resultado es posible. El hombre que comprende su posición, ¿cómo puede formular su objetivo? Verá que el centro de gravedad de su posición está dormido; entonces su objetivo será despertar. O si ve su mecanicidad, su objetivo será librarse de la mecanicidad. Ambos llegan a la misma cosa. Vea, es una visión simple y práctica.

El objetivo significa dirección, cierta línea. Si mi objetivo es irme a casa desde aquí, para mi estará bien doblar a la derecha, y mal doblar a la izquierda. He aquí cómo puede establecer el principio del bien y del mal. No puede haber definición de bien y mal, o correcto y equivocado, sin establecer primero un objetivo o dirección. Cuando usted tiene un objetivo, entonces lo que se opone a su objetivo o le aparta de él está equivocado, y lo que ayuda a su objetivo es correcto. Este deberá ser su objetivo personal. Si corresponde a las posibilidades de desarrollo, entonces el sistema explica estas posibilidades. Y si usted entiende que lo que nos impide alcanzar nuestro objetivo es la mecanicidad y lo que nos ayuda es la consciencia, se colegirá que la consciencia representa al bien y la mecanicidad al mal. De modo que, en vez de «bien» y «mal», el sistema usa las palabras “consciente” y “mecánica». Esto es absolutamente suficiente para todos los fines prácticos.

Lo que es correcto para nosotros es lo que ayuda a nuestro desarrollo, a nuestro despertar y a nuestra lucha con la mecanicidad; y lo que está equivocado para nosotros, es lo que anima nuestras tendencias mecánicas, lo que nos impide cambiar, lo que obstaculiza nuestro desarrollo.

P. D. Ouspensky: El cuarto camino, cap. VI