Estar solo

La meditación es el acto de estar solo. Este acto es por completo diferente de las actividades del aislamiento. La naturaleza misma del “yo”, del sí mismo, del ego, es el aislamiento propio, ya sea a través de la concentración, de las diversas formas o métodos de meditación o de las separativas actividades cotidianas. Pero estar solo no es retirarse del mundo. El mundo del hombre es gregario, es la relación mutua de influencias, de opiniones y del peso de la tradición. Es el entretenimiento del pensar y la actividad del ensimismamiento. Esto conduce inevitablemente a la soledad y desdicha del autoaislamiento.

Estar solo[1] es posible únicamente cuando la mente se halla fuera de la influencia que ejerce la sociedad, cuando uno está internamente libre del desorden social. Esta libertad es virtud, y la virtud está siempre sola; la moralidad social es la continuación del desorden. La meditación consiste en trascender este desorden, no en el placer personal de visiones o experiencias expendidas. Estas experiencias son siempre aisladoras.

El amor no es separativo, y así como el amor no puede ser cultivado, la soledad no es cosa del pensamiento. Cuando hay libertad con respecto a las actividades del pensar, la soledad llega tan naturalmente como la salida del sol.

Estar solo

El sol del atardecer daba ahora sobre el césped nuevo y había esplendor en cada brizna de hierba. Las hojas primaverales estaban justo por encima de uno, tan delicadas que no se las sentía al tocarlas, tan vulnerables que un niño podía arrancarlas al pasar. Y se veía el cielo azul sobre los árboles y cantaban los mirlos. El agua del canal estaba tan quieta que, literalmente, uno no podía distinguir entre el reflejo y lo real. Había un nido de patos con media docena o más de huevos en su interior, a los que la madre había cubierto con hojas secas. Cuando uno regresó pudo verla sentada sobre ellos aparentando que no estaban allí. Y después, mientras uno seguía caminando a lo largo de ese canal, en medio de las ramas altas con esas maravillosas hojas nuevas, había otra pata con una docena o más de polluelos que la rodeaban, probablemente salidos del cascarón esa misma mañana. Algunos serían devorados durante la noche por las ratas, porque cuando uno volvió al día siguiente echó de menos a unos cuantos. La pata en su nido seguía estando allí. Era una tarde hermosa, llena de esa extraña gloria que es el corazón de la primavera. Uno permanecía allí sin un solo pensamiento, sintiendo cada árbol y cada brizna de hierba y escuchando ese autobús que pasaba cargado de gente.

Después de todo, se está volviendo cada vez más difícil estar solo aun físicamente. Las personas, en su mayoría, no quieren estar solas, tienen miedo de estar solas; se hallan ocupadas y desean estar ocupadas desde el instante en que se despiertan hasta que se van a dormir. Y aun entonces son perturbadas por los sueños. Y aquellos que viven solos en cuevas o, como los monjes, en sus celdas, nunca están solos, porque viven con sus imágenes, sus pensamientos y las prácticas que les prometen una futura realización. Jamás están solos; están repletos de conocimientos y de la oscuridad de la cueva o la celda en que viven.

Uno tiene que ser realmente un extraño, sin pertenecer a nada ni a nadie. Pero ustedes no pueden abrirse camino sino luchando, y entonces siguen perteneciendo a algo. La acción misma de abrirse camino luchando es la acción que hace funcionar a la sociedad. De modo que no existen ni lo externo ni lo interno. Tan pronto se da uno cuenta de que está afuera, está adentro. Por lo tanto, debe morir para la sociedad, de manera que la nueva vida aparezca sin que uno sea consciente de ello. Lo nuevo no es una experiencia; reconocer lo nuevo es ser lo viejo. Y así, aunque viva uno en medio de la sociedad, marcha por la vida solo.

Del Boletín 21 (KF), 1974

[1] En inglés hay dos palabras distintas para definir estos estados diferentes de soledad. Una es loneliness (la soledad del aislamiento con su tristeza) y la otra es aloneness (la soledad del hombre libre). Del propio contexto surge claramente a qué soledad se refiere Krishnamurti. (N. del T.)