Experiencia de lo que somos

Nuestra experiencia de “ser” –no la idea de lo que somos sino la verdadera experiencia de lo que somos depende de con qué se identifique nuestra conciencia, es decir, de la identidad que nos atribuyamos a nosotros mismos. La identidad que elegimos, falsa (ego) o real (alma), determina por completo nuestra percepción de la realidad y la calidad de nuestra vida. En consecuencia, de ella depende que alcancemos la verdadera felicidad, la libertad y la liberación definitiva del sufrimiento. Entonces, ¿Yo quién soy? ¿Mi alma? ¿Mi ego? ¿O alguna otra cosa?

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Los dos caminos de la conciencia descritos arriba son esencialmente distintos. Sin embargo, el ser humano actual, salvo algunas excepciones, no se encuentra de un modo claro y definido en uno u otro sino que navega entre ambos. Es cierto que algunas personas viven casi exclusivamente en el camino inferior; otras, que pasan desapercibidas por su escaso número, ya han sido “iluminadas” y viven por completo en la conciencia del alma. Pero en el resto de la humanidad influyen los dos caminos en mayor o menor medida, y eso es lo que hace al ser humano tan complejo, una complejidad que es específica de cada ser. Las llamadas “personas buenas” están en esa zona de doble influencia que podríamos llamar la zona gris.

Por eso, dado el nivel en el que se encuentra la conciencia actual de la humanidad, la pregunta “¿quién soy yo?” tiene tres respuestas posibles:

Nivel

¿Quién soy yo?

Grado de certeza

Conciencia superior

“soy mi alma”

Certeza superior

Conciencia intermedia

“sé que no sé quién soy”

Busco”.

Incertidumbre

Conciencia inferior

“soy mis deseos y mis pensamientos programados por la dinámica de las tres P (Pánico, Placer, Poder)”

Certeza primaria

El tono de la zona gris es “más o menos oscuro” según que la influencia principal sea la del ego o la del alma.

El estado que nos interesa aquí, el más avanzado, –el que corresponde al gris claro, podríamos decir– es aquel en el que se hace sentir cada vez más la presencia del Maestro, que está a punto de tomar las riendas. Es el caso de las personas que, aun sin haber sido “iluminadas”, gobiernan su vida en función de valores como la integridad, la honestidad, la reflexión y el discernimiento inteligente, la amistad sincera, la armonía y el respeto en las relaciones…, pero sin haber alcanzado completamente el dominio mental y emocional que permite el acceso directo al poder que tiene el Maestro que reside en el Corazón. Sin embargo, él está ahí, subyacente. A veces actúa; otras desaparece tras los viejos mecanismos de la conciencia todavía no dominados. Cuando uno se encuentra en la parte superior de la zona gris, es lo bastante consciente como para dominar los viejos mecanismos primarios, pero los nuevos todavía no se han anclado con la profundidad necesaria –sobre todo a causa de antiguas heridas no resueltas– como para extraer de ellos el néctar de la juventud y la belleza del alma. Ya no le interesa vivir en la rutina ilusoria del mundo ordinario, pero todavía no es capaz de vivir completamente en la realidad fundamental del alma. Presiente otra realidad, pero aún no tiene pleno acceso a ella (es evidente que mientras uno está en la dinámica de las tres P, descrita en la primera parte, no presiente nada en absoluto. No se hace preguntas. Lo único que hace es activar la máquina, eso es todo). Al llegar a ese estadio, se hace uno preguntas sobre la vida. Busca.

Annie Marquier: El Maestro del Corazón, cap. 12