Fluir de la vida

Cuando funcionamos a partir del contexto de responsabili­dad, sabemos cómo abandonarnos al fluir de la vida. Esto aporta gran fuerza interior, mucha serenidad y gran libertad y eficacia en la acción.

La postura de víctima nos conduce a resistir a la vida de una forma permanente. Ahora bien, la resistencia, bajo la forma de frustración o de toda clase de emociones negativas, directa o indirectamente, nos hace vibrar a una frecuencia muy baja. Cuando resistimos a la vida, por una parte, gasta­mos un montón de energía y por ende tenemos menos para obrar positivamente y modificar lo que no nos conviene; y por otra, nos atraemos toda clase de desgracias y decepciones que no hacen más que empeorar las cosas. En general, esta­mos tan identificados con lo que vivimos emocionalmente, que somos incapaces de darnos cuenta del proceso que está ocurriendo en ese momento y encontramos que la vida re­sulta muy difícil. Mientras que, en realidad, es simplemente nuestro estado vibratorio el que genera eso.

Fluir de la vida

Podemos rectificar el transcurso de las cosas modificando nuestro estado vibratorio, o sea nuestro estado de conciencia, simplemente cambiando de contexto de pensamientos. Es todo un arte, y eso se aprende muy bien con la práctica.

Desde el momento en que cesamos de resistir a la vida y que vivimos en un estado de aceptación de lo que es, creamos un estado de armonía interior y exterior. Este estado positivo es muy poderoso a nivel vibratorio y tiene tendencia a atraer más armonía a nuestra vida. Además en ese estado del ser, disponemos de toda la energía necesaria para cambiar lo dado, si eso no nos conviene.

«Así la aceptación resulta el medio más rápido y práctico de liberarse de una situación difícil mientras que la rebelión aprieta inexorablemente el nudo.»

Piero Ferrucci, La Psicosíntesis

Aceptar la realidad tal como se nos presenta no tiene nada que ver con someterse. No resistir a la vida no quiere decir some­terse. La sumisión es la resistencia no expresada. Someterse es resistir a lo que está ahí, sin decir nada, acumulando la frustra­ción y el resentimiento, y soportando hasta el momento en que uno no puede más. Es lo que hace la víctima para poder victimizarse todavía un poco más. La sumisión impide obrar. Aceptar, es simplemente reconocer los hechos tal como son, beneficiarse alegremente de ellos si estos nos son favorables y si no lo son, obrar inteligente y conscientemente para modifi­carlos proclamando constantemente nuestro poder frente a la situación. La aceptación da el poder de obrar.

Después de todo, existe un principio muy conocido en psicología, a saber: cuanto más resistimos a una cosa, más persiste La mejor manera de cambiar las cosas es cesar de re­sistir a ellas; en ese estado de abandono la acción justa resulta posible.

La responsabilidad nos permite igualmente el desarrollo de la sabiduría al aceptar lo que no podemos cambiar. Acep­tar la salida del mundo físico de uno de los nuestros será por ejemplo infinitamente más fácil a partir del contexto de res­ponsabilidad.

El concepto de responsabilidad nos devuelve el poder y la energía, facilitando una real aceptación de la vida y un dejarse llevar. Esta aceptación sana y dinámica, este estado de dejarse llevar, eleva nuestra frecuencia vibratoria y atrae a nosotros imprevistos beneficios suplementarios. Cuando amamos la vida, siempre somos recompensados por ella.

Annie Marquier: El poder de elegir cap. 11