Fuerzas equilibrantes

 

¿Es posible hacer frente de alguna manera a las fuerzas equilibrantes? Pues es exactamente lo que hacemos cada día. En la lucha con esas fuerzas reside toda la vida. Todas las dificultades, disgustos y problemas están relacionados con la actitud de las fuerzas equilibrantes. Oponerse a ellas no tiene ningún sentido, en todo caso seguirán haciendo lo suyo. Los esfuerzos dirigidos a eliminar las consecuencias no llevan a nada. Al contrario, la situación empeorará. El único remedio efectivo contra las fuerzas equilibrantes es eliminar la causa, es decir, disminuir el potencial excesivo de la importancia que las creó. Las situaciones de la vida son tan diferentes que es imposible dar una receta universal para resolver todos los problemas. Aquí sólo puedo dar unas recomendaciones generales.

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Lo único que hace cada uno es construir una pared sobre el fundamento de la importancia y luego, intentar escalarla o partirla con la cabeza. En vez de superar el obstáculo, ¿no te parece que sería mejor sacar un ladrillo de la base para que se derrumbe la pared? Todos somos capaces de ver con claridad nuestros obstáculos. Pero no siempre es tan fácil comprender qué fundamento los está soportando. Al tropezar con una situación problemática, intenta definir dónde excedes los límites, en qué estás concentrado, a qué estás dando demasiado valor. Detecta tu importancia y luego renuncia a ella. La pared se viene abajo, el obstáculo se autodestruirá y el problema se resolverá por sí solo. No superes los obstáculos: disminuye La importancia.

Disminuir no significa luchar contra tus sentimientos e intentar reprimirlos. Las emociones excesivas son consecuencia de la importancia. Por tanto, hay que eliminar la causa: tu actitud.

Debes tomar conciencia de que la importancia no trae nada más que problemas y a continuación, a sabiendas, disminuirla.

La reducción de la importancia exterior no tiene nada que ver con el menosprecio o la subestimación. Al contrario, el menosprecio es la importancia bajo el signo de menos. Hay que tratar la vida con más simplicidad. No menospreciarla, pero tampoco embellecerla. Cavilar menos sobre cómo es la gente: buena o mala. Aceptar el mundo en su manifestación diaria.

La reducción de la importancia interior no tiene nada que ver con resignarse y humillarse a sí mismo. Reconocer las propias faltas y confesar los pecados es lo mismo que hacer exhibir sus méritos y logros. La diferencia entre ellos está sólo en el signo: más o menos. Los péndulos sólo necesitan de tu arrepentimiento para establecer su control sobre ti. Permítete el lujo de ser tú mismo. No te ensalces ni rebajes tus cualidades y defectos. Procura establecer la paz en tu interior: no eres importante y tampoco eres insignificante.

es totalmente inútil luchar contra las fuerzas equilibrantes. Es imposible reprimir el miedo o la alteración. Lo único que se puede hacer es disminuir la importancia. A lograrlo te ayudará alguna medida de seguridad o una vía de escape. ¡Nunca pongas todo a una carta, por muy segura que sea ésta!

La única cosa que no origina potencial excesivo es el sentido del humor, la capacidad de reírse de uno mismo y de los demás, pero sin malicia, para no ofenderlos. Basta eso para que no te conviertas en un maniquí insensible. El humor es la renuncia misma, la caricatura de la importancia.

Al resolver problemas se debe observar una regla de oro. Antes de empezar a buscar la solución es necesario disminuir la importancia del problema. Así las fuerzas equilibrantes no serán obstáculo y el problema se solucionará de una manera simple y fácil.

Para reducir la importancia, primero debes recordar y comprender que la situación problemática ha surgido a consecuencia de la importancia. Mientras no te expliques  que cualquier problema es fruto de la importancia y te enfrasques en este problema, estarás completamente bajo el poder del péndulo. Detente, deshazte de la alucinación y recuerda qué es la importancia. Después, intencionadamente, cambia tu actitud ante el problema. Eso no es difícil. Pues ya sabes que cualquier relevancia sólo estorba. La mayor dificultad está en recordar a tiempo que estás revolcándote en la importancia interior o exterior. A recordarlo te ayudará tu Celador —tu vigía interno— que siempre cuidará todos tus valores interiores.

La importancia se apodera de los pensamientos humanos tal como los músculos se tensan involuntariamente. Por ejemplo, cuando algo te oprime, los músculos de tus hombros o de la espalda están en una tensión espasmódica. Y mientras no empieces a sentir el dolor no notarás la tensión. Pero si te acuerdas a tiempo y prestas atención a tus músculos, puedes quitarte esa restricción muscular.

Cada vez que te prepares para algún acontecimiento, detecta cualquier importancia que pueda surgir en ti. Si este acontecimiento realmente tiene mucha importancia para ti, no la aumentes aún más. La mejor fórmula para evitar el aumento es la espontaneidad, la improvisación, una actitud ligera. Y la preparación en sí debe ser sólo como un dispositivo de seguridad. De ningún modo hay que «prepararse en serio y minuciosamente», ya que eso sólo acrecienta a la importancia. Tampoco vale sufrir sin hacer nada al respecto, ya que la inactividad también eleva la importancia. El potencial de la importancia se dispersa con la acción. No pienses: actúa. Si no puedes actuar, no pienses. Redirige tu atención hacia otro objeto, suelta la situación.

Puedes lograr la máxima eficiencia en cualquier acción si apartas el foco de atención de ti como ejecutante y del objetivo final, y lo pasas al proceso de la realización de la acción.

Nunca, bajo ninguna circunstancia te alabes por nada, ni siquiera cuando ciertamente lo merezcas. Y por algo que todavía no has conseguido, menos aún. Es extremadamente desventajoso, pues en este caso las fuerzas equilibrantes siempre actuarán en tu contra.

Siéntete como si estuvieras en tu casa, pero no olvides que eres sólo un huésped. Si estás en armonía con los péndulos que te rodean, es decir, si lates al unísono con ellos, tu vida trascurre fácil y agradablemente. Si has entrado en resonancia con el mundo circundante, obtendrás energía y alcanzarás tu objetivo sin muchos esfuerzos.

Si has llegado a un punto en que te resulta prácticamente imposible vivir en equilibrio con el mundo que te rodea, entonces debes pensar en dar un paso decisivo y cambiar de ambiente.

En cuanto disminuyes la importancia y te liberas de la influencia del péndulo destructivo que no te deja vivir, de inmediato encontrarás una salida óptima.

como ya comprendes el mecanismo de funcionamiento de las fuerzas equilibrantes, podrás encontrar fácilmente la causa de cualquier problema o fracaso. Hemos llegado a la conclusión de que es necesario acatar el principio de equilibrio en todo. Y ahora debo advertirte contra la obediencia excesiva de este principio. Si te concentras sobre él, intentarás seguirlo fanáticamente; con esta actitud quiebras el principio mismo. Si a un ciempiés le explicas con todo detalle cómo debe caminar, se confundirá por completo y no podrá ni moverse. Hay que conocer la medida en todo. A veces puedes permitirte alterar el equilibrio: no pasa nada. Lo fundamental es que la importancia no pase de la raya.

Vadim Zeland: El espacio de las variantes, cap. 4