Identidad 1ª parte

En realidad, el mecanismo cuerpo-mente humano no es nada más que un patrón de energía dinámica. Eso es todo lo que el individúo es: energía vibrando y pulsando a una velocidad increíble, con una estructura o disposición particular. Y esa estructura tiene características que son peculiares en su organismo cuerpo mente. Ningún ser humano tiene características naturales exactamente iguales a las de cualquier otro.

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El concepto absolutamente básico es este: el ser humano es en esencia, un objeto, un instrumento u ordenador programado de manera única a través del cual la Fuente o Energía Primal (o Dios) produce momento a momento los sucesos que se supone que se han de producir según la Ley Cósmica, la cual el ser humano, como objeto creado, nunca podría entender.

Con la aniquilación de la “identidad yo” viene la paz y la tranquilidad. No queda lugar para la confusión, la duda, o el engaño. Los conceptos de cielo o infierno, nacimiento, muerte y renacimiento quedan aniquilados junto a la “identidad yo”. Y lo que es más, incluso la ilusión de liberación desaparece a la vez que el aprisionamiento, pues ambos de basan en el concepto de “yo”. Y entonces lo que parece un milagro no es que la mente se libere del velo de la ignorancia sino que haya estado oscurecida y teñida por pensamientos, conceptos, deseos y anhelos.

Tengo tantos “yoes” y mientras que algunos de ellos pueden ser “buenos”: amables, bondadosos y nobles, muchos otros serían “malos”: salvajes crueles y aborrecibles. Quiero asegurarte una vez más que yo no estoy siendo petulante. En realidad, toda esta variedad de “yoes” está mucho más inhibida en este sueño despierto que cuando soñamos dormidos. En nuestro sueño  nos aceptamos tal como parecemos ser, y solo el mirar retrospectivamente nos juzgamos a nosotros mismos según nuestros criterios de vigilia.

¿Qué podría ser más absurdo? Lo que la gente piense de mi es su pensamiento, visualizado en su aspecto de su mente dividida conocido con el nombre de “memoria”. Se trata de una impresión mnemónica que no tiene nada que ver conmigo, con lo que yo soy o dejo de ser.

“¿Se supone que los “yoes” han de actuar?” ¿Cómo podría suponerse que una apariencia ha de actuar? Esto también es lo que nos dijeron los sabios hace miles de años, aunque, evidentemente, en las palabras y términos prevalecientes en su época. De ahí, tal vez, la necesidad de libros como este. En cualquier caso, los “yoes” no  “actúan”: aparentar reaccionar a los estímulos externos como las imágenes mentales.

Este es el verdadero problema. Tratar de poner en palabras algo que es indescriptible hace que lo convirtamos en un concepto.

Cuando no hay ser ni no ser, cuando no hay apariencia ni vacío, ni sujeto ni objeto, tiene que haber, por tanto, IDENTIDAD, que no puede percibirse a sí misma. Eso es no-conceptualidad. Eso es subjetividad. Eso es absoluta consciencia inconsciente de sí misma. Esto es lo que SOMOS. LO –QUE- SOMOS no puede ser el objeto de lo –que- somos.

Después está la dificultad mayor de los distintos papeles convencionales que cada hombre debe adoptar en el proceso de vivir en una comunidad, aparte de que tal convivencia comunitaria implica necesariamente una gran cantidad de condicionamientos relacionados con la ley y el orden, la ética, la conducta, etc. La dificultad se presenta a cada paso, hasta el punto de que es casi imposible vivir la propia vida sin una identidad personal, sin desempeñar un papel u otro: esposo o esposa, padre o madre, trabajador manual u oficinista…, aparte de aquellos papeles que dependen de nuestras variadas aficiones. El resultado es que estamos tan acostumbrados- tan profundamente condicionados- a pensar en términos individuales que se hace casi imposible pensar en términos que no incluyan e involucren al individuo como entidad separada, capaz de elegir una acción de manera autónoma.

Rames Balsekar