Junio 10-2013           Desde mi ventana

¿Quién no se ha desencantado cuando la mano amiga en quien había puesto su confianza de redención, de salvación sutilmente desaparece?

Creo que casi todos hemos vivido y vivimos constantemente esta experiencia. Me doy cuenta, reflexionando interiormente, que la tendencia usual es buscar siempre afuera de nosotros mismos el punto de anclaje que nos liberará de la ignorancia, que nos apartará del precipicio.

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Fijaros a poco que recordéis, que siempre necesitamos un guía externo que nos fije las pautas, las normas para seguir andando. Y esto nos ofrece seguridad, eso creemos. ¿Pero cuántas veces nos hemos sentido fracasados, huérfanos, tristes cuando después de múltiples esfuerzos en ese sentido descubrimos que todo sigue igual?

Vueltas y más vueltas, pensando: esta terapia, este grupo, este gurú, estos amigos, seguro que ahí está la solución. ¡Qué tonta! Por fin lo encontré! Craso error. Pues pasado más o menos tiempo descubro que sí, viví experiencias pero en lo esencial, en lo que anhelo no he conseguido nada. La luz sigue ahí afuera y por mucho que estire el brazo mi mano sigue vacía.

Siempre buscamos la luz afuera de nosotros, precisamente en las sombras que rodean esta luz. Pero en las sombras nunca encontraremos lo que buscamos. La experiencia me lo dice. Ahora solo tengo que confiar en adentrarme en la Luz pues ahí está todo lo que necesito, lo que soy, yo, todos.

Existe algo en mi interior que me dice: “Mira aquí, vuelca tus ojos hacia aquí adentro. No mires más hacia afuera. Estoy aquí, soy Yo, soy tú, soy la Plenitud, un relámpago divino en tu interior. En Mí, en ti, está todo lo que anhelas. Siempre he estado aquí, desde siempre, desde la Eternidad, Ahora. ¿Recuerdas?”.

Si, empiezo a recordar, a reconocer que no existe nada externo a mí que me pueda detener. Que en la luz que soy se encuentra mi salvación y la del mundo. Que mi propia realidad no es lo externo, pues lo externo es apenas una pantalla en donde se registran fotogramas que se repiten sin cesar precisamente para eso, para que me dé cuenta de que es pura ilusión y que mi mirada únicamente será real cuando confíe en la fuerza de mi Luz interior y recuerde lo que fui, lo que soy, lo que somos: Pura Luz rodeamos de miles de sombras que nos seducen.

Por eso hoy, vuelco mis ojos hacia mi corazón, la puerta del verdadero mundo en donde la existencia humana cobra por fin el reconocimiento propio de la verdadera y única salvación: soy un ser humano que ha encontrado por fin su compañero divino: Mi guía, mi complemento, mi amor, mi inteligencia, mi complementariedad divina.

Ahora si puedo decir: Mi salvación procede de mí. No puede proceder de ninguna otra parte.