La capacidad de escuchar

SANTA MÓNICA, CALIFORNIA, MARZO DE 1974

Interlocutor: He estado escuchándolo por algunos años pero no he experimentado ningún cambio.

KRISHNAMURTI: “He estado asistiendo por algunos años a sus pláticas para escucharlo, pero en mí no se ha producido ningún cambio”. Entonces ya no me escuche más.

Ahora mire, señor, si usted escucha a alguien durante años y ve por sí mismo la belleza de lo que se dice, entonces no quiere escuchar más, entonces ello abre puertas para usted y le permite ver lo que jamás había visto antes. Pero si no ocurre así, ¿qué es, entonces, lo que está mal? ¿Qué está mal con la persona que dice estas cosas, o qué está mal con quien las escucha? ¿Por qué el hombre o la mujer que han estado escuchando por muchos años a quien les habla, no han cambiado? En ello hay una gran pena, ¿no es así?

La capacidad de escuchar

Usted ve una flor, una bella flor a la orilla del camino, le echa una mirada y pasa de largo. No se detiene a mirar, no ve la perfección, la quieta dignidad, la belleza de esa flor. Pasa de largo. ¿Qué es lo que está mal? ¿Es que no es usted serio? ¿Es que no le importa? ¿Es que tiene tantos problemas que se halla preso en ellos sin el tiempo ni el ocio necesario para detenerse, y ésa es la razón de que nunca mire esa flor? ¿O lo que dice quien le habla no tiene ningún valor en sí mismo ‑no lo que usted piensa sobre ello, sino que en sí mismo carece de valor-? ¿No tiene valor? Para determinar si lo tiene o no, es preciso que investigue lo que él dice. Y para investigar, debe usted tener la capacidad de escuchar, de mirar, tiene que dedicar su tiempo a ello. ¿Es eso, pues, responsabilidad suya o es la responsabilidad de quien le habla? Es nuestra responsabilidad mutua, ¿no es así? Ambos tenemos que mirar. Uno puede señalar, pero usted tiene que mirar, tiene que penetrar en ello, tiene que aprender. Y si su mente carece de diligencia y es negligente, si no es observadora y sumamente sensible, eso es responsabilidad suya. Implica que usted tiene que cambiar su modo de vida; todo ha de ser cambiado para aprender una manera de vivir que sea por completo diferente. Y eso exige energía, uno no puede ser perezoso, indolente.

Por lo tanto, puesto que es nuestra responsabilidad mutua –puede que más suya que mía–, tal vez, señor, usted no ha dedicado su vida a ello. Estamos hablando de la vida, no de ideas, no de teorías o prácticas, ni siquiera de técnicas, sino de mirar y cuidar la totalidad de esta vida, que es su vida. Y eso implica no desperdiciar su vida. Usted tiene un tiempo muy corto para vivir, quizá diez años, quizá cincuenta, pero no los desperdicie. Mírelo todo, dedique su vida a comprenderlo.

Jiddu Krishnamurti