La concentración

La concentración es un puro ejercicio de dominio mental. La práctica de la concentración nos lanza al mundo vertical. Da igual que ocurra durante el estudio intelectual o al hacer prácticas con un instrumento musical, da lo mismo que sea escuchando a un amigo que nos cuenta sus penas o realizando algo que nos entusiasma –desde una sofisticada escultura hasta la elaboración de un plato cocinado con amor–, lo cierto es que, si estamos absolutamente presentes en lo que hacemos, sea lo que sea, cualquier acción concentrada en la magia del momento presente nos lanza al mundo vertical. En esos momentos el tiempo parece no existir. Es así. A través de la concentración pasamos, efectivamente a otra dimensión.

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Subrayemos que, para que la concentración resulte beneficiosa, debemos tener una flexibilidad y fluidez que sólo se da cuando el Corazón está de acuerdo con lo que hacemos. Es ese caso, nos encontramos en un estado de coherencia en el que la concentración resulta fácil y fluida. El Maestro interior está manos a la obra. En cambio, si lo que se pretende a través de la concentración es satisfacer objetivos egoístas separadores, es evidente que las consecuencias sólo pueden ser destructivas. Como en todos los demás enfoques, la intención subyacente en ellos es lo que marca la diferencia. El grado de apertura del Corazón es lo que garantiza la calidad de los resultados. (Tenemos un ejemplo en la práctica de las artes marciales. Si el que posee la técnica la utiliza desde el corazón, es un Maestro. Pero si el corazón está ausente, aun cuando la maestría y el poder de concentración sean bastante grandes, las consecuencias no siempre son buenas. Las artes marciales constituyen una gran riqueza, forman parte del patrimonio de la humanidad. Si se unieran a la presencia del Maestro que reside en el Corazón, le permitirían al ser humano desarrollarse de forma excepcional.)

Subrayemos también hasta qué punto el mundo actual tiende a dispersar continuamente la atención. Se hace intencionadamente. Es una manera de mantener inconsciente a la gente y de arrebatarle su poder. No hay más que ver, por ejemplo, de qué forma funcionan los video-clips, la publicidad y otras muchas cosas. Todo se presenta de forma que impide la concentración normal, impide pensar y va directamente al inconsciente lo registra todo sin filtro y reacciona a partir de sus viejos automatismos manipulables. Los poderes establecidos, algunos al menos, conocen muy bien esa dinámica y la utilizan para manipular a la gente en provecho propio y en detrimento del público en general. Es responsabilidad de cada uno permanecer alerta y aprender a no dejar que nada ni nadie disperse su atención.

Annie Marquier: El maestro del corazón, cap. 18-II