La Mente indivisa

 

¿Podrías estar en paz estando separado de tu identidad? La disociación no es una solución, es algo ilusorio. Los ilusos creen que la verdad los va a agredir, y no la reconocen porque prefieren lo ilusorio. Al juzgar a la verdad como algo indeseable, per­ciben entonces sus propias ilusiones, las cuales obstruyen el conocimiento. Ayúdales ofreciéndoles tu mente unificada para su beneficio, tal como yo te ofrezco la mía en beneficio de la tuya. Solos no podemos hacer nada, pero juntos nuestras mentes se funden en algo cuyo poder es mucho mayor que el poder de sus partes separadas. Puesto que nuestras mentes no están separa­das, la Mente de Dios se establece en ellas como nuestra mente. Esta Mente es invencible porque es indivisa.

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La voluntad indivisa de la Filiación -la Voluntad de Dios- es el creador perfecto, por ser completamente semejante a Dios. No puedes estar excluido de ella si es que has de entender lo que es y lo que eres tú. Al creer que tu voluntad está separada de la mía te excluyes de la Voluntad de Dios que es lo que eres. Con todo, curar sigue siendo brindar plenitud. Por lo tanto, curar es unirse a los que son como tú, ya que percibir esta semejanza es recono­cer al Padre. Si tu perfección reside en Él, y sólo en Él, ¿cómo podrías conocerla sin reconocerlo a Él? Reconocer a Dios es reco­nocerte a ti mismo. No hay separación entre Dios y Su creación. Te darás cuenta de esto cuando comprendas que no hay separa­ción entre tu voluntad y la mía. Deja que el Amor de Dios irra­die sobre ti mediante tu aceptación de mí. Mi realidad es tuya y Suya. Cuando unes tu mente a la mía estás proclamando que eres consciente de que la Voluntad de Dios es una.

La Unicidad de Dios y la nuestra no están separadas porque Su Unicidad incluye la nuestra. Unirte a mí es restituir Su poder en ti toda vez que es algo que compartimos. Te ofrezco únicamente el reconocimiento de Su poder en ti, pero en eso radica toda la verdad. A medida que tú y yo nos unimos, nos unimos a Él. ¡Gloria a la unión de Dios con Sus santos Hijos! Toda gloria reside en ellos porque están unidos. Los milagros que obramos dan testimonio de lo que la Voluntad del Padre dispone para Su Hijo, y de nuestro gozo al unirnos a lo que Su Voluntad dispone para nosotros.

Cuando te unes a mí lo haces sin el ego porque yo he renun­ciado al ego en mí y, por lo tanto; no puedo unirme al tuyo. Nues­tra unión es, por consiguiente, la manera de renunciar al ego en ti. La verdad en nosotros dos está más allá del ego. Que transcen­deremos el ego está garantizado por Dios, y yo comparto Su cer­teza con respecto a nosotros dos y a todos nosotros. Yo les devuelvo la paz de Dios a todos Sus Hijos porque la recibí de Él para todos nosotros. Nada puede prevalecer contra nuestras voluntades unidas porque nada puede prevalecer contra la Voluntad de Dios.

¿Quieres saber lo que la Voluntad de Dios dispone para ti? Pregúntamelo a mí que lo sé por ti y lo sabrás. No te negaré nada, tal como Dios no me niega nada a mí: Nuestra jornada es simplemente la de regreso a Dios que es nuestro hogar. Siempre que el miedo se interponeen el camino hacia la paz es porque el ego ha intentado unirse a nuestra jornada, aunque en realidad no puede hacerlo. Presintiendo la derrota e irritado por ella, se con­sidera rechazado y se vuelve vengativo. Tú eres invulnerable a sus represalias porque yo estoy contigo. En esta jornada me has elegido a mí de compañero en vez de al ego. No trates de aferrarte a ambos, pues si lo haces estarás tratando de ir en direccio­nes contrarias y te perderás.

El camino del ego no es mi camino, pero tampoco es el tuyo. El Espíritu Santo les ofrece una sola dirección a todas las mentes, y la que me enseñó a mí es la que te enseña a ti. No perdamos de vista la dirección que Él nos señala por razón de las ilusiones, pues sólo la ilusión de que, existe otra dirección puede nublar aquella a favor de la cual la Voz de Dios habla en todos nosotros. Nunca le concedas al ego el poder de interferir en la jornada. El ego no tiene ningún poder porque la jornada es el camino que conduce a lo que es verdad. Deja atrás todas las ilusiones, y ve más allá de todos los intentos del ego de demorarte. Yo voy delante de ti porque he transcendido el ego. Dame, por lo tanto, la mano, puesto que tu deseo es transcenderlo también. Mi fortaleza estará siempre disponible y si eliges compartirla dispondrás de ella. Te la doy gustosamente y de todo corazón porque te necesito tanto como tú me necesitas a mí.

UCDM 1, cap. 8-V