La oración es un camino que ofrece el Espíritu Santo para llegar a Dios. No es simplemente una petición o una súplica. No tendrá éxito hasta que te des cuenta de que no pide nada. ¿De qué otra manera, si no, podría cumplir su propósito? Es imposible  rezar por ídolos y esperar llegar a Dios. La verdadera oración debe evitar la trampa de convertirse en una súplica. Pide, más bien, recibir lo que ya ha sido dado;  aceptar lo que ya está ahí.

Se te ha dicho que pidas al Espíritu Santo la respuesta a cualquier problema específico, y que recibirás una respuesta específica si tal es tu necesidad. Se te ha dicho también que sólo hay un problema y solo una solución. En lo que respecta a la oración esto no es contradictorio. En este mundo hay que tomar decisiones, y hay que tomarlas tanto si son ilusorias como si no. No se te puede pedir que aceptes respuestas que se encuentran más allá del nivel de necesidad que puedes reconocer. Por lo tanto, no es la forma de la petición lo que importa ni tampoco cómo se hace. La forma de la respuesta, si es que procede de Dios, satisfará tu necesidad tal como la percibas. Más ello es simplemente un eco de la respuesta de Su Voz. El verdadero sonido es siempre un canto de acción de gracias y de amor.

No puedes, por tanto, pedir el eco. El canto es lo que constituye el regalo. Con él vienen las resonancias, las armonías, los ecos, más todo eso es secundario. En la verdadera oración sólo escuchas el canto. Lo demás simplemente se agrega. Has buscado primero el Reino de los Cielos, y todo lo demás ciertamente se te ha dado por añadidura.

El secreto de la verdadera oración es olvidarte de las cosas que crees que necesitas. Pedir algo específico es igual que ver el pecado primero y luego perdonarlo. Del mismo modo, al orar pasas por alto tus necesidades específicas tal como las ves, y las dejas en Manos de Dios. Ahí se convierten en los regalos que Le haces, pues Le dicen que no antepondrás otros dioses a Él ni que quieres otro amor que el Suyo. ¿Cuál podría ser Su respuesta sino tu recuerdo de Él? ¿Puede esto cambiarse por un insignificante consejillo para un problema de apenas un instante de duración? La Respuesta de Dios es para toda la eternidad. Sin embargo, todas las pequeñas respuestas están contenidas en ella.

Orar es hacerse a un lado; un abandonarse, un momento de sosegada escucha y amor. No debe confundirse con súplicas de ninguna case, ya que es una manera de recordar tu santidad. ¿Por qué habría de suplicar la santidad cuando tiene pleno derecho a todo lo que el Amor ofrece? Y es al Amor adonde vas cuando oras.

La oración es una ofrenda; un renunciar a ti mismo para ser uno con el Amor. No hay nada que pedir porque ya no hay nada más que desear. Esa nada se convierte en el altar de Dios. Y desaparece en Él.

EL CANTO DE LA ORACIÓN

Anexo a Un Curso de Milagros