Liberarse de la victimitis

El estado de ánimo de la víctima es una dinámica, un contexto de pensamiento, una manera de percibir la realidad profundamente anclada en el circuito inferior de la conciencia. Se define por una declaración de este tipo: “Soy un ser impotente que vive en medio de un mundo cruel, injusto y sometido al azar”. Semejante modo de percibir la realidad proviene de la falta de contacto con el alma y tiene su origen en la dinámica de separación, que divide el mundo en dos categorías: los buenos y los malos. De ahí emergen automáticamente innumerables emociones negativas: resentimiento, ira, envidia, odio, frustración, deseo de venganza, depresión, culpabilidad (uno de los mecanismos más nocivos de la conciencia inferior), reprobación, etc. El estado de ánimo de la víctima arruina la posibilidad de ser feliz o de sentirse plenamente realizado. Es el alimento perfecto para el sufrimiento, la violencia y la guerra. El caos planetario actual proviene de ese estado de ánimo, a partir del cual “los buenos” (o los que se consideran tales) parten en cruzada para destruir a “los malos”, y cada uno hace a los otros culpables de sus propias desgracias…

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Es un sentimiento anclado en el inconsciente colectivo desde hace siglos. Parece formar parte de la naturaleza humana, pero es posible hacerlo desaparecer por completo de la conciencia y hallar una manera más adecuada y menos dolorosa de hacer frente a la vida. Hay medios para dejar de sentirse víctima de las personas o de los acontecimientos y recuperar todo el poder creador del Maestro, no elucubrando filosóficamente sino en la práctica, en lo que experimentamos y en lo que vivimos. Se puede –y se debe– hacer un trabajo concreto para cambiar de perspectiva.

Ese estado de ánimo –y las consecuencias desastrosas que conlleva– está tan extendido que me sentí en la necesidad de escribir un libro para tratar el tema, el poder de elegir (ed. Luciérnaga, Barcelona 1996). En él se indican algunas herramientas claras y eficaces que ayudan a deshacerse para siempre del viejo circuito, origen de tanto sufrimiento individual y colectivo. Ayudan también a reactivar el poder creador que cada uno lleva dentro. Una limpieza especial del ordenador que hace mucho bien y que ha transformado la vida de miles de personas…

Siguiendo el mecanismo de las tres P, el ego pretende que la realidad responda a sus expectativas, y eso entraña una actitud interior de resistencia a la vida. El mejor antídoto para burlar su juego consiste en “aceptar lo que es”. Aceptar lo que es no quiere decir someterse. No. Significa no resistir emocional ni mentalmente a lo que la vida nos presenta y actuar en función de lo que está ahí. Nos parece adecuado designar como “aceptación dinámica” ese tipo de aceptación para subrayar el hecho de que no se trata de sumisión sino, muy al contrario, de un estado de serenidad interior que lleva a la acción justa, centrada y no reactiva, que permite mantener intacto el poder de acción y de creación. Esa actitud, esa otra manera de pensar que elegimos conscientemente (cambio de contexto), en lugar de hacernos seguir los automatismos de las tres P nos lleva a una práctica eficaz del dominio emocional (véase la historia del maestro zen en la libertad de ser, pag. 435).

Annie Marquier: El maestro del corazón, cap. 17-I