EL LIBRE ALBEDRÍO Y LA VOLUNTAD DE DIOS

A nadie le gusta que le digan que no tiene libre albedrío. Y, sin embargo, mira el estado del mundo en nuestros tiempos. El mundo está al borde del desastre, y es donde ha estado durante muchos años, crisis tras crisis. La pregunta ―la gran pregunta― permanece: ciertamente el ser humano tiene una gran inteligencia (para enviar a un hombre a la Luna); y se supone que tiene libre albedrío, entonces… ¿por qué no ha sido capaz de combinar su inteligencia con su libre albedrío para hacer del mundo un lugar mejor?

También hay otro aspecto. Hay muchas personas inteligentes, líderes en sus respectivos campos, que se interesan mucho por conocer su futuro. Si realmente creyeran en su libre albedrío, ¿por qué estarían tan interesados en la astrología y en fenómenos similares?

LIBRE ALBEDRÍO Y LA VOLUNTAD DE DIOS

Si piensas a lo largo de estas líneas, la única conclusión razonable a la que llegarás es que el ser humano ha estado actuando así porque no tiene control sobre sus pensamientos y emociones. Lo que considera sus acciones son, de hecho, únicamente reacciones del organismo individual ante un impulso externo: un pensamiento que ocurre, un suceso que ve, o tal vez lo que oye. Cada organismo reacciona según las características naturales con las que ha sido programado: físicas, mentales, intelectuales y temperamentales.

Otra dificultad para aceptar verdaderamente estas enseñanzas es el argumento de que conducen a una actitud «fatalista». El argumento fatalista da lugar al planteamiento siguiente: «Si no me siento motivado por los frutos de mi acción y, evidentemente, si no tengo libre albedrío sobre mis acciones, ¿por qué debería trabajar en absoluto?» La respuesta es asombrosa y simple: no vas a poder permanecer inactivo durante mucho tiempo porque la energía de tu organismo te obligará a actuar ― a actuar de acuerdo con las características naturales del organismo. En otras palabras, actuar o no actuar es algo que no está bajo tu control.

La esencia de la comprensión definitiva es el hecho ineluctable de que el ser humano individual, como tal, no tiene ―no puede tener― ninguna volición. Carece completamente de libertad de elección y de acción independientes, por la simple razón de que el ser humano no es una entidad autónoma. Es meramente una parte infinitesimal de la totalidad de la manifestación. El hecho de que el ser humano pueda ver, oír, etc., a través de sus sentidos se debe meramente a que ha sido dotado, como cualquier otro ser sensible (insecto a animal), de la capacidad de sentir. Y el hecho que pueda pensar se debe exclusivamente a que, además, ha sido dotado de intelecto. En ausencia de conciencia, no hay capacidad de sentir ni intelecto, y en lo tocante al ser humano, no hay mundo manifestado.

The Final Truth, p. 215

Sabiendo que no puede vivir según su voluntad o volición, que de hecho está «siendo vivido» (como instrumento de la Totalidad), el sabio también conoce la futilidad de las «intenciones». Absteniéndose de la volición, el hombre de sabiduría permanece libre de ansiedad y desdicha, porque trasciende la conceptualización que es la base de la volición y de la intención. Sabiendo que está siendo vivido, el hombre de sabiduría trasciende tanto la acción volitiva como su contraparte, la no-acción volitiva: el no-hacer volitivo también es un hacer. Por este motivo, el hombre de sabiduría se dedica a sus asuntos de la manera habitual sin ninguna intención, sin ningún sentido de estar haciendo.

Sólo el concepto-«yo» puede tener intenciones, porque «voluntad» y «ego» son términos sinónimos. Así, la ausencia de volición en el caso del hombre de sabiduría no significa inacción fenoménica sino ausencia de acción volitiva (positiva o negativa). La ausencia de acción volitiva fenoménica sólo puede significar la presencia de acción noumenal. En otras palabras, la acción no-volitiva del hombre de sabiduría (sea perceptual, conceptual o somática) es acción noumenal, la no-acción del sabio (porque el «yo» y su intención están totalmente ausentes).

A Duet of One, p. 83

La Voluntad de Dios

Ramakrishna Paramahamsa dice: «Quien llega a conocer que sólo es un instrumento en las manos del Señor, no tiene sentimientos egoístas. Es consciente de que sólo es una herramienta con la que Dios hace Su trabajo». Tal hombre no hace daño a nadie. El veneno del egoísmo ya no está en él. El cuchillo de acero se convierte en un cuchillo de oro cuando toca la piedra filosofal. Aunque la forma de cuchillo sigue estando presente, ya no se usa para cortar. Asimismo, el Jnani retiene una individualidad aparente, pero ninguna actividad nacida de la ignorancia ocurre en y a través de él.

El Señor Omnipresente no toma nota del mérito o demérito de nadie. Lo-Que-Es es siempre perfecto. La luz del Atman queda ocultada por la oscuridad de la ilusión, y así es como los seres humanos son engañados.

Este verso destruye firmemente el concepto de un Dios sentado en algún lugar sobre las nubes, mirando y llevando la cuenta detallada de cada pecado y de cada buena acción realizada por el ser humano, para que el individuo pueda ser premiado o castigado a su debido tiempo. Debe quedar claro que tal concepto está empapado de ignorancia. Tal concepto no puede prevalecer si uno está convencido de que ninguna acción puede ocurrir excepto por la voluntad de Dios. Si aceptamos totalmente la voluntad de Dios, la voluntad personal no puede existir, y, por lo tanto, no puede surgir la cuestión del pecado o del mérito.

Este concepto evocará inmediatamente un argumento del tipo: «Si es la voluntad de Dios que cometa un asesinato, ¿por qué debería ser castigado por ello?» La respuesta es asombrosamente simple: no hay ningún «tú» que sea castigado o recompensado; ha sido la voluntad de Dios, y el destino de ese organismo humano, que se cometiera el asesinato, también es la voluntad de Dios, y el destino de ese organismo, ser castigado por ese acto.

La única voluntad que puede prevalecer en cualquier momento es la voluntad de Dios, y ha de verse que él mismo (el individuo) no es sino un instrumento en manos de Dios. Es cuestión de, o bien una rendición completa a Dios, o un fuerte sentido de elección personal, autoría personal de la acción y responsabilidad personal: lo uno es conocimiento, lo otro es ignorancia.

The Bhagavad Gita, pp. 58-62

Fuente: Ramesh Balsekar. La Sabiduría de Balsekar