Modelo esotérico-psicológico

Disponemos de dos modelos que pueden aportar un poco de luz al funcionamiento del proceso espiritual:

—el modelo esotérico-psicológico, basado sobre el as­pecto conciencia de la unidad humana, y

—el modelo energético, basado sobre el aspecto energía del ser humano, que presentaremos más adelante.

El modelo esotérico-psicológico se apoya sobre la premisa de que tenemos un instrumen­to, en el interior de la estructura de nuestra personalidad, cuya función es la de crear y de atraer bajo la vigilancia del Ello.

—la conciencia está en evolución hacia una expresión cada vez más amplia y perfecta de sí misma en el seno de los tres mundos inferiores (físico, emocional y mental);

—a fin de permitir la realización de esta evolución, atrae­mos las condiciones de vida física que necesitamos para aprender a armonizar cada vez más la personalidad con la conciencia del Ello.

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¿De qué forma elegimos nosotros las circunstancias de parti­da en nuestra vida? (padres; condiciones familiares, sociales, genéticas, astrológicas, etc.)

Según este modelo, antes de la encarnación física, en el momento en que la conciencia está sumergida en las esferas superiores de energía, al principio hay un proceso global de elección muy grande. (Aquí simplificamos expresamente, ya que no queremos entrar en los detalles del proceso de encarnación que, por otra parte, ya empiezan a ser bastante bien conocidos. Este proceso de elección, antes de la encarnación, ha sido muy bien descrito por los autores como Max Heindel, la señora Blavatsky, Alice Bailey, Rudolf Steiner, etc.

Antes de que empiece una nueva encarnación, nuestra conciencia, identificada en aquel momento a nuestro Ello (a nuestro Ser esencial, nuestra alma; podemos darle el nombre que queramos), efectúa una especie de resumen de aquello que ha hecho hasta ese momento, luego elige lo que deberá y podrá ser experimentado y aprendido tal vez en la próxima vida.

A partir de cierto grado de evolución, se proponen parti­cularmente dos tareas a realizar. Un primer ejercicio, al que podemos llamar «tarea personal», consiste en trabajar sobre nuestra personalidad para armonizarla con el Ello. Un se­gundo ejercicio, al que llamaremos «tarea de contribución», representa lo que podemos aportar de positivo al mundo desde ahora y a partir de lo que ya hemos asimilado de la energía del Ello. Habrá que elegir las condiciones iniciales para dar más posibilidades de realización a las dos tareas.

Todo esto ha sido realizado por la conciencia misma de nuestro Ello, ayudada por nuestros guías y de los que pode­mos llamar los Señores del Karma. Cuanto más avanzada esté la persona en su evolución, más dispuesta estará para elegir personalmente, en otras palabras, podrá desarrollar cada vez más su propia personalidad de una forma específica. En una persona muy poco desarrollada, la conciencia no está muy despierta a los niveles energéticos superiores en el seno de los cuales se toman las decisiones, y a éstos los hemos llamado los Señores del Karma, aquéllos que determinan las condiciones, y que no son personajes como podríamos imaginar sino simple­mente energías superiores. (Un proceso análogo al de ocuparse de un hijo. Al principio, por ejemplo, los padres tienen la res­ponsabilidad de elegir la alimentación del niño. Cuando éste crece, es él quien elige progresivamente.)

La elección de las condiciones iniciales se hace a partir de un principio que podemos definir bajo dos aspectos: por una parte, el aspecto aprendizaje por la experiencia directa; por otra, el aspecto aprendizaje por la ley del karma.

Este principio rige igualmente los acontecimientos que deben producirse a lo largo de la vida, pero estos dependen del mismo modo de la respuesta que la personalidad elegirá y dará a las condiciones iniciales y a las condiciones inducidas que seguirán a esta respuesta. Consecuentemente, en una vida dada, nada en absoluto está fijado de antemano porque el ser humano tiene en todas las ocasiones la posibilidad de elegir su respuesta para cada una de las circunstancias, y, por tanto, de modelar su futuro. De hecho la elección no está restringida más que por los límites de su propia conciencia, es decir por su nivel de evolución. Sin embargo, en principio, las posibilida­des son casi infinitas…

Annie Marquier: El poder de elegir, cap. VIII