Nada es injusto ni inútil

Sabemos que las condiciones de nuestra vida y la de los de­más, tanto las agradables como las difíciles, son exactamente cómo deben ser en cada momento. Eso no quiere decir que no podemos cambiarlas, al contrario; esta aceptación nos permitirá conseguir la energía necesaria para hacerlo. Pero sabemos que lo que sucede no es el fruto del azar, de la suerte o del infortunio; lo que nos sucede en ese momento, es lo que cada uno ha atraído a su vida para poder evolucio­nar. Es «perfecto» aunque no estemos en condiciones de comprender racional y momentáneamente el porqué de tal o cual situación. Los celos no tienen ninguna razón de ser. Nos gustaría quizá tener una mujer tan hermosa o un coche tan bonito como los vecinos que, tal vez a los ojos de nuestra conciencia limitada, nos parezca que no se merecen todas esas cosas bellas. No es por casualidad que tenemos ese vecino, si sabemos que atraemos a nosotros exactamente lo que necesitamos para crecer; sabemos que él tiene sus propias condiciones completamente apropiadas y que nuestra propia condición es exactamente lo que necesitamos para experimentar la vida.

Nada es injusto ni inútil

Así, habiendo aceptado considerar que somos el origen de lo que nos sucede a fin de alimentar de una forma óptima nuestro proceso de evolución, sabemos que nada es injusto ni inútil, y esto nos crea una inmensa tranquilidad. Empezamos a entrar en contacto con el hecho de que el universo es per­fecto, y aprendemos a escuchar nuestra voz interior y confiar en el gran proceso universal de la evolución. Presentimos que nuestro universo no ha sido entregado al azar ni a las buena o malas intenciones de algunos individuos, sino que está some­tido a una dinámica energética, muy compleja por cierto, pero extremadamente rigurosa y justa. Podemos decir que: En este universo no hay justicia racional, sino una justicia absoluta. Y después, dormir con toda tranquilidad.

En este estado de ánimo no podemos verdaderamente ali­mentar remordimientos frente al pasado (si hubiera tenido unos padres más comprensivos…, si hubiera encontrado a Francisco antes de que se casara con Josefina…, si hubiera tenido más dinero…). Sabemos que cada situación es la adecuada para nuestro crecimiento, que cada acontecimiento se presenta a su tiempo, en función de nuestro estado de conciencia. Pero sabemos también que podemos transformar cada situación en algo mejor a partir de nuestras propias ac­ciones, de nuestras elecciones, de nuestra voluntad y de la apertura de nuestra propia conciencia.

Annie Marquier: El poder de elegir, cap. 10