Ahora llegamos al advaita, que nos parece la flor más limpia de la filosofía y la religión que haya producido cualquier país en cualquier época; el pensamiento humano logra aquí su expresión más elevada y va más allá incluso del misterio que parece tan impenetrable. Se trata del no-dualismo vedanta. Es demasiado abstruso, demasiado elevado para ser una religión de masas. Incluso en la India, su lugar de nacimiento, donde ha reinado con supremacía en los últimos tres mil años, no ha podido penetrar en las masas.

NO DUALISMO-VEDANTA

¿Qué afirma el seguidor del advaita? Dice que si existe un Dios, ese Dios debe ser simultáneamente la causa material y eficiente del universo. Él no es sólo el creador, Él también es creado. Él es en sí mismo este universo. ¿Cómo puede ser esto? Dios, el Siempre Puro, el Espíritu Infinito, ¿se ha convertido en el universo? Sí, pero sólo en apariencia. Lo que solemos ver como universo realmente no existe. Pero, entonces, ¿qué somos tú y yo y todas las cosas que vemos? Nada, excepto Dios. Todo lo demás es una ilusión. Sólo hay una Existencia, el Infinito, el Uno Siempre Dichoso. En esa Existencia soñamos todos estos sueños diversos. Se trata de Brahman, por encima de todo, del Espíritu Infinito, por encima de lo conocido y de lo conocible; en Él y a través de Él vemos el universo material. Es la única Realidad. Es esta mesa; es el público que tengo delante de mí; es esta pared; es todo, menos el nombre y la forma. Deshazte de la forma de la mesa, deshazte del nombre; lo que queda es Dios.

Todos y todo es Brahman, el puro, el Espíritu Infinito siempre dichoso. El nombre y la forma son los que generan todas las diferencias aparentes. Si te deshaces de estas dos diferencias de nombre y forma, la totalidad del universo es una; no hay dos, sino uno en todas partes. Tú y yo somos uno. No hay ni naturaleza ni universo; sólo hay una Existencia Infinita a partir de la cual, mediante el nombre y la forma, se crea la ilusión de todo.

¿Cómo conocer al Conocedor? No podemos conocerlo. ¿Cómo puedes ver a tu propio Ser? Sólo te puedes reflejar. Así que todo este universo es el reflejo de ese único Ser Eterno, y según caiga en buenos o en malos reflectores, se crearán buenas o malas imágenes. Por consiguiente, lo malo en el asesino es el reflector y no el Ser. En el santo, el reflector es puro. El Ser, el Espíritu Infinito, es puro por su propia naturaleza. La única Existencia del universo es la que se está reflejando, desde el gusano más ínfimo hasta el más elevado y perfecto de los seres. La totalidad del universo es una Unidad, una Existencia. Vemos esta Existencia de varias formas, y creamos estas imágenes a partir de Ella. Para el ser que se ha limitado a la condición de hombre, Ella aparece como el mundo del hombre. Para el ser que está en un plano superior de existencia, Ella se puede parecer al cielo. Pero sólo existe un Alma en el universo, no dos. Ni viene ni se va. Ni nace ni muere ni se reencarna. ¿Cómo podría morir? ¿Dónde podría ir? Todos estos cielos, todas estas tierras y todos estos lugares son sólo vagas imaginaciones de la mente. No existen, nunca existieron en el pasado y nunca existirán en el futuro.

¿Qué predica el advaita? Destrona a todos los dioses que hayan podido existir o que existirán en el universo, y coloca en ese trono al Ser de cada ser humano, al Atman, por encima del sol y la luna, por encima de los cielos, más grande que este gran universo. Ningún libro, escritura ni ciencia podrá nunca imaginar la gloria del Espíritu Eterno que aparece con la forma de tú y yo y de toda la humanidad, el único Dios que ha existido, que existe ahora o que existirá. «Adoro a mi Espíritu», se dice en el advaita. ¿Ante quién más podría postrarme? Saludo al Espíritu, la gloria de mi alma.

Por consiguiente, después de nuestra vana búsqueda de dioses fuera de nosotros, cada uno de nosotros completa el círculo y regresa al punto de partida: el alma humana. Descubrimos que el Dios que hemos estado buscando en montañas y valles, en cada templo, en las iglesias y en los cielos; el Dios que imaginábamos sentado en el cielo gobernando el mundo, es nuestro propio Ser. Yo soy Él y Él es yo, y el pequeño yo que creía ser no ha existido nunca.

¿Cómo se puede haber diluido ese Dios perfecto? No lo hizo nunca. ¿Cómo podría haber estado soñando un Dios perfecto? No soñó nunca. La Verdad no sueña nunca. Las ilusiones sólo surgen de la ilusión. Cuando ves la Verdad no queda ninguna ilusión. No has estado nunca en la ilusión; la ilusión ha estado en ti, antes que tú. Aquí hay una nube; llega otra, la empuja y ocupa su lugar. Después llega otra y empuja a esta última. Así como en el eterno cielo azul llegan nubes de tonalidades y colores diversos, permanecen un breve periodo de tiempo y desaparecen, dejando el mismo cielo azul eterno, tú eres eternamente puro, eternamente perfecto.

Así que en el advaita se dice: «Conoce la verdad y libérate en un instante». Todas esas oscuridades se desvanecen. Cuando nos vemos como uno con el Ser Infinito, cuando cesa toda la separación, cuando todos los hombres y mujeres, todos los dioses y ángeles, todos los animales, las plantas y el universo entero se funden en esa Unidad, entonces desaparece todo temor. ¿A quién vamos a temer? En el vedanta se dice que éste es el único camino hacia el Conocimiento. Deshazte de esta diferenciación, deshazte de esta superstición de una existencia múltiple. «El que vea al Uno en este mundo de multiplicidad, el que vea a ese Ser Sintiente en esta masa de sensaciones, el que capte la Realidad en este mundo de sombras, a él le pertenece la paz eterna, a nadie más.»

Fuente: Swami Vivekananda. Las Cuatro Vías del Yoga para llegar a Dios