No hay nada externo a ti

Nada externo a ti puede hacerte temer o amar porque no hay nada externo a ti. Tanto el tiempo como la eternidad se encuen­tran en tu mente, y estarán en conflicto hasta que percibas el tiempo exclusivamente como un medio para recuperar la eterni­dad. No podrás hacer esto mientras sigas creyendo que la causa de todo lo que te ocurre se encuentra en factores externos a ti. Tienes que aprender que el tiempo sólo existe para que hagas uso de él, y que nada en el mundo puede eximirte de esa responsabilidad. Puedes violar las leyes de Dios en tu imaginación, pero no puedes escaparte de ellas. Fueron promulgadas para tu protec­ción y son tan inviolables como tu seguridad.

2 (49)

Dios no creó nada a excepción de ti, y nada a excepción de ti existe, pues tú formas parte de Él. ¿Qué puede existir excepto Él? Nada puede tener lugar aparte de Él porque nada excepto Él es real. Tus creaciones, al igual que tú, representan una aporta­ción para Él, pero ni tú ni ellas le aportan nada que sea diferente porque todo ha existido siempre. ¿Qué otra cosa puede alterarte salvo lo efímero, y cómo puede ser lo efímero real si tú eres la única creación de Dios y Él te creó eterno? Tu santa mente deter­mina todo lo que te ocurre. La respuesta que das a todo lo que percibes depende de ti porque es tu mente la que determina tu percepción de ello.

Dios no cambia de parecer con respecto a ti, pues Él no duda de Sí Mismo. Y lo que Él conoce se puede conocer porque no se lo reserva sólo para Sí Mismo. Te creó para Sí Mismo, pero te dio el poder de crear para ti mismo a fin de que fueses como Él. Por eso es por lo que tu mente es santa. ¿Qué podría haber que fuese más grande que el Amor de Dios? ¿Qué podría haber, entonces, que fuese más grande que tu voluntad? Nada externo a tu voluntad te puede afectar porque, al estar en Dios, lo abarcas todo. Cree esto, y te darás cuenta de hasta qué punto todo depende de ti. Cuando tu paz mental se vea amenazada por algo, pregúntate, «¿Ha cambiado Dios de parecer con respecto a mí?» Acepta luego Su decisión, que es ciertamente inmutable, y niégate a cambiar de parecer con respecto a ti mismo. Dios nunca decidirá contra ti, pues si lo hiciese, estaría decidiendo contra Él Mismo.

No conoces tus creaciones simplemente porque mientras tu mente siga estando dividida decidirás contra ellas, y es imposible atacar lo que has creado. Pero recuerda que a Dios le resulta igual­mente imposible. La ley de la creación consiste en que ames a tus creaciones como a ti mismo, por ser éstas parte de ti. Todo lo que fue creado se encuentra, por lo tanto, perfectamente a salvo por­que las leyes de Dios lo protegen con Su Amor. Cualquier parte de tu mente que no sepa esto se ha desterrado a sí misma del conocimiento, al no haber satisfecho sus condiciones. ¿Quién sino tú pudo haber hecho eso? Reconócelo gustosamente, pues en ese reconocimiento radica tu entendimiento de que tu destie­rro es algo ajeno a Dios, y, por lo tanto, no existe.

En Dios estás en tu hogar, soñando con el exilio, pero siendo perfectamente capaz de despertar a la realidad: ¿Deseas real­mente hacerlo? Reconoces por experiencia propia que lo que ves en sueños lo consideras real mientras duermes. Mas en el ins­tante en que te despiertas te das cuenta de que todo lo que parecía ocurrir en el sueño en realidad no había ocurrido. Esto no te parece extraño, si bien todas las leyes de aquello a lo que despier­tas fueron violadas mientras dormías. ¿No será que simplemente pasaste de un sueño a otro sin haber despertado realmente?

¿Te molestarías en reconciliar lo que ocurrió en dos sueños con­flictivos, o simplemente descartarías los dos si descubrieses que la realidad no coincide con ninguno de ellos? No recuerdas estar despierto. Cuando oyes al Espíritu Santo tal vez te sientes mejor porque entonces te parece que es posible amar, pero todavía no recuerdas que una vez fue así. Mas cuando lo recuerdes, sabrás que puede volver a ser así de nuevo. Lo que es posible no se ha logrado todavía. Sin embargo, lo que una vez fue, aún es, si es que es eterno.

Cuando recuerdes sabrás que lo que recuerdas es eterno, y, por lo tanto, que se encuentra aquí ahora. Recordarás todo en el instante en que lo desees de todo corazón, pues si desear de todo corazón es crear, tu voluntad habrá dispuesto el fin de la separación, y simultáneamente le habrás devuelto tu mente a tu Creador y a tus creaciones. Al conocerlos, ya no tendrás deseos de dormir, sino sólo el deseo de despertar y regocijarte. Soñar será imposible porque sólo desearás la verdad, y al ser ésa por fin tu voluntad, dispondrás de ella.

UCDM cap.X