La renuncia y el mundo espiritual

¡Que mundo tan aburrido y desanimado sería éste si para encontrar a Dios uno tuviese que renunciar a la vida! Por suerte, la Realización de nuestra naturaleza verdadera puede coexistir con una sexualidad apasionada; puede coexistir con un amor apasionado y con toda clase de placeres físicos y delicias sensoriales. No entiendo que el sexo, por naturaleza, sea un obstáculo, o que comer carne sea un obstáculo, o que tener mucho dinero sea un obstáculo. Uno puede apuntar a todas esas cosas y pensar que tiene que superarlas; que le gustan demasiado y que el deseo de esas cosas es lo que impide la Realización de Dios. Ésa, con su correspondiente metodología, suele ser una idea muy común. El camino de la renuncia es un camino muy andado. Estaríamos en serios apuros si tuviéramos que encontrar un eslabón causal directo entre la renuncia y la iluminación. El camino espiritual está lleno de cadáveres de renunciantes que nunca consiguieron la iluminación que buscaban. Cuidado, éstos están tendidos junto a cadáveres tántricos que nunca encontraron la iluminación que buscaban a través de su metodología.

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Lo que me gustó especialmente al conocer a Ramesh Balsekar, mi Maestro, fue que era un maestro que estaba en el mundo. Era el presidente retirado de un banco, un hombre de familia, un marido, un padre, un hombre que vivía entre nosotros e interactuaba con nosotros como hombre, y sin embargo poseía esta increíble comprensión. Eso, para mi, fue la parte más atractiva que poseían Ramesh y su enseñanza. Él era la prueba viviente de que no era necesario abandonar la vida para poder conseguir la meta de la consciencia de Dios. Lo que aprendí de Ramesh es que la comprensión última lo abarca todo de tal forma que todo era una expresión de la Consciencia; todo era una expresión de Dios. Para conocer a Dios tocabas la vida, te tocabas a ti mismo —sexual y metafísicamente—. Experimentabas la presencia de Dios en todo. Esta enseñanza lo abarca todo, y eso era genial, verdaderamente genial

¿Qué es espiritual?

Para mi todas las tareas de la vida son por definición mundanas, que pertenecen al día a día, a la tierra, al momento. No hago distinción alguna entre sentarse en la cumbre de una montaña en el Himalaya o trabajar en la Bolsa de Nueva York.

Mi definición de lo que es espiritual se ha expandido hasta incluirlo todo —TODO— como un aspecto del Uno. Si la persona que trabaja en la Bolsa cree que: «Cuando me haga rico, entonces me sentiré realizado y completo», no es diferente de la que está sentada en la cumbre de la montaña y dice: «Cuando consiga iluminarme entonces me sentiré realizado y completo». Los dos están buscando algo para realizarse a sí mismos. Los dos están igual de implicados en el ego.

Un verdadero sabio puede trabajar en la Bolsa de Nueva York, desarrollando esa labor como parte de su trabajo diario y de su naturaleza, sin más implicación que la de un verdadero sabio sentado en la cumbre de una montaña contestando a las preguntas de la gente que va a verle.

Ciertos organismos cuerpo-mente están programados para preferir el silencio y la soledad a la actividad y la presencia de la gente. Así que el organismo buscará eso que prefiere. La aceptación y no-aceptación es mucho más fundamental que todo eso. La aceptación subyace bajo todo lo que ocurre. La aceptación a la que me refiero no es una experiencia; más bien se podría decir que es un ánima subyacente. Así que podemos hablar de ello como si se tratase de una cosa, pero en realidad no es una cosa experiencial. La aceptación es la ausencia de implicación no la presencia de indiferencia.

La compasión

La compasión es una cualidad muy valorada y comentada en los círculos espirituales. ¿Pero qué es lo que generalmente se quiere decir con el término «compasión»?. El significado superficial es «bondad»: una interacción comprensiva, con corazón, en la cual el receptor se queda con un buen sentimiento. La compasión es de hecho mucho más profunda que eso. Yo he visto lo que yo consideraría que para un sabio es la compasión, específicamente en Ramesh, pero desde el punto de vista del receptor fue duro. Ramesh no tiene un carácter duro, pero a veces echar por tierra una falsa creencia, aunque sea compasivo, no es una acción dulce o suave.

A medida que crecemos esas creencias que eran útiles para crear un sentido de seguridad personal se arraigan en nosotros. Por supuesto, nunca funcionan durante mucho tiempo. No existe la seguridad en la vida, ya que la esencia de la vida es el cambio, así que esa inquietante incertidumbre, esa inseguridad subyacente siempre está presente. La solución habitual para esto es tratar de remendar la estructura aplicando creencias nuevas y más fuertes. A menudo la demolición de estas falsas creencias alojadas en nosotros es un proceso doloroso; deja a una persona sintiéndose incómoda, descontenta, vacilante, pero hasta que estas creencias sean eliminadas, no es posible progresar.

El esfuerzo

La aceptación no es algo que podamos generar. La aceptación cuando llega, es muy parecida a la gracia porque convierte a la situación más intolerable en tolerable. Y ya sea pobreza o cáncer, o alguna otra condición que tenga un efecto indeseable en la vida, la aceptación de que esto está presente en este momento trae la paz. No quiere decir que te tenga que gustar, ni tampoco la aceptación sugiere que dejes de hacer esfuerzos para provocar un cambio. Los esfuerzos pueden muy bien surgir, y el siguiente esfuerzo puede que provoque el resultado deseado. Sólo podemos hacer lo que hacemos y ver que pasa después. La directriz de la Enseñanza es que ambos, el hacer y el resultado, serán parte del mismo funcionamiento, contigo como instrumento a través del cual ese funcionamiento ocurre.

Así que, la aceptación no elimina el problema inmediatamente, no hace que las circunstancias de tu vida cambien de acuerdo a como a ti te gustaría que fuesen. Elimina el sufrimiento implicado en el problema, y eso es lo que llamamos paz… la paz que sobrepasa todo entendimiento.

El organismo del sabio

El sabio es el organismo humano a través del cual el suceso que llamamos iluminación ha ocurrido. Lo que caracteriza al organismo del sabio en el suceso del despertar es la ausencia de algo no la presencia de algo. La mayoría de la gente piensa que el sabio se ilumina, pero el organismo que llamamos sabio posee algo menos no algo más. El sabio es lo que todos y todo en realidad somos: esa Consciencia que está siempre presente. Está presente cuando el organismo está profundamente dormido; está presente cuando el organismo está despierto. Es omnipresente. Y el sabio no piensa que sea algo diferente. No es que piense que él sea Eso, sino que no piensa que él esté separado. Lo que la mente del buscador siempre brinda es un «yo» que conoce esta verdad, pero en el sabio no hay un «yo» en absoluto.

Por eso esta enseñanza en términos de materialismo espiritual no tiene recompensa. En esta enseñanza, la iluminación se define por la disolución del buscador, no por el logro del buscador de lo buscado. La mayoría de las religiones y muchos movimientos espirituales enganchan adeptos porque les prometen un beneficio enorme, diciéndoles: «Vais a conseguir sat-chit-ananda; vais a conseguir un éxtasis infinito; vais a conseguir una paz infinita». Esta enseñanza Advaita apunta a la realidad de que, si, la paz infinita estará ahí pero TU no estarás ahí. ELLO estará ahí. Por lo tanto, no es sorprendente que este Advaita puro tenga tan poco atractivo.

La Enseñanza no demanda nada más que la muerte del ego. Y el ego no se matará así mismo. Alabará la idea de que el olvido es lo que quiere, pero cuando llegue al borde, no podrá dar el último paso.

El momento perfecto

A medida que la comprensión se hace más profunda, se entiende que eso que es material es espiritual, que eso incluye todo lo que existe, no sólo la puesta de sol, los cachorros, los arco iris, los delfines, sino también a los sádicos, los violadores, los asesinos. Todo es espiritual.

Por supuesto no invitamos a los asesinos psicópatas a nuestras casas. No confiamos nuestros objetos de valor a un ladrón. Seguimos teniendo consideraciones prácticas, pero existe el entendimiento de que incluso las criaturas más viles son un aspecto de la Fuente. La misma energía que crea santos, crea pecadores. Todos son aspectos de la misma cosa, y eso de lo que son aspectos, es espiritual. Esto se convierte en la realidad. Esa es la belleza de esta enseñanza: cualquier cosa que hagas es un suceso, una parte del natural fluir de Lo Que Es.

Esto es un alivio increíble. Es una libertad enorme. La carga se aligera a medida que se profundiza en el entendimiento de que toda cualidad que posees —buena o mala— es un aspecto de la Fuente.

Lo que eres en este momento —en este mismo instante— es Perfecto y no podría ser de otra forma.

(Extraído del libro No le des vueltas Wayne Liqourman