El conocimiento es intemporal porque la certeza es algo incuestionable. Cuando dejas de hacer preguntas es que ya has alcanzado el conocimiento. La mente que cuestiona se percibe a sí misma en el tiempo, y, por lo tanto, busca respuestas para el futuro. La mente no receptiva, por el contrario, cree que el futuro va a ser igual que el presente. Eso da lugar a un estado de aparente estabilidad que es normalmente un intento de contrarrestar el miedo subyacente de que el futuro va a ser peor que el presente. Este miedo coarta enteramente la tendencia a cuestionar.
El problema con los pensamientos no es que tengamos tantos, sino que nos identificamos muy estrechamente con ellos. Los pensamientos van y vienen. Algunos son claramente más interesantes que otros. Pero independientemente de su contenido, tomamos en serio la aparición del pensamiento porque tendemos a creer que quienes somos es el orador silencioso de todos estos pensamientos, este misterioso personaje al que todos llamamos “yo”. ¿Quién en silencio forma y dice estos pensamientos?
La voluntad es algo muy claro y poderoso que dirige nuestros actos. La voluntad es algo que un hombre usa, por ejemplo, para ganar una batalla que, según todos los cálculos, debería perder.
Lo que un brujo llama voluntad es un poder dentro de nosotros. No es un pensamiento, ni un objeto, ni un deseo.
La voluntad es lo que puede darte el triunfo cuando tus pensamientos te dicen que estás derrotado. La voluntad es lo que te hace invulnerable.
La libertad consiste en permanecer solo, sin apegos ni temores, libre en la comprensión del deseo que engendra ilusiones. Existe una fuerza inmensa en el permanecer solo. Es el cerebro condicionado, programado, el que nunca está solo, porque está repleto de conocimientos. Lo que está programado, religiosa o tecnológicamente, es siempre limitado. Esta limitación es el factor principal de conflicto. La belleza es peligrosa para un hombre de deseos.
Tener conciencia de la prosperidad es mucho más que simplemente la habilidad de hacer dinero. Es una idea arraigada mediante la cual se ve la vida no como una lucha, sino como una aventura mágica en la que nuestras necesidades son satisfechas con gracia y serenidad.
Incluye la habilidad de ver belleza en todos los lugares a los que va, de hacer de la gratitud su emoción principal y de abrir su corazón a todas las personas a las que conoce. Tener conciencia de la prosperidad es un estado mental, un sentido, no de creer, sino de realmente saber que lo que necesitamos está a nuestra disposición.
La meditación es el acto de estar solo. Este acto es por completo diferente de las actividades del aislamiento. La naturaleza misma del “yo”, del sí mismo, del ego, es el aislamiento propio, ya sea a través de la concentración, de las diversas formas o métodos de meditación o de las separativas actividades cotidianas. Pero estar solo no es retirarse del mundo. El mundo del hombre es gregario, es la relación mutua de influencias, de opiniones y del peso de la tradición. Es el entretenimiento del pensar y la actividad del ensimismamiento. Esto conduce inevitablemente a la soledad y desdicha del autoaislamiento.