Pensamiento creador

Cuando nos reconocemos como creadores, ya hemos men­cionado que favorecemos la identificación con el Ello. Eso nos permite en particular estar en contacto con su poder creador. Hemos observado que las personas que practican el principio de responsabilidad puedan llegar a atraer cons­cientemente ciertos acontecimientos o situaciones, atrayendo a la gente que les es favorable y generando incluso lo que parecen ser «milagros» en sus vidas. Tan fuerte es el poder del pensamiento creador.

 

Pensamiento creador

 

Lo que pensamos, lo atraemos, lo hacemos real, o lo per­cibimos como tal. Si estamos persuadidos que somos creado­res de nuestro universo, nuestra mente atraerá circunstancias para darnos la razón. Nuestra mente nos da siempre la razón puesto que atrae a nosotros las cosas, o nos las hace percibir, en función de lo que creemos. Si creemos, por ejemplo, que la gente es malintencionada, atraeremos gente malintencionada o gente que percibiremos como tal. Así verificamos que tenemos razón: «la gente es malintencionada». Al probar que tenemos razón, creeremos todavía con más fuerza lo que creemos. Entonces atraemos más acontecimientos o personas en nuestra vida que confirmarán nuestras creencias. Así vamos a comprobar una vez más que tenemos razón. Es el ciclo muy conocido del pensamiento creador. Es así como generamos la experiencia de nuestro universo, a partir de nuestros pensamientos conscientes y de los inconscientes. No existe un universo limitado que sea objetivo. El universo último está formado de todo. Nuestro universo personal está cons­truido con las decisiones de nuestro Ello y con lo que atraemos nosotros a través de nuestros pensamientos conscientes e inconscientes. Son las programaciones debidas al pasado que nuestro Ello nos deja experimentar. Podemos así utilizar este mecanismo en nuestro beneficio eligiendo los pensamientos que nos apoyan y crear a partir de esos pensamientos. En particular, si creemos firmemente que somos creadores, va­mos a comprobarlo y ser capaces de crear cada vez más fácil­mente lo que deseamos en nuestra vida.

Todas las técnicas de visualización creadora y de pensa­miento creador que se desarrollan más y más en la actualidad están basadas en este mecanismo y son infinitamente más efi­caces desde el momento en que se ha integrado el principio de responsabilidad.

Podemos ser capaces de crear lo que queramos e incluso más toda­vía. Es lo que sucede cuando nuestra intención es clara y tiene su origen en el Ello. ¡Una casualidad!, dirán todavía algunos. Quizá. Pero este género de anécdotas, relativas a toda clase de situaciones y que vienen de toda clase de gente, se produce con frecuencia para que podamos hablar de azar. «Crear», no obstante, no se hace de cualquier forma. Hay que conocer las leyes; hay condiciones precisas que permiten el proceso de creación consciente. Crear conscientemente es un arte, pero eso se aprende y el contexto de responsabilidad es una herra­mienta que permite y facilita el aprendizaje de este arte.

Los niños que viven con adultos que se comportan real­mente en función de este concepto bien integrado desarro­llan una capacidad extraordinaria para crear sus vidas según sus deseos, porque están íntimamente convencidos que son creadores y que pueden ser dueños de sus vidas. Obtienen lo que desean, sin forzar lo más mínimo, sino siempre por una sucesión de «felices acontecimientos». No cesan de demos­trarse a ellos mismos que son creadores de sus universos. Saben también cómo crear con desapego. Eso les da enorme poder personal.

Annie Marquier: El poder de elegir, cap. 11